Jordi Esteva ha viajado a los oasis de Siwa, sede del Oráculo de Amón, y a Socrota, la misteriosa isla del Ave Roc de Simbad y del ave Fénix, la isla donde crecen los árboles del incienso, la mirra y el drago, la savia roja, la sangre del dragón. Ha entrevistado a los viejos capitanes árabes que surcaban el Índico en sus veleros y ha sido reclamado por los fetiches del bosque del País de las Almas en Costa de Marfil. Acaba de celebrar los 50 años de Ajoblanco y de regresar de la Patagonia para presentar en Barcelona el film L’impuls nòmada, inspirado en el primer capítulo de sus memorias.
Los amigos sospechábamos que de tanto frecuentar sacerdotisas, brujos, hechiceras, chamanes, nigromantes y duendes, se le había concedido el acceso a secretos prohibidos e inimaginables a nosotros, pobres urbanitas occidentales. Su magia se ha manifestado como nunca en su quinto film, el más personal y poético. Jordi Esteva, acostumbrado a viajar a mundos en extinción y a destrozar tópicos, ha completado el viaje más difícil, viajar al reino de su infancia, desmintiendo eso de que la infancia es el único paraíso perdido. No para él. Su film es una maravilla y la poesía de sus imágenes ha hecho posible el encuentro del viejo poeta con el niño que emprende el camino iniciático que le llevará a cumplir su deseo de libertad, su sueño de ser nómada, su voluntad de ser, sin duda alguna, un artista descomunal.