En 1991 Antonio Tabucchi imaginó en 'Réquiem' el paseo de un hombre por una Lisboa que aparece a medio camino entre la realidad y el sueño. Ahogada por el calor sofocante de un domingo de julio, la ciudad, con su presente y su pasado desdibujados ante el protagonista, se extiende ante él para ser cómplice de su estado alucinatorio mientras busca a un personaje ilustre con el que debe encontrarse.

En ese camino, ese hombre llega al Museo de Arte Antiguo donde se producirá una conversación con el barman del museo que constituye uno de los momentos más hipnóticos del libro. Tres décadas después, Jorge Carrión utilizó otro museo para ubicar la historia de 'Membrana'; en este caso, el Museo del Siglo XXI, inaugurado en 2100 y en el que una inteligencia artificial será la encargada de mostrar al visitante el catálogo de la exposición permanente del museo, un espacio para conocer la relación ancestral entre la humanidad y la tecnología que deriva en el imperio de las conciencias algorítmicas.

Mucho antes, en 1983, Cristina Peri Rossi presentó otro museo en forma de cuento que parece ser el antecedente ideal de los dos aquí citados: 'El museo de los esfuerzos inútiles'. El título reúne en total treinta narraciones, siendo la primera la destinada a contar la historia de ese museo imposible en el que su catálogo recoge la enorme cantidad de esfuerzos inútiles de la humanidad.

Quien narra se interesa especialmente por los llevados a cabo en 1922, y así nos encontraremos con niños que intentaron volar; alguien que procuraba perder el miedo; un hombre que durante diez años intentó hacer hablar a su perro, etc. Hay de todo: "Algunos son esfuerzos inútiles bellos; otros, sombríos". La necesidad de recordar, de hacer permanecer la memoria a través de los sueños de hombres y mujeres que no se conformaron con sus limitaciones.

No parece casualidad que ese cuento esté colocado el primero, ya que da un sentido completo al resto de piezas (la mayoría son cuentos, pero también hay espacio para varios microrrelatos). De entrada, aportando el título al conjunto, pero también una guía, a modo de catálogo, de las ficciones que encontraremos, donde las situaciones extrañas, paradójicas o absurdas desfilan con acierto y maestría en la mayoría de los casos.

Así, en el titulado 'En la cuerda floja' podemos ver a un personaje que prefiere estar siempre en el aire, apoyado en esa cuerda: «Comía mis comidas allá arriba, leía, escuchaba música y confeccionaba pequeños objetos de mimbre (posavasos, manteles y cestos) mientras me paseaba». Una especie de Cosimo Piovasco de Rondò, encaramado a un lugar definitivo desde el que contemplar la vida.

Igual de extraño es lo que le sucede a ese otro personaje que pierde el punto final que le dio su pareja y con el que podría terminar la relación cuando quisiera. Pero la vida en estos cuentos tiene espejos deformes que devuelven a los protagonistas imágenes imposibles, aunque bellamente resueltas por parte de la escritora uruguaya: "Luego de buscarlo en vano casi todo el día, me voy de casa, para no encontrar su mirada de reproche, su voz de odio. Toda nuestra felicidad anterior ha desaparecido, y sería inútil pensar que volverá. Pero tampoco podemos separarnos. Ese punto huidizo nos liga, nos ata, nos llena de rencor y de fastidio, va devorando uno a uno los días anteriores, lo que fueron hermosos".

Su amistad y complicidad con Julio Cortázar queda visible en varios títulos y temas tratados en el libro (hay unas "Instrucciones para bajar de la cama"), sobre todo en el particular tratamiento de lo fantástico que hacía el escritor argentino y que aquí, en el caso de la ganadora del Premio Cervantes en 2021, sirve de pauta, con un toque muy particular, para estas historias en las que esa visión amplia de la realidad es la que da un sustento para construir lo fantástico.

Por cierto, en la editorial palentina Menoscuarto, encargada de la reedición de esta obra, podemos encontrar varios títulos de Cristina Peri Rossi entre los que también destaca ‘Julio y Cris’. Peri Rossi escribe la crónica de esa amistad en la que hubo conversaciones, risas, relatos, poemas, cartas, viajes… "Me acordé de uno de los temas favoritos de Cortázar: decía que los cronopios tenían un ángel de la guarda. Los cronopios no solo se reconocían entre sí por más lejos que vivieran o que hubieran nacido, sino que además, cuando un cronopio moría, se convertía en el ángel de la guarda de otro cronopio".

Con la reedición de ‘El museo de los esfuerzos inútiles’ tenemos ahora la oportunidad de revivir este conjunto de ficciones, en un espacio que ha demostrado ser perfecto para situaciones imposibles o para visiones amplias de la realidad. Un museo para albergar la ironía, el humor, lo extraño y todo lo que imaginó esta genial escritora.