Martes, 26 de noviembre de  2024



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''La cesión de la muerte'', el poemario de Ferrer Lerín se enfrenta al paso del tiempo, a la agonía y al temor a perder la diferencia
acec14/1/2020



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Hace tiempo que Francisco Ferrer Lerín (Barcelona, 1942) dejó de ser un escritor coronado de rarezas, aunque sea legendario su abandono de la escritura (publicó, al albur de los “novísimos”, tres libros entre 1964 y 1987) para cuidar aves carroñeras, alimentando su biografía con aventuras lúdicas y secretos desvelados. Desde que en 2005 volviera a la literatura con la novela Níquel, ha publicado un libro por año. Dado al entrecruzamiento de géneros, su escritura es singular, novedosa y perturbadora y, como confiesa en la sección ‘Inventario’ de esta nueva entrega, podría definirse como “una relación de hechos” poblados “de incontables argucias creativas”, esas “que conforman la escritura discurso / De estilo desaforado” con la que asienta un registro de cargas que muestran “El temblor indulgente de quien ya no cabe en la redacción / De los libros argumentales ni siquiera / En los manuales de estilo”.

 

En los últimos años ha publicado tres libros poéticos fundamentales: Fámulo (2009), Hiela sangre (2013) y este Libro de la confusión . Fruto de una imaginación proteica y una precisión léxica deslumbrante, crea un lenguaje recuperado de libros y escritos, de sintagmas sacados de los “habituales hallazgos de la vida diaria”, como afirma el poema que da título al libro. De ahí nace la reescritura de sus versos, de su capacidad de apropiación y de alteración para transformar el sentido y dotar al verso de un ritmo interior necesario y exaltado, eso que Larrea definía como una “sucesión de sonidos elocuentes movidos a resplandor”. Así son sus poemas.

 

Libro de la confusión se enfrenta al paso del tiempo, a la agonía y la “cesión” de la muerte, al temor a perder la diferencia, aunque “la vejez no sea terreno literario”. Como un forense, ensaya un balance de vida que apela, incomoda, provoca y desafía el “difícil término” de ese momento en el que “llega una ramera / llamada Sombra”. Ferrer Lerín se adentra en espacios inéditos con la precisión de sus contraplanos (amor y muerte, humor y crudeza), y lo hace con su marca personal, sin autoengaños ni sentimentalismos, encontrando la clave que hace buena la locución coloquial: “Deo volente, será (es) un gran libro”.



   
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