Martes, 26 de noviembre de  2024



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Aro Saínz de la Maza, el secreto mejor guardado de la novela negra española
acec4/2/2020



(Foto:)
 

En términos literarios el año 2020 no podía empezar mejor, con la publicación de Dócil y, por tanto, con nuevo caso del inspector Milo Malart. Además, Planeta reedita las dos primeras entregas El verdugo de Gaudí (un acierto haberla renombrado y dejar para el olvido el incomprensible título impuesto por la editorial anterior El asesino de La Pedrera) y El ángulo muerto (Booket. 2020).

 

Los fans de Aro Sáinz de la Maza, que somos muchos pero que, otro hecho incomprensible, mayoritariamente viven en el país vecino, estamos de suerte. Y es que en Dócil estamos ante un caso complicado en el que han asesinado a una familia y la única persona viva que parece tener relación con el caso (a parte de un bebé), es un chico que aparece manchado con la sangre de tres de las víctimas pero que guarda silencio absoluto. Milo tendrá que exprimirse y dar lo mejor de si mismo para tratar de conectar con el chaval y lograr que hable para descubrir si estamos ante un superviviente o el mismísimo asesino. Leer una novela de Aro es un placer al alcance de todos. No publica una novela al año lo que es garantía de calidad, es minucioso en el diseño de la trama y se nota, es de los que leen y releen el texto hasta dar con la palabra justa, Milo es todo un personaje (en todos los sentidos) y subyace siempre en todas las entregas una crítica delicada y elegante al poder establecido, a la sociedad conformista y superficial.


Sáinz de la Maza es un autor con un montón de obras en su haber, pero para el público en general sigue siendo un desconocido. En el caso de las novelas de la serie Milo Malart el esfuerzo por mantenerlas ocultas hasta el momento ha sido manifiesto: presentó su autor la primera entrega al Premio RBA en 2011 cuando ganó Patricia Cornwell y a pesar de haber obtenido la mención especial del jurado, nunca se desveló quien había tras su pseudónimo. Ni en el acto de entrega del premio, ni se comunicó a la prensa ni se resaltó en la portada del libro. Si a eso se le suma una portada desafortunada y un cambio de título forzado... el secreto ha llegado hasta nuestros días. Ya solo falta que algún editor espabilado descubra La mujer de Judas y la reedite para que Aro Sáinz de la Maza tenga el lugar de honor que se merece entre los escritores españoles contemporáneos.


En Dócil nos encontramos a un chico empapado de sangre de pies a cabeza del que no sabemos si es víctima o verdugo y que encima no habla, menudo reto como autor, ¿no podías complicarte más la vida?
Eso mismo me pregunto yo… Pero sí, me gustan los retos y las tramas complejas, no lo puedo evitar. Complicarme la vida es complicársela a Milo, y esto me atrae sobremanera. Básicamente, ponerle a prueba, a él y a su capacidad empática para aportar luz sobre lo ocurrido, pulsando el factor emocional. Y si de paso enfrento “ciencia” con “emoción”, una idea que me sedujo desde el principio, pues miel sobre hojuelas.



Creo que no nos equivocaríamos si dijéramos que en esta novela podríamos cantar aquello de love is in the air… el amor parece una epidemia que arrasa en esta entrega del mundo Milo. Qué crees que preferiría Milo: ¿una larga vida estable sin amor o una corta, pero con un amor intenso?
De entrada, “una vida estable”, en el caso de Milo, me parece una quimera, con o sin amor. Y respecto a lo que él preferiría, está más claro que el agua: algo real. Para Milo, lo irreal es precisamente el amor, un “invento” de los poetas, algo fuera del alcance del común de los mortales. Y no, no te equivocas. La acción de la novela transcurre en primavera y todo el mundo anda revolucionado, con las hormonas en pleno festival, para pasmo de Milo. Otra cosa es cómo acaben todas esas historias…


La novela empieza nueve meses después del brutal atentado de Las Ramblas, ¿crees que, a pesar de que la gente gritara que no tenía miedo, cada vez vivimos más atemorizados? (Terrorismo, populismos y extremismos al poder, crisis climática, etc).
El miedo es un sentimiento legítimo, humano, y en ninguna parte dice que tengamos que ser héroes. Ante él, solo caben dos opciones: enfrentarnos o salir por piernas, lo del fight or flight. En un primer momento, puede paralizarnos; pero luego, yo apuesto por la reacción desde la serenidad y el raciocinio. En esta época que nos toca vivir, el combate es un elemento imprescindible, y más ante la miserable proliferación de los discursos del miedo y la insoportable imbecilidad de los negacionistas. Respecto al atentado del 17A, participé en la manifestación silenciosa en Plaza Catalunya del 18A y todavía hoy me estremezco de emoción (y de orgullo) ante la entereza de los barceloneses. El grito posterior de “No tenim por” fue una catarsis colectiva, balsámica, la admiración del mundo...


Tanta mosca, tanta mosca, ¿por qué aparecen tantas moscas en la novela?
Primero, por una cuestión química: los cadáveres se descomponen y las moscas aparecen. Y segundo, por un tema afectivo: me siento muy identificado con un ser vivo que se golpea una y otra vez contra un cristal, que no entiende que ahí delante hay más cosas de las que ven sus ojos, y que pese a ello, vuelve a intentarlo, empecinado, inmune al desaliento. Alguien así, capaz de complicarse tanto la vida, me cae bien, me resulta entrañable.


Al parecer eras el secreto mejor guardado de la novela negra española, ¿dónde has estado hasta ahora?
Me gustaría decir que en una caja fuerte, como todo buen secreto que se precie. Pero no. He estado en una vulgar caja de cartón, acumulando polvo (e ideas), y chocando una y otra vez contra una tapa de cristal invisible.


¿Por qué crees que en Francia has vendido una barbaridad de ejemplares entre tus dos primeras novelas y aquí hay mucha gente que no conoce a Milo?
Fácil, porque Actes sud, mi editorial francesa, es una editorial, no una imprenta. Y también, porque allí hay verdadera pasión por la lectura. Un dato: si las cosas no han cambiado, la media de lectura aquí es de un tercio de libro por persona al año, ¡ni siquiera uno entero! Por nuestros lares se sigue pensando que un libro es un objeto sin valor. Otro dato: ¿sabes cuánta gente me ha dicho: “Bueno, cuando acabes la novela ya me la regalarás”? Ni se les pasa por la cabeza comprarla. Si diseñara relojes, o vibradores de ensueño, ¿a alguien se le ocurriría tamaña insolencia?



¿Por qué escogiste Barcelona como escenario para estas novelas? ¿Existe la posibilidad de que en alguna de las próximas la localización sea otra o Milo va con la ciudad?
Barcelona es mi ciudad, donde nací, y la conozco; es como un miembro más de mi familia. La primera ley es escribir sobre lo que uno conoce. Además, guarda un paralelismo con Milo: tiene muchos rincones y caras ocultas aún por revelar. Y en eso estoy.



A juzgar por las portadas de las novelas de Milo Malart, en la cuarta entrega alguien será asesinado por medio del agua y habremos pasado por los cuatro elementos, no me dirás que estamos ante una tetralogía, ¿verdad? 
Por los cuatro elementos, y por las cuatro estaciones. Y sí, en la próxima entrega el arma del crimen es el agua y ocurre en otoño; de hecho, como habrá atado cabos algún lector, la cuarta está sembrada en la tercera. O sea, es una tetralogía… pero solo para empezar a coger carrerilla. Acabo de descubrir que, según Pitágoras, y luego asumido por Platón y Aristóteles, además del fuego, el aire, la tierra y el agua, hay un quinto elemento: el éter. Así que todavía hay cancha para seguir complicándome la vida. Sea como sea, y engarzando con tu pregunta anterior, para futuras entregas me estoy planteando algunos cambios, como una nueva localización, el uso de armas más convencionales…



¿Por qué ni sus compañeros saben si se fue a Australia, Siberia o Francia? ¿Acaso Milo no es amigo de sus amigos ya que no cuenta nada a nadie?
Es justo todo lo contrario. Milo tiene la singular costumbre de no hablar nunca de sí mismo (salvo cuando fue obligado a visitar a un psicólogo en El Verdugo de Gaudí) y jamás “vacía la mochila” sobre sus amigos. Para él, la amistad es algo sagrado, algo a proteger y cuidar, y no debe ser usada para evacuar asuntillos personales. En una más de sus contradicciones, se ofrece como receptor, pero no como emisor. Por otra parte, considera que a nadie le interesa su vida, ni siquiera a sus más allegados. Es un tipo muy poco expansivo, además de descreído. Sin embargo, y por primera vez, lo intenta en Dócil con su hermano Hugo… Miento, hay una excepción: de vez en cuando se abre con Marc, su sobrino fallecido.



Para los que se enamoraron de Tío en El ángulo muerto, ¿hay reencuentro con Milo en Dócil?
Mis labios están sellados. Lo que sí puedo avanzar es que en Dócil aparece un nuevo personaje: Tía. Pero hasta aquí puedo leer.


¿Qué hay más allá del mar?
Como afirma el gran poeta Carlos Pujol Lagarriga, más mar. Yo no tengo ni idea, el sabio es él. (Cuando vaya un día, te lo confirmo).



Dime que no tendremos que esperar cuatro años más para leer el siguiente caso del inspector Malart.
Lo que te diré es que el tiempo de escritura de una novela es el que tiene que ser. No depende de mí, te lo aseguro. Dócil fue terminada al cuarto intento (empiezo a tener la impresión de que el número cuatro me persigue). Con la primera versión, algo no encajaba y acabó en la basura. Lo mismo ocurrió con la segunda y la tercera. Salvé parte del material y volví a empezar. Este oficio es así. No es cuestión de apretar un botón y la estructura se construye por sí misma. Intervienen muchos factores, y uno tiene el control solo de unos pocos. Fíjate, si ni siquiera controlo a mi protagonista… La paciencia es un ingrediente clave. Como el respeto hacia los lectores.



Nos encanta saber qué leen los autores que nos gustan, ¿cuál es la última novela que has leído y te ha gustado? (Puede ser más de una).
Metrópolis (RBA), de Philip Kerr. Es magnífica, me ha entusiasmado. Sin dejar rastro (Salamandra), de Haylen Beck. Logra una rara atmósfera de agobio y tensión muy difícil de conseguir. Y todo a partir de una frase. Carvalho, problemas de identidad (Planeta), de Carlos Zanón. Estoy en proceso, apenas llevo 60 páginas y ya estoy salivando de puro deleite…


Roser Herrera
Librújula


   
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