Durante el día, Marta Boldú es una atareada profesora de Lengua y Literatura en un instituto de Barcelona. A esas horas, su marido, José Maria Micó, poeta con premios importantes, atiende sus obligaciones en la Universitat Pompeu Fabra como catedrático de Literatura. De su maletín, siempre repleto de libros y papelotes, asoman anotaciones de sus últimas investigaciones sobre Dante. Micó ha obtenido este año el premio Ángel Crespo por su concienzuda e inspirada traducción de la Divina Comedia (que nos recuerda que hemos de llamar Comedia, tal como la tituló en su día en viajero a los infiernos). Una pareja de lo más intelectual y correcta, sin duda.

Eso creía hasta que hace cinco años, casualmente, los vi atravesar apresuradamente las calles de la zona portuaria de la ciudad a una hora en que las personas decentes duermen. Caminaban de manera un tanto apresurada y se iban diciendo algo entre susurros cómplices sin perder el paso. Eran ellos, pero parecían otros. Había algo distinto en ellos, un brillo de fiebre en los ojos y una de esas alegrías silenciosas que resultan extrañas. Los dejé pasar sin que me vieran. José María Micó llevaba colgando de la mano su clásico maletín de profesor atestado de papeles y libros, o eso pensé en un primer momento, porque al fijarme mejor vi que era el estuche de una guitarra. Marta también llevaba algo en la mano, pero no era el bolígrafo rojo de corregir exámenes, sino un micrófono.

Los seguí por calles estrechas del barrio canalla de la ciudad y los vi meterse en un local al que hacía años que no volvía, donde solía haber actuaciones en directo para un público ecléctico unido por la curiosidad y cierta querencia por los licores dulces franceses. Era tarde y decidí irme a casa tras mi persecución de detective de novela barata. Pero al llegar a la Rambla, la curiosidad pudo más que la prudencia y volví al local. Y lo que vi al entrar me dejó asombrado: El doctor Micó estaba sobre el escenario abrazado a una guitarra y la profesora Boldú estaba cantando con una voz rasgada, de la manera más conmovedora que hubiera escuchado nunca. Marta cantó tangos al son de Micó y también algunos de sus poemas musicados.

Al acabar la actuación, esperé a los artistas y Micó, sentados en unos taburetes, me dijo algo que no he olvidado: “El arte no vale de nada si no conmueve”. Ellos han desplegado la poesía hasta llevarla a la totalidad y devolverla a lo que siempre fue: música y emoción. En estos años, han crecido como dúo musical de manera espectacular e incluso el maestro Sabina quiso hacer una colaboración especial en su segundo disco, Memoria del aire. Sabina dice de ellos: “Marta y Micó, la gente que yo quiero / sombreros para mi alma de poeta”.

Ahora presentan su tercer disco, “MAPA DE SOMBRAS COTIDIANAS”. Son once temas a ritmo de bolero, blues, fado, tango, canción napolitana, ranchera y son cubano que los modernillos dirían que “dialogan” entre ellos, pero ellos prefieren decir que “se hermanan y se complementan”. La mayor parte con letra y música de José María Micó, pero hay sorpresas: también una letra de Marta Boldú y algunas composiciones con textos o melodías de Maria do Rosário Pedreira, Carlos Palacio (Pala), Marcelo Mercadante y Georg Kreisler. En la parte musical también están bien acompañados, con músicos como Mario Mas, Albert Bover, Eduard Iniesta, Carlos Cortés y el ya citado Marcelo Mercadante.

Antonio Iturbe 
Librújula