Martes, 26 de noviembre de  2024



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Alejandro Palomas presenta su poemario ‘Una flor’ y ultima los detalles de un documental sobre su estancia en una colonia de pingüinos
acec6/11/2020



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Cuando era pequeño, Alejandro Palomas pasaba las tardes en la rebotica de la floristería que su abuela y su madre regentaban en la barcelonesa calle Sant Elies. Salía del colegio y entraba en la tienda, cogía la merienda y se sentaba a la mesa donde las dos mujeres montaban ramos y arreglaban mundos. El niño escuchaba fascinado aquellas conversaciones sobre hombres, parientes y vecinos, y cuando terminaba el bocadillo, se ponía a cortar las espinas de las rosas. Aquel fue su primer trabajo, el que le enseñó que, por más que tratemos de evitarlo, la vida siempre acaba pinchándonos.


Podría parecer que aquellas tardes son el origen del poemario que acaba de publicar: Una flor (Letraversal). Pero no es así. El auténtico germen de este libro son las conversaciones que mantuvo años después con Belén Bermejo, editora y fotógrafa fallecida el pasado mes de junio. La última vez que el autor cenó con su amiga estuvieron hablando sobre poesía y, como siempre solía hacer, ella le instó a que sacara los versos que llevaba dentro. Poco después, Bermejo colgó una fotografía de un girasol en Instagram y Palomas le pidió que le regalara una copia. A cambio, él le obsequiaría con un poemario.


La editora nunca llegó a ver publicado Una flor. La muerte fue más rápida que la imprenta, pero, ahora que el libro ya está en las librerías, Palomas tiene la sensación de que ha cerrado la conversación que dejaron a medias la última vez que se vieron. En aquella ocasión debatieron sobre el germen de los poemas, sobre la figura del poeta y sobre la función de la poesía. Y por eso el libro responde a esas tres preguntas: ¿qué es un poema?, ¿qué es un poeta? y ¿qué es la poesía? Todos estos interrogantes encuentran su respuesta final en la pieza que cierra el volumen, titulada precisamente Una flor.


Pero no concluye aquí la historia oculta tras este poemario. Y es que, durante la redacción del mismo, el escritor barcelonés conoció a Josabel Belliure, una de las pingüinólogas más importantes del país. Fue un encuentro fortuito, pero, cuando la científica narró ante el escritor sus viajes a la Antártida, Palomas le pidió que le permitiera acompañarla. Dicho y hecho. Juntos partieron hacia ese fin del mundo que es el archipiélago de Tierra de Fuego, donde habita una colonia de pingüinos rey.


Y no es baladí que cambiaran la Antártida por la punta de Sudamérica. Porque Alejandro Palomas no sólo tenía una madre florista, sino también una tía bibliotecaria. Aquella mujer le regalaba libros sin cesar y, entre ellos, un ejemplar del álbum infantil El pingüino Pondus (Timun Mas, 1967), del danés Ivar Myrhoj. Inspirado en un pingüino rey del zoo de Copenhague, el volumen integraba fotografías de una de esas aves ataviada con una bufanda roja y Palomas quedó tan fascinado con esas imágenes que, desde entonces, siempre viaja con el libro en la mochila.


Así pues, en el último momento, Josabel Belliure propuso cambiar de destino. En vez de ir a la Antártida, volarían hasta Tierra de Fuego, donde existía una colonia de 150 pingüinos rey, es decir, la misma especie que Pondus. El escritor sintió entonces que el círculo se cerraba y juntos emprendieron un viaje en el que no sólo conocerían los vínculos de por vida que esas aves establecen entre ellas, sino en el que también tratarían de encontrar los vínculos entre la ciencia y la literatura.


De hecho, dos productoras españolas, Ukemotion y Docuproducciones, quedaron tan fascinadas con el proyecto que decidieron rodar un documental que actualmente está en proceso de edición. Todavía no hay fecha para su estreno, pero los responsables del trabajo se muestran francamente entusiasmadas con el resultado.


Además, Palomas terminó de escribir Una flor en aquellas tierras y, de alguna manera, en el poemario conviven un montón de recuerdos: las tardes en la floristería junto a su abuela y su madre, el libro que su tía le regaló, las conversaciones con su amiga Belén y, tal vez, lo más importante: el anhelo de un narrador que siempre ha llevado un poeta dentro.



Álvaro Colomer



   
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