Martes, 26 de noviembre de  2024



Català  


Ha perdido Barcelona su vitalidad cultural?
acec31/3/2022



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En los Diálogos Online, organizados por la ACEC y patrocinados por CEDRO, Miquel Molina, autor del libro “Proyecto Barcelona”, de Libros de Vanguardia, y Marc Roig i Badia, autor del libro “Barcelona, cultura sense capital”, de Publicacions de l’Abadia de Montserrat, debatieron sobre si Barcelona ha perdido el pulso cultural respecto a otras ciudades similares o a épocas anteriores. En el acalorado debate, moderado por el periodista y escritor Álvaro Colomer, surgieron interesantes cuestiones como ¿la cultura vinculada a un modelo urbanístico o de marca de ciudad es positiva para sus ciudadanos?


Marc Roig, haciendo una retrospectiva de los últimos 30 años de la ciudad condal, comenta que “es evidente que Maragall impulsa una estrategia humanística, que se continúa después, que pasa por utilizar la cultura como recurso para la planificación de la ciudad, y que a su vez pasa por la construcción de grandes equipamientos realizados por prestigiosos arquitectos que sirven para situar a Barcelona en el mundo y para poder competir con grandes ciudades. Lo consigue, lo que ocurre es que el barcelonés se siente excluido”. “Un ejemplo es el Forum de 2004, donde Barcelona hizo un intento de crear un gran acontecimiento y usar la cultura como recurso para dinamizar el urbanismo de la ciudad y del territorio y la respuesta de la ciudad fue muy fría, ni siquiera los grandes equipamientos de la ciudad se implicaron”.


El planteamiento del libro de Miquel Molina es mucho más optimista y propone aprovechar proyectos que funcionan y que muchas veces no están detectados o interrelacionados, como el desarrollo científico y cultural, equipamientos que ya tienen una trayectoria exitosa, como el Centro de Cultura Contemporánea (CCCB), o startups, como las empresas de videojuegos, para relanzar Barcelona como urbe cultural. “Todos estamos de acuerdo en que la cultura se ha de apreciar por su valor intrínseco y la capacidad de formar ciudadanos críticos, pero tampoco renunciaría al valor que tiene la cultura para afrontar otros problemas de la ciudad. El turismo, por ejemplo. A Barcelona van a llegar turistas dentro de pocos días de forma masiva y una de las pocas maneras de conseguir un turismo de más calidad, y no hablo de alto nivel adquisitivo sino de un turismo respetuoso e interesado por el destino al que viaja y por preservar la particularidad del lugar, es ofreciendo una buena oferta cultural”.


En esa línea podríamos incluir los grandes festivales que se celebran en Barcelona, por ejemplo, el Sonar o el Primavera Sound, pero también existe la controversia de si son beneficiosos para la ciudadanía o, al contrario, perjudican, al no fomentar una red de espacios de música de proximidad. Estos últimos meses los organizadores de Primavera Sound, que se celebra en Barcelona desde el año 2001, han mantenido tensas conversaciones con el Ayuntamiento de Barcelona y han apuntado la posibilidad de celebrar el Primavera en otra ciudad española. Sobre el panorama musical en la ciudad condal, tanto Miquel Molina como Marc Roig están de acuerdo en que Barcelona se encuentra a la cola de las grandes ciudades que ofrecen música en directo, pero ya no lo están tanto en la influencia de los macro festivales en la ciudad. El profesor Roig afirma que “los más de 20 años de Sonar y Primavera Sound no han producido ningún efecto en la cultura de la ciudad y se ha perdido el músico amateur; no hay una red de locales de proximidad. Hemos entrado en la lógica consumista de la cultura”. En cambio, Miquel Molina piensa que “el Sonar, el Primavera Sound, el Cruilla… están haciendo un esfuerzo cada vez mayor por implicarse en la ciudad y colaborar con sus sectores creativos. Lo de Sonar e I+D es absolutamente espectacular. Pensemos que, en el próximo mes de junio, Barcelona acogerá el Simposio Internacional de Arte Electrónico gracias a la iniciativa de la comunidad local, en este caso la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), en colaboración con el Sonar. Un ejemplo más de la colaboración de estos festivales y de esta riqueza que yo creo que se ha de potenciar”.


Marc Roig afirma que “Miquel Molina presenta un proyecto en el que el paso siguiente es la ciencia y la tecnología, pero entonces la cultura no sirve para llegar a todos los ciudadanos. Ya no es el espacio para debatir quiénes somos y nuestra vida social” pero Molina le rebate diciendo que “nuestra vida social es también la inteligencia artificial y el reconocimiento facial, porque va a ser o es ya, en muchos casos, nuestro día a día”.


En Barcelona una minoría, entre un 20 o un 30% de la población, visita los museos o las instituciones culturales. Es posible que algunos museos estén pensados más para los turistas que para la gente de la ciudad pero ¿los políticos tienen un interés real en fomentar la cultura de la ciudad? Afirma Roig que en Barcelona “no queda claro que haya políticas de articulación cultural o un programa de acceso serio y universal a la cultura…a excepción del plan de bibliotecas, que es ejemplar”. El porcentaje de los presupuestos destinado a cultura en el Ayuntamiento de Barcelona es del 6% y el de la Generalitat no llega a un 2%.


Como conclusión del debate, los dos autores coinciden en que Barcelona está en un momento de declive cultural pero donde Miquel Molina ve oportunidades y proyectos para potenciar la ciudad culturalmente en un futuro: “no hemos de caer en el victimismo, hemos de articular una historia de Barcelona basada en la creatividad”, Marc Roig es más pesimista: “Barcelona está en clara decadencia. Se ha convertido en una ciudad turística y periférica”.









   
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