Martes, 26 de noviembre de  2024



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Teresa Wilms Montt, poeta de amor, locura y muerte
acec20/6/2023



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Renacimiento recupera las 'Obras completas' de esta autora olvidada que encontró en el suicidio la salida a una vida marcada por la incomprensión


Comenzó a escribir siendo una adolescente y no dejaría de hacerlo hasta pocos días antes de quitarse la vida a los 28 años. En sus diarios, la escritora chilena Teresa Wilms Montt dejó registro de una vida marcada por la insatisfacción y la incomprensión de su entorno. Descendiente de la realeza prusiana a través de su padre y emparentada, a través de su madre, con varios presidentes de la república, la escritora nacida en Viña del Mar en 1893 se lamentaba en las páginas del primero de sus cuatro diarios del ambiente asfixiante y moralmente rígido en el que le había tocado crecer: "Me han prohibido los libros. ¡Está bien! Los robaré ahí donde los encuentre y los leeré, de noche, cuando duerme todo el mundo".


En sus palabras, ya se percibe el carácter libre de una mujer que no estaba dispuesta a acatar, aunque esto tuviera sus consecuencias. Se casó muy pronto con Gustavo Balmaceda. Tuvieron dos hijas. El matrimonio no fue bien y ella empezó una relación con el primo de su marido, a quien llamaba cariñosamente "Vicho". Al descubrirse su relación, su marido, de acuerdo con los padres de ella, la encerró en un convento. Pasará meses ahí, durante los cuales escribirá su segundo diario. Gracias a la ayuda de su amigo, el poeta Vicente Huidobro, conseguirá huir, pero esa libertad tendrá también su precio: no volverá a ver a sus dos hijas.


A partir de ahí, su vida se convirtió en un constante deambular: primero Argentina, donde conoce al desdichado Horacio Ramos Mejía, un joven de 19 años apelado "Anaurí", que el 26 de agosto de 1917 se cortó las venas al ser rechazado por ella. Después, Estados Unidos, España, Inglaterra y Francia. "'Sin camino no se anda, sin verdad no se conoce, sin vida no se vive'. ¡Yo no tengo camino, mis pies están heridos de vagar, no conozco la verdad y he sufrido, nadie me ama y vio!", escribirá en marzo de 1920 en su último diario.


LUZ Y VISIONES APOCALÍPTICAS

En España, frecuentó las principales tertulias literarias de la capital, donde entró en contacto con Ramón Gómez de la Serna, Juan Ramón Jiménez, Julio Romero de Torres -quien pintaría el más conocido de sus retratos- y Valle-Inclán, que de inmediato quedó deslumbrado por su prosa. No dejó constancia en sus diarios de aquella época madrileña, pero a través de Valle-Inclán podemos deducir la admiración que causaba la escritora en los círculos intelectuales.


"¿De qué mundo remoto nos llega esta voz extraña cargada de siglos y de juventud? Tiene la clara diafanidad del canto en las altas cimas, y no sabemos si es cerca o lejos de nosotros cuando suena en el maravilloso silencio", dejó escrito el autor de Luces de bohemia en el prólogo de Anaurí, esa dolorosa letanía que Wilms Montt compuso en Madrid en 1918 en honor a ese joven que se quitó la vida al no obtener su amor y al que dedicaría casi todos sus textos: "Para ti, que te fuiste sin oír mis Cantos, dejando un sollozo ahogado en mi garganta", escribe en Tres Cantos.


"Renueva el temblor de las visiones apocalípticas, y la mística del faquir que deslíe su conciencia en el Gran Todo", destacaba en aquel prólogo Valle-Inclán, subrayando uno de los elementos clave de la obra de la escritora: su carácter místico. La propia autora reconocía el misticismo que impregnó sus escritos desde casi sus inicios firmando "Teresa de la +", en una clara alusión y homenaje a Santa Teresa de la Cruz. Es en esta tradición en la que se inscribe Wilms Montt, que no fue tampoco ajena al modernismo, cuyos ecos se ven en el preciosismo de las imágenes de Inquietudes sentimentales.


REMORDIMIENTOS

Así lo señalan María Ángeles Pérez López y Mayte Martín Ramiro, que firman la introducción a las Obras completas de esta autora que durante años cayó en el olvido a pesar de la reivindicación de otros, empezando por Juan Ramón. Este volumen reúne tanto sus poemarios como sus diarios, publicados hace un año por Pepitas de Calabaza, y que Alejandra Costamagna definía como "la manifestación de la culpa, del remordimiento, de la tensión constante con el qué dirán. Y el espacio donde la escritora ensaya su coqueteo con el suicidio, que concretará cinco años después de recuperar la libertad".


Escritura de la intimidad, en los diarios encontramos ese mismo carácter místico que define el resto de su obra. La idea de suicidio como forma de conquistar la libertad está asociada a una idea del sueño y de la muerte como formas de trascendencia hacia una nada que, es a la vez, un todo: "Amo la Nada, porque la Nada es Todo, y el Todo soy yo cuando pienso y amo". Un verso premonitorio de ese suicidio que tendrá lugar en París en 1921, pero también un verso que concentra su poética: la imaginación, el sueño y la muerte son formas de trascendencia y de huida.


Ya en el primer diario, de cuando todavía era una adolescente, escribe, refiriéndose a ella misma en tercera persona: "Su imaginación se mueve febrilmente. Llegará la noche y entonces respirará libremente, olvidando el verbo obedecer y las agrias observaciones de Miss..., proseguirá su sueño". Es en este espacio onírico donde la joven vislumbra la posibilidad de ser esa mujer independiente, que se vale por sí sola, que ama sin restricciones -su corazón, escribirá, "el pobre sólo sabe querer con fierezas de león sin garras"- ; sin embargo, es sólo una posibilidad, porque, como ella misma dirá, ser mujer es un privilegio, pero también es difícil "en este mundo".


TAN GRANDE COMO EL SOL

La escritura se vuelve así no solo espacio de trascendencia, sino también de encuentro: "Me voy al abismo consciente, sabiendo que causo un dolor feroz a mi hombre adorado", escribe en el segundo de sus diarios, pensando en "Vicho". En la quietud del mármol escribe: "Por la noche, penetro mi alcoba como un templo, tan fervorosamente, que mis rodillas se doblan. Porque allí está tu retrato, mirándome con esa bondad ilimitada del perdón".


Quizás porque su fe, a pesar de apelar a Dios hasta el final, se ha agotado -"me dejo seducir por el cuento de las doctrinas de Cristo y rezo e imploro, como si realmente creyera"-, quizás porque sabe que la única verdad "tan grande como el sol" es la muerte, en Wilms Montt no hay unión gozosa, y abandonarse a todo es la única de las salidas.


Su escritura es el reflejo de este viaje que comienza con las fantasías de una niña y concluye con una vida que ya no merece ser vivida. Un viaje vital, pero también literario. Su suicidio adquiere una doble dimensión, pues, como vienen anunciado a lo largo de todos sus escritos, se convierte en el gesto más radical de autoafirmación. Teresa Wilms Montt "huyó ondulante y enigmática cual sierpe", dejándonos una obra igualmente enigmática, compleja e inagotable.


Escritora más allá de su biografía

De la misma manera que no se pueden desligar los diarios del resto de su obra, es injustificable leer la poesía de Wilms Montt únicamente en clave autobiográfica, algo que ha sido recurrente, como señalan las prologuistas del volumen: "Con este tipo de lecturas, que hacen hincapié en su tormentosa biografía y en sus adicciones al alcohol, la morfina y otras drogas, se ha intentado cuestionar o reducir su escritura", lamentan.




   
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