Martes, 26 de noviembre de  2024



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Cristina Fernández Cubas: un viaje sobrenatural entre recuerdos infantiles
acec12/9/2023



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Firmamento recupera 'El columpio', novela en la que Fernández Cubas despliega magistralmente su interés por lo onírico y va introduciendo al lector en una atmósfera de misterio


Encumbrada como una de las mejores cuentistas de nuestra literatura -no en vano ganó el Premio Nacional de la Crítica en 2016 con La habitación de Nona-, cualquier libro de Cristina Fernández Cubas (Arenys de Mar, Barcelona, 1945) es siempre una gran noticia. Y eso mismo es la decisión de Firmamento de recuperar El columpio, publicada por primera vez en 1996. La novela se abre con una frase entre misteriosa y naíf: "Un día, mucho antes de que yo naciera, mi madre soñó conmigo". No es que la madre de la protagonista y narradora tuviera un instinto de maternidad tan desarrollado que le permitiera imaginar a su hija, no: es que la madre, siendo todavía una niña, vio en sueños a su hija adulta. Después, tuvo unas fiebres.


Ese episodio, una de las anécdotas que la madre, Eloísa, le contaba a su hija cuando le hablaba de su infancia en la Casa de la Torre, al otro lado de los Pirineos, termina por ocupar el centro de esta novela redonda, precisa y absorbente. Esa frase, que para la hija era una invención, es el caramelo que se nos ofrece para entrar en esta historia que en principio cuenta la visita de la protagonista y narradora a la Casa de la Torre tiempo después de la muerte de su madre. Es el regreso de la propia Eloísa a la casa a través de su hija, que conoce el lugar y a los tíos -dos hermanos y un primo de su madre- por lo que ella le contó, pero a los que nunca ha visto.


El columpio cuenta el viaje que sirve como marco de la novela, salvando la historia del sueño de la madre niña soñando con la hija. Ese coqueteo con lo sobrenatural ha de tomarse como una pista de en qué se va a convertir el libro delante de nuestros propios ojos y a la vez sin que nos demos cuenta: ahí está la maestría de Fernández Cubas, que trabaja aquí como una maga, desarrolla el truco sin que seamos capaces de pillarlo.


La protagonista y narradora, que no tiene nombre, acude a la casa familiar de su madre por primera vez: llega de Francia, ha de tomar varios transportes y no sabe si la carta que envió unas semanas antes avisando de su visita ha llegado, porque no ha obtenido respuesta. Pero ella está decidida a conocer sus orígenes. Hay un poco de culpa por no haber hecho ese viaje con su madre cuando aún estaba viva. Hay curiosidad y cierto temor: va a confrontar la imagen que se hizo a través del relato de la madre con la realidad.


Lo primero que descubre es que la carta no llegó. La casa es un lugar rodeado de cierto aura de misterio y sus tíos son unos personajes peculiares en el pueblo: el lacónico Tomás; Lucas, empeñado en escribir un libro de recetas en clave y Bebo, el primo. Eloísa y él decían que se casarían de mayores, aunque los hermanos no estaban del todo de acuerdo. Descubre el desván donde jugaba su madre; "era la reina del diábolo", le cuentan los tíos, mientras ellos construían canales en el jardín o la columpiaban.


Y descubre también las cartas que su madre enviaba. De un cierto extrañamiento se va pasando a la angustia; de un tímido costumbrismo, al relato psicologista, y así, esta novela breve se va transformando como un organismo vivo y coquetea con el terror: "La lluvia golpeaba los cristales. Abrí la ventana y aspiré el aire de la noche. Un relámpago iluminó el jardín. Pero fue como si, al mismo tiempo, alguien, no muy lejos de allí, hubiese encendido un rótulo: FONDA. HABITACIONES. COLMADO".


A pesar de las pocas páginas y de lo concentrado del relato, hay espacio para personajes que oxigenan el libro, como la dependienta de la tienda, Modas París; otros que agrandan el aura de misterio, como las Raqueles. Y hay por supuesto espacio para la exploración de los caminos de la mente, un asunto que le interesa a la escritora y cuyos caminos transita siempre con destreza. "Ahora era yo quien tenia la certeza de haber estado durante aquellos días balanceándome en un columpio, suspendida en el aire, ingrávida sobre un inmenso abismo. Hacia atras, hacia delante... De nuevo hacia atras. Sujeta al mismo vaiven que a ella, de nina, la impulsaba milagrosamente hacia delante", escribe la narradora poco antes de emprender el viaje de vuelta y abandonar la casa.


Al final de El columpio, el misterio sobrenatural queda desvelado -que no explicado- por la narradora. Pero lo hace de un modo ambiguo, sin terminar de romperlo, para que conserve el encanto de las cosas que no se saben del todo.


La irrupción de lo fantástico

"Cuando empecé a escribir, no me propuse jamás escribir algo fantástico. Lo fantástico es un elemento que aparece sin que yo lo convoque y que de repente perturba una situación la mar de tranquila", explica la autora. "Durante mucho tiempo fui reacia a catalogarme en lo fantástico, me parecía una mera etiqueta, pero con el tiempo he asumido que hay muchos elementos, como los sueños, que rompen los límites de eso que llamamos realidad".






   
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