Martes, 26 de noviembre de  2024



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Luisa Carnès, la escritora pasa de ser un nombre borrado por la Historia a entrar en el canon literario y en una serie de las tardes de TVE
acec15/9/2023



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Hace menos de una década, el nombre de Luisa Carnés y el título de su mejor novela, Tea Rooms. Mujeres obreras, solo los conocían un puñado de estudiosos (pocos) de la literatura española de la Segunda República, y quienes habían buceado sobre las rupturas del exilio español. No estaba en los programas universitarios de literatura, casi nadie la había leído.


Dentro de unos días, ese nombre, Luisa Carnés, rodará todas las tardes en los créditos finales de la nueva telenovela de TVE, al estilo de Amar en tiempos revueltos, porque el canal público estrenará Salón de té La Moderna, un serial que se espera longevo, basado en la novela de Carnés de 1934. Además, muchos alumnos de bachillerato que acaban de arrancar el curso se encontrarán con Tea Rooms como una de las lecturas obligatorias.


Refleja el ambiente del Madrid de los años treinta, basándose en su experiencia como camarera de un salón de te

Ese viaje, el ingreso definitivo de Luisa Carnés en el canon de la literatura española del siglo XX, ha sido tan anómalo como inevitable. Es poco sorprendente que una autora autodidacta, mujer, comunista y exiliada, una de Las Sinsombrero que quedaron ocultas por la nómina habitual de la generación del 27, quedara relegara al olvido. Y es igual de poco sorprendente que ahora suscite un enorme interés.


Para empezar, ¿qué es Tea Rooms. Mujeres obreras?, ¿de dónde sale? El libro, una novela coral y de iniciación en la que Carnés tiró de su propia experiencia como camarera en un salón de té del centro de Madrid (en la primera edición, se calificó de “novela reportaje”) fue el tercero de los que llegaría a publicar la autora antes de que la Guerra Civil y el exilio truncasen su camino. El libro tiene forma de retrato coral y claras intenciones políticas, de denuncia de las condiciones de empleo de esas mujeres que cobraban tres pesetas al mes, un sueldo insuficiente, y que además tenían que aguantar la subordinación al amo, en sus hogares y en el trabajo. Matilde y las otras camareras del salón de té eran quienes servían las meriendas a las mujeres distinguidas que iban al Lyceum de Madrid y que aparecen en las novelas de Elena Fortún, aunque luego la guerra y el exilio redujera a todas, a las Carnés y a las Fortún, al mismo ostracismo.


Su principal obra es una novela feminista de los años treinta, que ha tardado 90 años en encontrar su público

Publicada en 1934, Tea Rooms no volvió a editarse en España hasta el 2014, en una tirada minúscula de Lance, el sello de los libreros de viejo de Madrid, y gracias al empeño de un profesor de instituto e historiador, Antonio Plaza, que conocía la obra de Carnés y estaba en contacto con su familia. Dos años más tarde, en 2016, el crítico y profesor universitario David Becerra, otro admirador temprano de la obra de Carnés, habló de Tea Rooms a los editores del sello asturiano Hoja de Lata. “Nos hicimos con un ejemplar y alucinamos con lo que planteaba, con la fuerza que tenía, con la vigencia de muchos de sus planteamientos. Vimos que Tea Rooms tenía un interés claro para un público generalista y contactamos con la familia para obtener los derechos”, explica Daniel Álvarez, de Hoja de Lata. Su intuición no se equivocaba. Con el empuje de autores contemporáneos como Marta Sanz, que en un epílogo dice de ella que “Carnés contradice los axiomas de una literatura escrita al dictado del poder”, demostrando que una mujer comunista puede escribir “mejor” que un “hombre que hace gala de una neutralidad que lo coloca al lado de los dioses” y que “una autodidacta puede escribir mejor que un universitario de la Residencia de Estudiantes”, Tea Rooms se convirtió en una de las sorpresas de la Feria del Libro de Madrid del 2016.


Desde entonces, el sello ha hecho 15 ediciones más, incluida una conmemorativa, y lleva unos 25.000 ejemplares vendidos. “Cada año tenemos que reimprimir, es nuestro long seller. La canonización se está haciendo de manera correcta, sin prisas y sin forzar. Agradecemos muchísimo a las profesoras que están metiendo a Luisa Carnés en los temarios. La literatura tenía una deuda histórica con ella”, dice Álvarez.


Muchos alumnos de bachillerato se encuentran este año con ‘Tea Rooms’ como lectura obligatoria

Una de esas profesoras es Rosa Linares, docente de literatura española en el instituto María de Molina de Madrid y coautora, junto a Guadalupe Jover, de un itinerario lector que ha compartido en redes y que formó parte de la redacción de la Lomloe, la última ley educativa. La idea es partir de Tea Rooms para hablar de feminismo y compromiso político en la edad de plata, de la Guerra Civil y de Clara Campoamor, y desembocar después en otras autoras, como Carmen Martín Gaite. “El año pasado, ofrecí el libro en un módulo de segundo de bachillerato, podían escoger entre Luces de bohemia y Tea Rooms y me sorprendió que la mayoría optaran por Carnés”, explica Linares. “Las alumnas, sobre todo, me decían que tenían la sensación de estar leyendo una novela actual. Han tenido que pasar 90 años para que naciera un público que entiende el espacio ético y moral desde el que escribía Carnés”, dice. Hubo algunas diferencias de lectura por géneros en la clase. “Las chicas me decían: ‘Qué bien, siempre leíamos a hombres’. Y los chicos empatizaron mucho con el personaje del camarero a quien le matan un hijo los fascistas en Italia, porque es uno de los pocos personajes masculinos importantes de la novela”. ¿Ayudará este año que en TVE vayan a estar emitiendo una serie basada en el libro? “No lo sé, si fuera Netflix sería otra cosa. Pero seguro que contribuirá a divulgar a Carnés”.


Valvanuz Vega, profesora también, del instituto Jorge Manrique de Tres Cantos, en Madrid, también la ha incorporado a su temario, rompiendo con la inercia que lleva a muchos centros a ofrecer siempre los mismos títulos a los alumnos: “El camino, La colmena, La casa de Pascual Duarte…”, enumera Vega. “Yo acabé la carrera en 1999 y tenía profesores que el siglo XX lo acababan en Lorca”, denuncia. Eso explica que muchas de estas profesoras tengan que enfrentarse primero a sus propios departamentos, poco amigos de cambios en los temarios y que tampoco llegaron a estudiar en su día la obra de Carnés en sus años universitarios. La primera vez que Vega se atrevió con Tea Rooms en clase chocó con un grupo de segundo de bachillerato “muy sanitario” y poco entusiasmado con la literatura, pero el año pasado cuajó en un grupo de bachillerato de artes “muy reivindicativo”. “Dio para un debate enormemente rico en clase, los alumnos detectaban cosas que no han cambiado tanto. Les interesó mucho la trama del aborto, que le cuesta la vida a una de las protagonistas”.


La editorial Hoja de Lata, que rescató el título, lleva 16 ediciones y más de 25.000 ejemplares vendidos

“Oh, imagínate leer Tea Rooms en bachillerato”, comentaba la escritora y periodista Anna Pacheco recientemente en X, el antiguo Twitter. A ella se lo regalaron “hace dos Sant Jordis” y no lo leyó hasta este año. “Pese a ser una obra de ficción, lo cierto es que Tea Rooms se puede leer como una suerte de etnografía de un salón de té distinguido de Madrid. Es imposible no percatarse de que la autora sabe de lo que habla, ha trabajado ahí. Me impresionó mucho la mirada finísima y lo crítica que se muestra frente a las formas de dominación hacia el patrón, al marido o a Dios. No había condescendencia, no había esencialización obrera”, señala. A pesar de que Pacheco tiene en mente eso que dice Alejandro Zambra en No leer contra las lecturas obligatorias en la escuela, también recuerda haber tenido profesores de literatura “bastante fascinantes” y celebra que ahora los alumnos se encuentren con esta oferta.


Mientras, la familia de la propia Luisa Carnés, que lleva en X una cuenta con su nombre, asiste “pasmada y agradecida” a todo lo que está sucediendo. Juan Ramón Puyol es nieto de la escritora, a quien apenas recuerda (tenía dos años cuando toda la familia sufrió el accidente de tráfico que costó la vida a Carnés en 1964) y se dedica en cuerpo y alma a divulgar la obra de su abuela, tal y como le pidió su padre antes de fallecer. “Lo que están haciendo las profesoras en bachillerato es revolucionario, tener el valor de meter mano en el canon, llevar a Luisa a las aulas… es un cambio copernicano”, dice este fotoperiodista jubilado, que nació en el exilio, en México, y llegó a Madrid en 1972, “vestido de hippy, con pantalones de campana y chaquetas de flecos”.


La negociación para la adaptación audiovisual de Tea Rooms ha sido larga y compleja. La familia aún confía en que se pueda hacer una película que sea una adaptación más fiel de la novela. La serie que estrenará en breve (aún no hay fecha confirmada, pero se sabe que será en septiembre), coproducida por la propia RTVE, Boomerang TV y la francesa Mediawan, será diferente. Por fuerza, los guionistas tendrán que inventar nuevas tramas y personajes para llenar los muchos capítulos que duran estos seriales cuando funcionan bien. “Es otro nivel, otra dimensión”, admite el nieto de la autora. “Sacará la obra definitivamente de los círculos de estudiosos. El Madrid de los años treinta es fascinante y tenemos mucha curiosidad por ver qué cosas añaden y qué cosas recrean”.


Una vida singular  -  Sombrerera y Sinsombrero

Nacida en el barrio de las Letras de Madrid, en una familia trabajadora, Luisa Carnés no tuvo mucho tiempo para formarse. A los once años empezó a trabajar como sombrerera y más tarde fue también mecanógrafa, telefonista y trabajadora en un horno pastelero. Mientras hacía todo eso militaba en el PCE y en la causa por el sufragio femenino. Y leía los folletines de la prensa y también a Cervantes, Tolstoi y Dostoyevski. Publicó su primer libro, 'Peregrinos del calvario', una colección de novelas cortas, con solo 23 años, y antes de los 30 se consolidó con 'Tea Rooms. Mujeres obreras'. Para entonces ya era asidua en la prensa de izquierdas. Durante la guerra se dedicó a la propaganda política –estrenó en el teatro Lara la obra militante 'Así empezó…'– y en 1939 tuvo que salir hacia el exilio. La historia de su huida está recogida en el libro 'De Barcelona a la Bretaña francesa', que en el 2014 recuperó la editorial sevillana Renacimiento. Ese sello publicó también 'El eslabón perdido', su novela del exilio, en la que narra la ruptura generacional entre los perdedores de la guerra y sus hijos, que crecieron oyendo hablar de una España que no existía. En México, Carnés siguió trabajando como periodista, firmando a menudo con el seudónimo de Clarita Montes. El 8 de marzo de 1964, la familia se desplazó a celebrar el día de la Mujer y sufrieron un accidente de coche en el que Carnés falleció, con solo 59 años. “Era un tema muy doloroso, a mi padre le costó mucho hablar del tema”, explica su nieto Juan Ramón. Calcula que aún queda un 40% de su obra por publicar y reeditar. Entre ese material inédito hay una novela que solo vio la luz en México sobre maquis. Aunque no formaba parte de los cenáculos intelectuales de los años treinta, a menudo se la incluye en el grupo de Las Sinsombrero, que renovó la literatura antes de la guerra.





   
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