Martes, 26 de noviembre de  2024



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Tirar de 'Scrabble' y coleccionar diccionarios: Núria Molines y lo que no se cuenta sobre la traducción
1/12/2023



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Núria Molines Galarza recibirá el próximo 4 de diciembre el XXVI Premio de Traducción Ángel Crespo. A la traductora valenciana, y profesora de la Universitat Jaume I, se le otorga este prestigioso reconocimiento por una obra en concreto, si bien lleva más de setenta títulos a sus espaldas. El hombre de jazmín de Unica Zürn, publicada en Wunderkammer, ha sido la destacada. Un libro que se convirtió, precisamente, en uno de los mayores retos de su carrera. La poesía anagramática de la escritora alemana llevó a la profesional a hacer uso hasta del Scrabble para poder componer poesía anagramática en lengua castellana, de la misma manera que lo hizo Zürn en su día en alemán. 


Son muchas las complejidades a las que se enfrenta, en realidad, una traductora. Si bien, en el caso de Zürn estas dificultades aumentan por la enfermedad mental que la misma sufrió. En El hombre del jazmín, Unica narra su paso por diferentes manicomios, algo que lógicamente terminó afectando a su escritura. Pese a ello, como Molines explica hace falta escuchar más voces como la suya, "que no escriben desde lo estándar y lo reglado". Sobre dicho título, los retos de la traducción y el futuro de la profesión conversa la profesional con Castellón Plaza.

-¿Qué te condujo hasta la obra de Unica Zürn?

-Conocía a la autora pero no la había leído todavía. Me escribió Elisabet Riera, de la editorial Wunderkammer, para proponerme la traducción. Vi el libro, las dificultades y problemas que tenía, y le dije que adelante. Leí biografías y textos suyos y me pareció una persona fascinante. Eso sí, en el libro era necesario poner contexto y explicar cómo había sido realizada la traducción. 


-¿Por qué? ¿Qué complejidades tenía?

-Tardé bastante, estuve todo el verano, y eso que es un libro cortito, pero como la autora hacía poemas a partir de anagramas era un trabajo. La poeta cogía un verso y a partir de sus letras hacia poemas. Para hacer yo eso en castellano, tenía que traducir el verso y después tratar de hacer poemas también. Eso me llevó mucho trabajo. Hasta saqué mi Scrabble, porque de cabeza no me salía. En realidad fue como un pasatiempo, aunque es de los libros más difíciles que he tenido que traducir. Pero una vez me puse a trabajar sentí mucho enganche. Independientemente del premio, me ha permitido seguir reflexionando e investigando al respecto. Me interesan mucho esas voces que no escriben desde lo estándar y lo reglado. 


-En sus libros se ponía sobre la mesa la compleja relación entre el arte, el deseo y la "locura”. ¿Cómo era esa escritura?

-Tenía un estilo muy particular, que queda reflejado sobre todo en El hombre del jazmín. Era una escritura, como digo, muy apartada del estándar. Parte de sus delirios quedan reflejados en el texto. Siempre se refiere a sí misma en tercera persona, como disociando lo que le está sucediendo. A veces entra en bucle y la escritura se vuelve más fragmentaria. Por eso, me parecía importante que esto se mantuviera. No normalizar su escritura y pasar una pátina de cordura, porque al final ese texto literario es muy bello.  


-¿Hubiera sido Unica Zürn más comprendida hoy? ¿O el estigma de las enfermedades mentales sigue muy vivo?

-Sigue presente. Lo que es cierto es que se han recuperado últimamente muchos relatos de mujeres que pasaron por diferentes manicomios, como Kate Millett o Alda Merini. Mar García Puig publicó hace poco La historia de los vertebrados. Se está prestando más atención a esos testimonios y eso quizá ayuda a la desestigmatización. 


-¿Crees que precisamente esta imagen de “mujer loca” provocó que, posteriormente, su obra no gozará de tanta representación?

-No sabría decirte. Ella se suicidó siendo joven. Y ese final abrupto a su carrera hizo que también no acabara de despegar del todo. El reconocimiento le vino más a posteriori que en vida. 


-El libro incluye textos inéditos, pero además algunos de los dibujos que realizó durante su internamiento. ¿Hay que mirar la traducción más allá y no limitarse a coger un texto y generar otro? 

-Sí, aunque depende del tipo de edición que queramos hacer. Esta es una edición anotada, para dar contexto, pero no es filológica. Tiene algunas notas y para eso acudí a su correspondencia y a la biografía que se escribió de su obra. 


-¿A la hora de decantarte por una traducción u otra que pesa más; el gusto personal o el valor social que pueda está tener?

-Depende mucho de los encargos que lleguen. A veces te puede gustar más o menos. En mi caso, es verdad que desde hace años tengo la suerte de elegir bastante. Quizá la función social no sea algo que mire, pero sí que tenga músculo literario o si me atrae la cuestión que se aborda.


-¿Qué es lo más alejado a ti que te ha tocado traducir?

-Cuando empecé los primeros textos que tuve que traducir eran como manuales para emprendedores. Algo que no tiene nada que ver con los textos que ya, por suerte, he podido trabajar. 


-También has hecho cómic. ¿Dirías que es más agradecido que una novela?

-Me gustan las dos cosas por igual. Cada género tiene su aquél. El cómic me gusta mucho, sobre todo las novelas ilustradas infantiles. Intento intercalar encargos de narrativas con cómic, porque con estos entra un poco de aire. Eso sí, tienen sus dificultades, como la restricción de los espacios o darles la naturalidad que necesitan.


-Después de más de 70 libros publicados, ¿qué es lo que te engancha de la traducción?

-Al final es la gran oportunidad que tenemos de escribir libros todo el día. Escribimos traducciones, como dice mi compañera Julia Osuna, y eso te permite que pasen libros maravillosos por tus manos. Y que esto sea el pan de cada día es para mí una suerte inmensa. 


-¿Hay alguna obra que te hubiera gustado traducir y todavía no lo has hecho?

-Me hubiera gustado mucho alguien de la 'Generación Beat' estadounidense. Creo que hubiera sido muy divertido.


¿Puede ser la Inteligencia Artificial un problema para las traductoras? ¿Temes que acaben ocupando vuestro lugar?

-Puede ser un problema si las editoriales dejan de valorar lo humano. Una IA nunca va sustituir lo que podemos hacer las traductoras. Puede haber editoriales que quieran una traducción mediocre y miren por el beneficio económico, pero confío en que cuando alguien tiene una editorial lo que quiere es sacar proyectos de cierta envergadura. A la hora de traducir es importante tomar pequeñas decisiones, ajustar el tono... Se decide en lo más concreto para que el texto siga siendo literatura. Una IA nunca va a generar literatura, pero sí un texto. 


-Diriges, además, la revista de investigación feminista de la UJI Asparkía. ¿Se generan conexiones entre ambos trabajos?

-Sí y no. Al final entré en el Instituto de Estudios Feministas, a parte de por un interés temático personal, porque me fueron llegando más encargos de autoras y me fui formando más en feminismo. A partir de coordinar un monográfico, me llegó la oportunidad de dirigir. Pero aquí no escribo, solo coordino.


-Decías en una entrevista con Verlanga que también coleccionas diccionarios. ¿Cómo es esto?

-Me gusta. Soy muy analógica, intento tenerlo todo en papel. Y siempre que hay algún diccionario de segunda mano en las tiendas, miró a ver si me encaja. Pero no pretendo tener una colección concreta. Igual algunos son sobre argot antiguo, otros de gastronomía y de electrónica. Nunca sabes en una traducción qué problema te vas a encontrar. 




   
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