Huéspedes de la Sala de Espera, tema principal de mi presentación, es para mí muy especial y en la cual he puesto todo mi tesón, para que atraiga al leedor y hacerle cómplice de todo lo que se va narrando. Contado siempre en presente y en primera persona. (Por cierto, con temas muy actuales, que ayudan a reflexionar). 

Todo y que el escenario se centra en una residencia, quiero hacer hincapié que para suavizar o quitarle dureza a lo que la palabra representa, la vida de la protagonista Alexandrine, eclipsa por completo otros factores y situaciones, de los distintos hospedados, (algunas variopintas y otras desoladoras), y que para muchos, dependiendo de la situación y actitud, el lugar, es como un ‘hotelito’, donde han creado vínculos muy estrechos y familiares.  

Ella y los abueletes, –como son nombrados en la novela– se preocupan el uno del otro y explican como han sido sus avatares y vivencias antes de llegar a esa colina de las afueras de Estrasburgo, donde, majestuoso, se alza el edificio palaciego, totalmente transformado para cubrir las necesidades de los residentes, y que legaron a la ciudad  unos marqueses sumamente ricos, que no tuvieron descendencia.   

Esta novela, no os dejará indiferentes, ya que el tiempo, juega y zigzaguea por las biografías de los abueletes, en las que os veréis absorbidos por sus vivencias. 

Alexandrine, después de haber sufrido un grave accidente que la deja en silla de ruedas, busca en sus “alforjas”… y averigua que tiene un gran potencial para escribir, descubriendo que sus manos pueden bailar, correr y saltar con las palabras a través del teclado  y escribir novelas, llegando a ser una prestigiosa escritora.

Varios, han sido los años, hasta que no la he dado por terminada. Es una entrañable historia, la cual he repasado, matizado y corregido con escrupulosidad. Ya que me considero meticulosa y perfeccionista, en el momento de realizar cualquier trabajo.

Este perfeccionismo, quizás se ha visto incrementado, al ser también pintora… Y como al público le tengo muchísimo respeto, intento, que cuando hago algo que puede ser juzgado o analizado por otro sentir, siempre pongo en ello mi mejor hacer. –Aunque la perfección, sé que  no existe–.