Martes, 26 de noviembre de  2024



Català  


Barcelona, la ciudad de los escritores
X. Ayen9/4/2018



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En los años sesenta y setenta, Barcelona se convirtió en la capital de las letras latinoamericanas. Autores de todo el orbe hispanohablante vinieron a instalarse y contribuyeron a crear una atmósfera efervescente y una comunidad literaria que, entre otras cosas, con el paso del tiempo, dio dos premios Nobel (García Márquez y Vargas Llosa, vecinos de Sarrià) y tres Cervantes (Vargas Llosa, Jorge Edwards y Sergio Pitol). ¿Cuál es la situación actual? ¿Sigue manteniendo esa capacidad de atracción?


La respuesta es clara: sí, la mantiene, pero transformada. Una visión de los escritores que viven en la ciudad –el gráfico de la página siguiente no es exhaustivo– indica que sigue siendo un destino preferente para aquellos que aspiran a labrarse una carrera literaria y para los que ya la tienen aunque ahora le han salido rivales de peso, como Ciudad de México o Madrid. Al embrujo latinoamericano se le añade el francés –con dos premios Goncourt, Mathias Enard y Jonathan Littell– y el caso de autores en catalán que proceden de otras culturas, como Najat el Hachmi, nacida en la marroquí Nador, o las argentinas Flavia Company o Silvana Vogt. Además de las principales editoriales y agencias literarias, la ciudad cuenta con una oferta formativa atractiva –el máster de creación literaria de la UPF, la escuela de escritura del Ateneu, o los máster de edición de la UB, la UAB o la UPF, entre otros– y un clima envidiable. Faltan, eso sí, más becas específicas a la creación y una residencia de escritores.


El colombiano Ricardo Cano Gaviria puede presumir de haber sido pionero. Llegó en 1969 y, entre otras cosas, realizó un libro-entrevista al joven Mario Vargas Llosa que le publicó Anagrama, El buitre y el ave fénix. Su visión es más bien nostálgica: “En 1888, con la Exposición Universal, los latinoamericanos creía-mos que Barcelona era la capital de España. En 1969, con el boom, que era la capital del idioma español... Hoy, buque fantasma o stultifera navis, la ciudad de los grandes boulevares amada por Walter Benjamin, es una sombra de lo que fue”.


Silvana Vogt, también librera, llegó en el 2002 “huyendo de una Argentina que, por culpa del corralito, me negaba los libros del único escritor que quería leer... y me vine a la ciudad donde él escribía”. Opina que Barcelona “es previsible y, por tanto, un lugar seguro para poder narrar el mundo siempre imprevisible, desequilibrado y mágico de la ficción. En mi país, no podría escribir una sola línea porque la vida ya es demasiado literaria”. ¿Algo que no le guste? “El nivel lector del país es francamente mejorable. Y la formación de los actores del sector: un día, una bibliotecaria me preguntó si esa Maria Mercè Marçal que yo tanto citaba, asistiría a la tertulia. Se hacen cosas epidérmicas, pocas que vayan al núcleo de las cosas”. Ahora está escribiendo una novela “en argentino”, que será “mi despedida a la lengua materna” pues su producción literaria es ahora en catalán.


Santiago Roncagliolo llegó hace doce años, “porque me enamoré de una mujer en Barcelona”. Entonces, “todavía era el gran meeting point internacional, para un escritor latinoamericano en el 2006 lo mejor del mundo era Barcelona, sin ninguna duda. En mi generación, los empresarios jóvenes se iban a Estados Unidos y la gente de la cultura a Barcelona”. Cree que “en general, en toda España, la gente mira más para adentro. En el 2006 toda Europa era más abierta. Hoy, sus preocupaciones son europeas, se ha reducido la capacidad de consumo y cada vez se lee menos a los autores de América Latina, que a su vez es un mundo cada vez más integrado, en Chile, México o Colombia no importa de qué otro país vienes, lo que sucedía antes en Europa. Hoy conozco más españoles que se van a América Latina que al revés”. En concreto, cree que “el idioma español, la literatura en español, no interesa tanto al público ni a los medios ni al Estado. Eso ha venido acompañado de un gran crecimiento de América Latina, sobre todo de la locomotora mexicana, una máquina de producir libros, películas, grandes ferias... Cada vez hay más lectores en esos países. La capital de la lengua española se ha trasladado a México. España sigue siendo el país con más lectores pero ya no es el lugar donde más lectores tiene un autor latinoamericano”. En cuanto al caso catalán, cree que “al separarse de España, Catalunya se separa de América Latina. Cualquier nacionalismo –ya sea español, catalán o francés– sobrevalora la identidad propia y eso te aleja de las demás”.


El francés Mathias Enard llegó hace 18 años. “Entonces no escribía nada –cuenta–, soy absolutamente una creación de Barcelona, la ciudad donde escribí mis primeras obras y en cuyo ambiente literario crecí, en lugares como la redacción de la revista Lateral, que dirigía por cierto un húngaro y donde colaborábamos muchos”. Lo que le atrajo a Enard fue “mi pasión por el Mediterráneo, que me hizo vivir antes en Siria, Libia u Oriente Medio, quise completar el cuadro con una ciudad más occidental”. Él ve el proceso político actual como algo “muy interesante y apasionante, esta ciudad es muchas cosas: un agente cultural español, un centro de atracción europeo y ahora también capital de la lucha por conseguir un Estado nuevo en Europa. Aunque todos los hechos recientes sean un poco tristes, como punto de observación es un lugar privilegiado”.


Las anécdotas que la comunidad de escritores genera son, lógicamente, interminables, desde que a la estadounidense Katherine Slusher se le llenó su piso de La Rambla de okupas cuando estaba escribiendo un ensayo o que Laureano Debat acabó compartiendo piso –inicialmente sin saberlo– con dos prostitutas chilenas durante un año, lo que le ha generado abundante material para un próximo libro. Debat es uno de los pocos autores que ha reflexionado directamente sobre la ciudad en su libro de crónicas Barcelona inconclusa (Candaya), que abarca todo tipo de temas: política, deporte, moda, sociedad, ocio nocturno… y analiza a los barceloneses desde un punto de vista casi antropológico. “Este es el libro que me hubiera gustado leer cuando yo llegué a Barcelona”. Él vino desde La Plata, donde fue alumno de catalán durante dos años, lo que le permitió conseguir “una beca para los alumnos de casals catalanes, luego tuve trabajos precarios, repartiendo flyers y esas cosas…”. Además del boom, vino “por la movida multicultural y porque había gente que me interesaba mucho, de Enrique Vila-Matas a La Fura dels Baus”.


Sergio Álvarez dice que “América Latina mira a Barcelona, en parte porque la mayoría de libros que leemos han salido de aquí hacia nuestros países. Al llegar, muchos sueños se materializan y uno disfruta de una fiesta que supera todo lo que habría podido imaginar: Sant Jordi es para un escritor lo que el carnaval de Río de Janeiro debe ser para un bailarín de samba. No todo es fácil, Barcelona es una ciudad distante, a veces fría”. Pero tiene “un ecosistema del libro donde se pueden encontrar trabajos que tienen que ver con el mundo editorial”.


Juan Pablo Roa Delgado llegó en el 2000 y tiene una librería especializada en poesía en el barrio de Gràcia, Animal Sospechoso –también editorial y revista– y sostiene que “hay gustos distintos en Madrid y Barcelona. En Madrid gusta más una poesía discursiva, coger un tema y desarrollarlo en un poema de dos páginas, aquí se prefiere algo más depurado, sucede algo parecido en el diseño”. Como organizador de eventos literarios, cree que “eso de que baja el público es más psicológico que real. Mis recitales llenan, estamos como sardinas. Hay ganas de espectáculo y recitales, eso lo viven todas las librerías, que se han convertido en pequeños centros culturales para atraer gente”.


La lista de autores residentes es interminable. A los nombres que aparecen en el gráfico cabría añadir muchos otros, de todas las edades, como los argentinos Aníbal Cristobo (Buenos Aires, 1971), Dante Bertini (Buenos Aires, 1945) o Neus Aguado (Córdoba, 1955), la venezolana Ana Lucía de Bastos (Caracas, 1983), el francés Jean-Yves Bériou (Jeumont, 1948), los peruanos Ana Carolina Quiñonez (Lima, 1988) o Magdalena Chocano (Lima, 1957), el ecuatoriano Mario Campaña (Guayaquil, 1959) o el estadounidense Joseph Wilson. Muchos ya están consagrados y de otros oiremos hablar cada vez más.


Xavi Ayén

Artículo publicado en el diario La Vanguardia



   
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