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Mercedes Formica, la falangista feminista
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Mercedes Formica, la falangista feminista
  12/4/2025



V erano de 1953. Antonia Pernía Obrador agoniza. “Una mujer apuñalada por su marido”, cerraba la prensa, lacónica, el asunto, como si Antonia hubiese sucumbido por un azar del destino, por un atropello inevitable o un tiesto que cae desde una azotea empujado por un mal viento.

Antonia había intentado separarse varias veces, pero aquello suponía perder la casa y la custodia de los hijos. No vio otra salida que aguantar la violencia del marido, que acabó asestándole doce puñaladas.  El 7 de noviembre de 1953 Mercedes Formica publica en ABC “El domicilio conyugal”. Tras tres meses retenido por la censura, el artículo será impreso bajo la responsabilidad del director del medio, Luis Calvo, generándose un debate sin precedentes en la España franquista. El periódico recibió más de cien cartas diarias, mientras se publicaban artículos y tribunas debatiendo lo denunciado por la abogada gaditana.

“La muerte de la desgraciada mujer la provocó la convivencia. Nuestro Código Civil, tan injusto con la mujer en la mayoría de las instituciones, no podía hacer una excepción con la esposa que se ve en el trance de pedir la separación”. Josefina Carabias dijo entonces que Formica había sido “la mujer que puso el dedo en la llaga”.

El aullido desesperado de la abogada traspasó nuestras fronteras. La agencia Magnum, dirigida por Robert Capa, envió a su única reportera, Inge Morath, que retrató a nuestra protagonista como parte del reportaje World of Women, en el que aparecía junto a la científica norteamericana Eugenie Clark, la doctora Han Suyin y la reina Federica de Grecia.

En 1956 el juzgado de primera instancia número 3 de Madrid emitió una sentencia en la que se decía que la esposa podía seguir viviendo en el domicilio conyugal, materializándose por primera vez una de las peticiones de Formica. Hasta entonces, la casa familiar era considerada propiedad del marido, con el consiguiente desamparo de la mujer en caso de separación.

La sentencia obligó al Gobierno a realizar una reforma del Código Civil, inmutable desde el siglo XIX.  La llamada “reformica” entró en vigor en abril de 1958, modificando sesenta y seis artículos, como aquel que establecía que el adulterio solo era causa de divorcio en caso de ser cometido por la mujer. Así mismo, el “domicilio del padre” pasó a ser conyugal, con lo que se abría la posibilidad de que la mujer pudiese permanecer en él junto a su descendencia.

Mercedes Formica nació en 1913 en el seno de una familia gaditana marcada por la separación de sus padres. Estudió en la Facultad de Derecho de Sevilla y continuó sus estudios en Madrid, donde se hizo de la Falange de José Antonio, dicen que fascinada tras escuchar por radio el discurso fundacional del Teatro de la Comedia. Fue entonces designada como delegada del SEU femenino en Madrid.

Por aquellos años, y hasta la Guerra Civil, tuvo relación con Pepín Bello, con Sánchez Mejías, con Jorge Guillén o con García Lorca, al que idolatrada. La Guerra Civil le pilló en Málaga, en la que llevaba unos meses viviendo con su familia. Allí pudo ver de cerca el horror de la guerra, plasmado en su novela Monte de Sancha (1950). Consiguió escapar a Sevilla, donde se casó poco tiempo después con Eduardo Llosent y Marañón, que editaba en la ciudad hispalense la revista Mediodía, órgano de expresión de los miembros de la generación del 27.

Tras la contienda terminó la carrera y se convirtió en una de las tres mujeres que ejercían la abogacía en la capital de España. Mientras, publicaba obras como Bodoque (1945), La ciudad partida (1951), A instancia de parte (1954), La hija de Don Juan de Austria (1973) o sus memorias, en una trilogía: Visto y vivido (1982), Escucho el silencio (1984) y Espejo roto y espejuelos (1998).

Falangista de primera hora, tuvo relación con algunos de los intelectuales más importantes del Régimen: Sánchez Mazas, Eugenio Montes, César González-Ruano, Edgar Neville o los poetas Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco y Leopoldo Panero se encontraron entre sus amistades. Dirigió la revista Feria, publicó en Escorial y colaboró con el Instituto de Estudios Políticos, transitando caminos totalmente desconocidos para las mujeres de su época.

A principios de los años cincuenta la todopoderosa Pilar Primo de Rivera le encargó una ponencia para el I Congreso Femenino Hispanoamericano Filipino. En el texto reivindicó la incorporación plena de la mujer al mundo del trabajo, por lo que los organizadores acabaron por retirar su texto acusándola de “feminista”. Cuando falleció, en el año 2002, ya había sido olvidada muchos años antes: “Me colocaron la etiqueta de fascista y nadie se preocupó en saber si lo era o no. Nadie se ocupó de mi labor”.

Cristóbal Villalobos-Zenda




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