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DARSE DE ALTA
Quan Jurapi era déu
Teresa Costa Gramunt 3/2016



Una madrugada de julio aterrizamos al aeropuerto de Sao Paulo. Así empezó mi viaje por varios lugares de Brasil, que hay que considerar un verdadero subcontinente. Se trata de un viaje a Brasil, es decir, una pequeña panorámica personal del descubrimiento, puesto que conocer Brasil requiere años, tarea difícil para el viajero de ocasión. La cultura brasileña es una cultura mestiza. Varias etnias indias habitaban este territorio, etnias que tenían su cultura y sus dioses. Un dios destacaba: Jurupari. En el siglo XVI, con la conquista, los portugueses emprendieron la evangelización de Brasil que, al parecer, requirió varias fases que incluyen la presencia de Tupá, una deidad que proviene de la mitología de los indios guaraní. Los viejos Jurupari y Tupá han sido superados por la Historia, como un día en la cultura grecolatina fue superado el viejo Zeus. Una vez instalado el cristianismo, la realidad de Brasil, en materia religiosa, ha ido más lejos. Como en otros países de América, los esclavos africanos han dejado una huella profunda. Tan profunda es esta huella, que, a los oídos del viajero, resuenan nombres rítmicos y exóticos como Macumba, Candomblé, Umbanda, Quimbanda… Son nombres de religiones afrobrasileñas. No es fácil conocer las diferencias que a veces son sólo de matiz. Al final del libro incluyo un pequeño glosario orientativo al respeto. Otras imágenes pueblan este poemario que, yendo a las raíces, llega hasta nuestros días descubriendo paisajes de favelas y sintiendo, por empatía, el luto por las muertes de los niños de la calle.




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