Ángeles bailando en la cabeza de un alfiler
Pepe Ribas
11/2024
En la segunda mitad de la década de los setenta, Barcelona vivió una explosión libertaria cuyos ecos se replicaron, en mayor o menor medida, en gran parte de España. Se vivía la etapa más creativa en un país en el que había teatro independiente sin teatros, vanguardias sin escuelas ni museos, lectores y compradores de libros sin bibliotecas públicas. Una parte de la generación más joven supo cultivarse y crear sin reglas ni mandatos: las consignas, si existían, las arrastraba la brisa hasta el camión de la basura. Como en una coreografía acelerada y delirante, Pepe Ribas (fundador de la mítica revista Ajoblanco) evoca aquella efervescencia libertaria que se desarrollaba sobre un confuso trasfondo social de ilusión y miedo, libertad y un atrevimiento hasta la asfixia, en el que todo parecía posible. El espejismo terminó desvaneciéndose: las instituciones y los partidos políticos maniobraron para, primero encauzar, y luego ahogar, esta fuerza libertaria demasiado imprevisible para la ortodoxia política (tanto de derechas como de izquierdas). Envolvieron la contracultura en diseño, sentimiento nacional y negocio, la alegría se transformó en interés individual y en neurosis. De compartirlo casi todo se pasó a la competitividad y a la insatisfacción bañada en alcohol. La heroína empezó a sembrar la calle de cadáveres y delincuencia. Pero ese espejismo no fue en vano: gran parte de su legado ha permeado hasta nuestros días a través del ecologismo, el feminismo, la liberación sexual y la cultura libre e independiente.
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