La mirada desobediente de Adriana Hoyos y Cartas apócrifas de Antonio Beneyto, publicados por la editorial Devenir fueron presentados en Barcleona por el editor Juan Pastor y por el arquitecto Francesc Cornadó. Son dos libros que pueden parecer dispares, el primero es un libro de poesía y el segundo un conjunto epistolar apócrifo. Sin embargo, después de una primera lectura, resulta que contienen muchos puntos en común. Se trata de la obra de dos artistas que fundamentan su expresión en la imagen.
Adriana Hoyos es una directora de cine y su material es la imagen y Antonio Beneyto es el más genuino representante de la pintura postista, es un creador plástico y su mundo es el de las imágenes. Adriana Hoyos fija en sus versos las imágenes como si fueran los fotogramas o una acción cinematográfica. En el caso de Antonio Beneyto son las imágenes transfiguradas, metamorfoseadas.
Nos encontramos ante dos autores que reflexionan y actúan. Ambos tienen un deimon, un diablillo, en sus dedos que inmediatamente ejecuta lo que su cerebro piensa. Esto empieza a ser, hoy, algo raro. Las nuevas tecnologías nos ofrecen instrumentos potentísimos que van anulando la relación “pensamiento-ejecución”. Parece que con los nuevos artefactos, la acción creativa se va reduciendo a casi nada. Pero Adriana Hoyos y Antonio Beneyto nos enseñan cómo el artefacto poético continua presente en el cerebro humano. Aunque, visto el mal negocio de la historia, a lo mejor resulta más positivo que piensen las máquinas en vez de las personas. Yo no estoy en condiciones de decir si esto es bueno o malo.
La mirada desobediente de Adriana Hoyos
La poesía de Adriana Hoyos se caracteriza sobre todo por la concreción de las imágenes. Son imágenes poéticas que se pueden dibujar, son claras y con sus perfiles perfectamente detallados.
Hemos visto cómo algunos objetos del arte casual, del arte povera o del conceptualismo al ser tocados por el artista quedan convertidos en una obra de arte. Algo así ocurre con la obra de Adriana Hoyos que cuando dibuja con sus versos una realidad, ésta queda convertida en poesía.
Esta es la mirada de la poeta, una mujer que sabe pasar la cámara y que con su objetivo encuadra la realidad y luego dice “acción”.
Cartas apócrifas de Antonio Beneyto
En Antonio Beneyto fue primero la literatura, antes que la plástica, pero ésta permanecía agazapada mordiendo los vocablos desde su madriguera y saltando a la yugular después. En el mundo roto de Antonio Beneyto habitan los seres-tubérculo, las mujeres-pollo y las figuras oníricas que van creando un mundo de metamorfosis que lo engulle todo y esto se ve plasmado en su obra literaria.
En sus Cartas apócrifas podemos adentrarnos en aquel mundo roto que decía antes, en lo onírico, en lo post-surrealista o mejor dicho en un universo lógico-fobista, de fobia a la lógica o de transmutación. En estas cartas iremos descubriendo el diálogo que establece Beneyto con sus personajes que son amigos también del Conde de Lautreamont o de H. Michaux o de Alejandra Pizarnik.
Su escritura es una reflexión sobre el sentido de la realidad tangible, se mezclan sueños poéticos con duermevelas de formas imaginarias y de personajes que salen de las casetas de la razón.