Esto ocurrió en una librería, Casa del Llibre, durante la presentación de la novela, Barcelona no existeix, de David Castillo (Ed. Empúries).
Ocurrió después de la presentación que hizo Josep Lluch. Ocurrió más tarde, después de que el autor nos hablara de la novela pulp, de esas novelas populares de quiosco y las películas del oeste, después de mencionar la soledad de los poetas marginales, como Pere Marcilla (el título, Barcelona no existeix, procede de un poema suyo que encabeza la novela), o Xavier Sabater, recientemente fallecido; la crisis de la sociedad actual, la corrupción de la política, las migajas actuales del dinero público para cultura; o el laberinto de túneles de Barcelona, las viejas calles del Raval, las manifestaciones de los indignados: aquí citó la frase de un diputado que se quitó el traje y se puso ropa informal para mezclarse con los indignados de la Plaça Catalunya, y que luego comentó:
"La diferencia entre esos indignados y nosotros, los diputados, es que no sabemos levantar un campamento como éste".
Sucedió después, unas frases después de presentar Barcelona no existeix, un artefacto literario entre la política-ficción, la novela negra y la ciencia-ficción, libro en que los géneros se complementan: narrativa, poesía, ensayo, periodismo, y cuya acción transcurre en el año 2040, en una Barcelona en ruinas, apocalíptica, una historia de supervivencia de un viejo periodista que merodea por los barrios bajos y el submundo de las alcantarillas, y donde los libros abandonados ya no son recogidos ni "pels drapaires del centre". Por el centro, donde se mueve el mundo adulto, el poder, y por debajo, en las redes subterráneas, en los túneles, donde reptan y conspiran los jóvenes supervivientes de esa Barcelona.
Pero, como decíamos, lo que ocurrió vino después, cuando el autor ya nos había hablado de las novelas sentimentales de Corín Tellado y de las novelas del oeste de Marcial Lafuente Estefanía (a 5 pesetas el ejemplar), de Silver Kane y González Ledesma, del cirberespacio de Neuromant, de William Gibson (un fragmento de esta novela encabeza Barcelona no existeix), de las visiones apocalípticas de J. G. Ballard, del cómic y la música rock, etc., y después de descubrir y saludar a los asistentes que identificaba entre el público, mencionando nombres y oficios: un abogado de anarquistas, un cantante, traductores, poetas, una amiga latinista, críticos literarios, críticos de arte (Arnau Puig, que a sus ochenta y seis años acompañó a David Castillo en la ascensión tragicómica a la Sagrada Familia, por la escalera, con el consiguiente vértigo de éste). También nos habló de la parroquia de Sant Medir, donde se reúnen algunos voluntarios de la poesía para conceder el premio "Amadeu Oller" a poetas jóvenes.
Fue entonces cuando ocurrió. David Castillo abrió su cartera y nos mostró el objeto misterioso que llevaba dentro: una máscara de gas, fabricada en la ex R. D. Alemana, adquirida en uno de esos viajes que no le gusta hacer, explicó. Una máscara de gas para ciudadanos, para artistas y escritores, una máscara de gas para cualquier individuo que pretenda sobrevivir a los malos olores de esta época y a los insectos, un ejército de insectos que devoran los libros: "Tot un exèrcit de petis insectes els devorava pels marges. En una altra època, els fumigava. Ara em preocupaven més aquelles bestioles que no pas la majoria dels volums, sovint subratllats però que no recordava haver llegit", dice el protagonista de la novela. Sobrevivir, pues, a "la peste" de esta época, como dejó escrito Albert Camus.
En resumen: performance o presentación informal de un libro, con máscara de gas incluida, por si un día Barcelona no existeix.