Sosteniendo con una mano el libro que leía, y acompasando con la otra el ritmo de sus palabras, Carles Duarte recitó sus poemas en el teatro Gemayze de Beirut. Los versos en su catalán espléndido, traducido al francés, eran leídos por una muchacha musulmana con un discreto velo en la cabeza. Nunca en Beirut hubo una velada poética en catalán de este estilo. No cuentan las crónicas que Josep Carner, siendo cónsul en esta capital entre 1934 y 1935, leyese en público sus poemas. Duarte, presentado como “gran poeta catalán” por Cherif Majdalani, alma de estas jornadas literarias internacionales, eligió poemas del Tríptico hebreo de tema religioso, sobre Dios. “Un Dios que atraviesa las religiones -dijo el poeta- no está al servicio ni de una nación ni de una élite y no pertenece a ninguna tierra si no a la humanidad”.
El vent recorre la matèria
esquiva el gest del temps
retorna al lloc exacte
neix i reneix sense aparent fatiga
mutable e incessant
com un Déu transparent
inassolible…
O bien estos otros versos, siempre precedidos por citas bíblicas:
Alegret de la fruita
dels llavis que acullen el teu bes
del mar inasible
del Déu indesxifrable.
Natura els teus ulls
El blau ressó de l’infinit
Leyó este poeta del tiempo, que siempre gusta emplear el adjetivo efímero, un poema sobre la ciudad, sus fachadas, su decrepitud, con este verso: El somni és una porta oberta.
El poeta, filosofo y profesor libanés Jad Hatem -que ha estudiado la mística española, la poesía contemporánea catalana y que recibió el Premi Serra d’Or en 2014- ha escrito un ensayo La Lumiere, le poeme, la mort sur Duarte et Vinyoli, que se inicia con una cita de nuestro poeta.
Dono a cada gest
la intensitat de l’últim mot
Con una gran cultura bíblica dominando el espacio judío, Duarte ha expresado en su obra una gran atracción por el mundo fenicio. Uno de sus poemas está dedicado a la islita de Awad, ante la costa siria de Tartus. Y en uno de sus últimos versos del libro Qumran escribió:
Una veu cincellada pels dies
un oblit incessant que ens devora
a la pols tornaré sota l’ombra del cedre
Estoy percatado de que esta visita a Beirut ha colmado la ilusión viajera de muchos años de este ciudadano de L’Escala y Ampúries. En el Museo Nacional de Beirut admiramos el gran sarcófago fenicio de Ahiram, las antiguas figurillas fenicias, casi siluetas, que inspiraron a Giacometti. Nos dejamos fotografiar por unas simpáticas maestras musulmanas que acompañaban a sus alumnos de ambos sexos por las salas de exhibición. Después de la velada poética, subimos por las escaleras de la calle de San Nicolás, del barrio cristiano de Gemaize hasta la calle Sursok donde quedan los últimos palacios de la época otomana, ahogados por los pujantes rascacielos. Durante la cena en la Spagueteria italiana se cruzaron en la conversación nombres como los de mi pariente el canónigo Mosén Joan Bautista Manya Alcoverro, canónigo de Tortosa, sobre cuya ciudad Duarte escribió el Llibre de Costums, discriminado siempre por el obispado por su catalanismo, de Pere Gimferrer, o de mis amigos fallecidos el poeta Luis Maristany del Rayo y el exquisito traductor y conocedor de la poesía simbolista francesa Nicanor Ancochea, que Carles conoció en la Enciclopèdia Salvat donde trabajaban tantos licenciados de Filosofía y Letras. Nos envolvió la noche mediterránea del sábado cuando paseábamos por la corniche.
Tomás Alcoverro
La Vanguardia Blogs
15-5-2015