Las XIV Jornadas Poéticas Poesía/Sexo/Poesía elevaron la temperatura del Ateneu con la participación de Aute, Concha García, Valérie Tasso, Roser Amills y Eduardo Moga, Maria Sevilla y Unai Velasco, entre otros.
Del encuentro o cruce entre cuerpos sexuales y textuales iba la cosa “y” ya el nexo copulativo disparaba de la productiva –o quizá reproductiva, cabría decir– aliteración ansiedades y expectativas. Ésas eran las coordenadas implícitas de las XIV Jornadas poéticas de la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña (ACEC) que se celebraron el pasado 14 y 15 de diciembre en la Sala Joan de Sagarra del Ateneu Barcelonès, bajo el lema Poesía/Sexo/Poesía.
Tras la inauguración de rigor por parte del presidente la ACEC Miquel de Palol y la glosa de presentación del conferenciante a cargo de Pura Salceda, le tocó a Luis Eduardo Aute abrir fuego –o juego, mejor dicho, tanto poético como sexual–. Y el poeta, músico, pintor y polifacético artista nacido en Filipinas lo hizo echando mano del humor, a lomos de la aliteración, y de la reflexión seria, sin guión preestablecido en una suerte de coloquio con el público a sala llena y una cómplice: Pura Salceda. “Estoy improvisando, ¿se nota?”, confesó Aute, cuando sus tablas escénicas ya tenían al auditorio rendido. “Pero es que las cosas del sexo son así, no se puede ir con un manual. Se inventa con cada persona, porque cada una es un descubrimiento”.
Y su discurrir a la manera de un solo de jazz, no sólo le permitió repasar todas las variantes textuales de lo explícito, sino también sexuales, incluso la que se resuelve en completa soledad. “La masturbación es un acto de amor perfecto: nunca fallas, llegas siempre a donde tienes que llegar”, disparó provocador en un crear continuo de aliteraciones, antes de recitar algunos de sus poemas en mayor sintonía como “Éxtasis de ángeles caídos” del libro Templo de carne (1986) o populares canciones como Mojándolo todo.
Pero también se reservó lugar, entre las risas, para la reflexión profunda sobre “el gran misterio de la libido”, “el gran enigma de la vida” o “la fuerza primigenia” que alienta en un solo movimiento tanto la pulsión sexual como la creación poética, sin intentar descifrar un misterio de profana trascendencia que sintetizó en un ingenioso y nada ingenuo silogismo: “Creo en el sexo. El sexo es dios. Luego, soy creyente”. Para acabar definiendo ese “enigma de la creación” que es el sexo como “imaginación, descubrimiento, ingenio y sueño” en una completa identificación con lo poético “porque la poesía es su máxima expresión”.
Cosa que no se lo puso nada fácil a Roser Amills, Valerie Tasso y Eduardo Moga, ponentes de la mesa redonda “Sexo y poesía. Modalidades de lo explícito” de la segunda jornada. Porque de lo que se trataba era de ir más allá de la lícita identificación de Aute entre acto y palabra, para cuestionar las posibles articulaciones y conflictos entre el corpus sexual y el textual. Y las aliteraciones seguían allí sobre la mesa de un animado e interesante debate que encendió también al público, por la disparidad de posiciones.
Entre citas de soeces y deliciosas coplas mallorquinas, la poeta, escritora y provocadora internauta Roser Amills abogaba por “la honestidad” de una poesía erótica que llamara a las cosas por su nombre y “fuera una manera de desnudarse”. “A ver si entre tanta metáfora y eufemismo vamos a acabar con el sexo”, advirtió. Para la sexóloga y escritora de origen francés, afincada en Girona, Valérie Tasso la cuestión iba más allá de lo implícito –incluso de trasgresiones y tabúes, imprescindibles estos últimos, según su opinión, para garantizar el placer– porque “la poesía nunca habla de lo que habla”. Tesis que ilustró con textos de Leopoldo María Panero y Cortázar, entre otros. Y así planteando los términos, entre la mojigatería del eufemismo y la pornografía de lo explícito, el crítico, poeta y traductor Eduardo Moga complicó aún más las cosas al “definir lo pornográfico no por lo explícito, sino por lo exclusivo”. “Lo pornográfico deja de serlo cuando no habla exclusivamente de lo sexual”, argumentó el autor de Seis sextinas soeces (2008).
Pero en ese oscilar cuasi homofónico entre los textual y sexual, las jornadas no sólo se quedaron en el reino exclusivo de la palabra, sino que pasaron al acto, con dos recitales poéticos antológicos, de ritmos, temperaturas y emociones variadas. El del primer encuentro mucho más dinámico, ágilmente coordinado por Jaume C. Pons Alorda, en varias rondas de recitado, tres poemas por autor cada vez, para tres poetas convocados: la cordobesa Concha García, fundadora del Aula de Poesía de Barcelona (en castellano) y (en catalán) el vate barcelonés Lluís Urpinell y la joven poeta de Vilafranca del Penedès Anna Gual (1986). Y la segunda jornada también puso el acento en las nuevas voces poéticas con un recital más reposado y reflexivo, presentado por M. Cinta Montagut, en el que cada poeta se tomó su tiempo para comentar y glosar cada pieza antes de su lectura. Los jovencísimos Maria Sevilla (en catalán) y Unai Velasco (en castellano) leyeron sus versos ante un público entregado por partes iguales a la trasgresión expresiva de una y a la dulce musicalidad de otro. A la brava o con ternura. Como en el sexo, las dos opciones son buenas.
Las XIV Jornadas Poéticas transgresiones del verso en Barcelona