Los profesionales de la traducción literaria somos una especie opaca: somos artesanos creativos anónimos, con un reconocimiento público bajo o muy bajo, sobre todo teniendo en cuenta que el éxito y la buena recepción de una obra extranjera dependen de la calidad no solo del original, sino también de su traducción. Esta característica, paradójicamente tan evidente, podría cambiar con la colaboración, sencilla y gratuita, de las editoriales y los medios de comunicación, si las primeras se comprometieran a estampar el nombre del traductor en la cubierta de los libros y a hacerlo constar en todas las fichas de sus webs, y los segundos se decidiesen a hacer aparecer sistemáticamente el nombre del traductor en cada una de las reseñas o de las críticas que publicasen.
Por todo ello, los abajo firmantes, traductores, escritores, libreros, bibliotecarios y lectores en general pedimos a los editores y a los profesionales de la comunicación que se impliquen activamente en el propósito de hacer visible el trabajo de los traductores, haciendo constar el nombre del autor de la traducción detrás del nombre del autor del original, tal como recomienda el Consejo Europeo de Asociaciones de Traductores Literarios.