Obstinado, discreto y a menudo gruñón, José Pepe Batlló fue un hombre entrañable, activista en los difíciles años sesenta e impulsor de diferentes iniciativas, siempre alrededor de la poesía y de la cultura.
Nacido en Caldes de Montbui el 1939, pero criado en Sevilla –donde fue amigo de Alfonso Guerra–, Batlló no se cansó de organizar saraus, colectivos teatrales y revistas ilegales como La trinchera, frente de poesía libre. Serían el embrión de algunas iniciativas memorables, como la colección de poesía El Bardo –que puso en contacto todas las lenguas ibéricas–y la magistral revista literaria Camp de l'Arpa, fundada el 1972, que tuvo como directores personajes tan diferentes como los añorados Juan Ramón Masoliver y Manuel Vázquez Montalbán.
Autor de antologías desde los sesenta, traductor de Salvador Espriu –de quien explicaba jugosas anécdotas–, Batlló fue un cansado incansable que publicó numerosos libros de poesía como autor y la importante Narrativa catalana hoy, en la editorial Edhasa. Después de Camp de l'Arpa creó la editorial y revista Taifa, que tampoco fructificaron, pero que le servirían para dar nombre a la célebre librería de la calle Verdi, donde llegó a vivir en la trastienda como el sabio despistado que siempre fue.