Siempre es pronto Helios Prieto In Memoriam
27/4/2009
Cuando éramos niños y jugábamos por las tardes después de hacer los deberes de la escuela, despreocupados, inconscientes del tiempo y entregados al placer del juego compartido, nunca calculábamos el final hasta que alguno era llamado por su madre para ir a cenar. El juego seguía un tiempo mas pero ya no era lo mismo, no sólo porque faltaba un participante que se retiraba refunfuñando o reclamando un rato mas si no porque los que quedábamos estábamos atentos, a partir de ese momento, a la llamada que nos concerniría. A veces los que no habíamos sido llamados aún intercedíamos por el reclamado con voz en coro: Señora!! Un rato mas, por favor!!
A Helios le concedieron un rato mas después de la primera llamada, pero esta vez no hubo apelación posible y su retirada se cumplió. Jugó Helios mucho y bien; allí donde se decidía a participar se entregaba al juego de la vida con una convicción que, ahora pienso, le venía tal vez de la intuición de que sería llamado demasiado pronto.
Jugué con Helios en los últimos diez o quince años en que fuimos amigos. ¿A qué jugábamos? A juegos sedentarios, por supuesto, como correspondía ya a nuestras edades. Pero la condición de sedentes no menguaba la pasión con la que jugábamos a escudriñar la vida desde nuestras experiencias compartidas o disímiles, poniendo en las palabras el ímpetu que antes, él mas que yo, habíamos puesto en la acción. Me consta que fue así no solo por sus relatos, también por los de otros que arriesgaron su cuerpo por las ideas y creencias ¿equivocadas?, tal vez, pero sin duda acordes con lo que reclamaban los tiempos y, en esto, no es posible decir que Helios se entregara al juego con mezquindad. Lo que la vida le puso por delante y juzgó que valía la pena jugarse, allí lo encontró decidido y generoso.
Así fue con su encuentro con el psicoanálisis, que despertó en él una pasión genuina. No le arredró la edad para enfrentarse a la dureza de la disciplina y como un adolescente ávido se aplicó al estudio para ganar en intensidad lo que le había faltado en tiempo.
Por edad y geografía la vida no nos concedió una amistad de infancia ni de juventud pero tuve la suerte de ser su amigo en la madurez y compartir este tiempo de juegos sedentes hasta que la Señora decidió que ya era la hora. Nos concedió una última cena donde, cómo no, hablamos de su obediencia al llamado. Triste por abandonar el juego pero sin quejas ni lamentos, con la dignidad de no haberle vuelto nunca la espalda a los envites de la vida. Así se fue Helios, aunque yo sienta que fue demasiado pronto.
Alejandro Gómez-Franco
Barcelona, abril de 2009
|
|
|
|
|