Cuando elegimos un libro para leer nos fijamos en el título, el autor, la portada, en la frase de cubierta, el argumento… pero ¿cuántos de nosotros nos fijamos en el traductor? Gabriel Hormaechea ha coordinado el ciclo de traducción “El texto ante sus espejos”, organizado por la ACEC, en el que han participado dos traductores en cada una de las cuatro sesiones del ciclo para contraponer sus traducciones sobre el mismo texto literario poniendo de relieve las dificultades y dudas que aparecen a la hora de trasladar un texto literario a otra lengua.
Gabriel Hormaechea: “La del traductor es una profesión que tiende a aislar. Se trata de un trabajo que uno hace solo, encerrado en su casa o en alguna residencia para traductores que facilita el aislamiento, de ahí que sea importante fomentar los encuentros entre traductores, cosa que hacen las múltiples asociaciones de traductores existentes en España: ACEtt, ACEC, AELC, APTIC, AETI, ASETRAD, ATRAE, ENETI, APTIJ, IAPTI, AGPTI…y otras que se coordinan entre ellas en la red Vértice, además de la asociación de asociaciones europeas CEATL. Como los traductores no son muchos y se dividen por especialidades y lenguas, los asistentes a esos encuentros no suelen ser numerosos, pero sí constantes".
¿El traductor es el gran olvidado del mundo del libro?
Sí, sí que lo es, aunque el insistente trabajo de las asociaciones de traductores va consiguiendo, poco a poco, que las editoriales coloquen el nombre del traductor en lugar destacado y que, en las críticas literarias de los medios de comunicación, se cite al traductor.
¿El traductor tiene que ser escritor para darle el toque literario a la novela?
El traductor tiene que saber escribir, es decir, tiene que manejar perfectamente, además de la lengua del original, evidentemente, la lengua de llegada. Y tiene que tener la sensibilidad literaria necesaria para percibir y reproducir los más variados matices. No tiene por qué ser escritor en el sentido de imaginar argumentos, escribir poemas …
¿Cuál ha sido el principal punto de debate del ciclo “El texto ante sus espejos”?
El tema global podría tal vez definirse como “las diferentes posibilidades de traducción de un mismo texto y los porqués de las opciones de cada traductor”, o si se prefiere, traducir es optar ante diferentes opciones. El tema, en realidad, ha sido la complejidad de la traducción: las dudas sobre cómo reproducir ciertos regionalismos, cómo trasladar una palabra que no tenemos en la lengua de llegada, qué hacer con los extranjerismos en el original, cómo crear un juego de palabras equivalente al del original, cuándo y por qué alterar el orden de los segmentos, cuándo cambiar la puntuación, los tiempos verbales y sus diferentes matices en una lengua y otra … La elección del vocabulario teniendo en cuenta los diversos matices, los diferentes registros, las sutilezas de los sentimientos expresados, cómo reproducir la ironía, la sorna…. La difícil elección del adjetivo, cuándo el traductor se ve obligado a cambiar la forma para ser fiel al contenido, etc.
Cuando dos traductores se enfrentan al mismo texto y lo traducen de forma distinta ¿ambas versiones son correctas?
Claro que es posible que las dos traducciones sean correctas. Dos traducciones de un mismo texto literario siempre son diferentes. El traductor es en cierta manera colaborador, coautor, cuando menos respecto a la forma. Su trabajo consiste en ser fiel al contenido y para eso, en muchas ocasiones, ha de cambiar la forma, eso manteniendo el estilo, bien entendido. Elegir el giro, el adjetivo, la construcción adecuados depende de la sensibilidad de cada uno y eso es personal. Cada uno puede pensar que le gusta más una traducción que otra, pero no tienen por qué ser incorrectas ninguna de las dos, ambas pueden ser excelentes.
En otros países, como Inglaterra, el traductor cobra un porcentaje sobre las ventas del libro, ¿en España también?
Naturalmente, como en todas partes. Cobra un adelanto de sus derechos de autor cuando entrega la traducción y cuando el porcentaje sobre las ventas supera los derechos adelantados, el traductor cobra un porcentaje por cada nuevo ejemplar vendido.
Susana Picos
Librújula