“No sé si tiene sentido que estemos aquí, cuando todo el mundo está en los bares y playas”, le dice Carlos Zanón a Toni Garcia Ramon a través del Youtube de la ACEC. Y él responde “Yo sigo en fase cero, porque cuando saco al perro, la gente me da más miedo que nunca”. Aunque hace meses que nadie le abraza, lo único que echa de menos es embutirse doce horas en el asiento de un avión, sin wifi, para desconectar del subidón de la adrenalina occidental, dice. Es lo que solía hacer de camino a los festivales en los que entrevistaba a las grandes estrellas de cine. De las tres mil entrevistas que habrá hecho, treinta forman parte de su repertorio de anécdotas extraordinarias. Las ha contado tantas veces, que Malcolm Otero le propuso que escribiera un libro. En un primer momento, a Garcia la idea le pareció una gilipollez. Pero empezó a darle vueltas, y así surgió Mata a tus ídolos, publicado por Catedral. Estaba programado para cinco días antes de Sant Jordi. Finalmente ha salido esta semana. Berto Romero le envió un audio diciéndole que era un genio, acertando en plena pandemia, cuando la penúltima fue hace un siglo. A Garcia le habría gustado presentarlo con los amigos, juntarse a beber y “hacer el mentecato y el botarate”.
Las anécdotas que vivió con Sigourney Weaver, Robert de Niro o Al Pacino sirven como retrato de esos personajes. Pero además el libro contiene cierta melancolía, según Zanón. Y recuerda que Tom Petty explicaba que, cuando llegas al éxito, recibes una carta en la que pone: “Enhorabuena, has conseguido el éxito, y no vas a ser feliz”. Y puede que sí, que esas conversaciones que Garcia tuvo con Tom Hanks, o Brad Pitt, o George Clooney, sean como una polaroid de lo que significa triunfar. Cuando pierdes el anonimato, pierdes una parte de la capacidad de ser actor, le dijo Harrison Ford, pierdes la capacidad de observar la realidad desde fuera. Ford fue a una operación para ver cómo procedía el cirujano, y al hombre le temblaban las manos por tener en el quirófano a Indiana Jones. En cualquier caso,
Garcia vincula su memoria al cine: la muerte de su madre coincidió con el estreno de Lo imposible, de J.A. Bayona, y la de su padre, con El despertar de la fuerza, de J.J. Abrams. Cuenta que Meryl Streep es espectacular, pero hace unas entrevistas tan perfectas que no hay anécdota. Denzel Washington es muy de no decir nada, y pone cara de que le acabaran de robar la bici. Lynch es increíble, hipnotiza, te quedas mirando su rizo: “Recuerdo entrevistarlo cuarenta y cinco minutos en Berlín, y era como si nevara dentro de la habitación; no tenía ni idea de qué me estaba contando, pero me daba igual”. Wes Anderson es encantador y sabe un montón de cine. Nunca sabes si Spike Jones se está riendo de ti. Con el diseñador Tom Ford, había cuatro personas en la habitación, y Garcia le dijo: “Por fin haces algo serio, una película”. Todos le miraron horrorizados, pero él se lo tomó con humor.
Y si a Garcia le pasan cosas extraordinarias en la profesión, también las que enumera Duncan Macmillan merecen un libro titulado precisamente así, Las cosas extraordinarias. Publicado en Temas de Hoy, cuenta con prólogo y notas del actor Brays Efe, que representó este monólogo en el teatro Lara de Madrid, y lo comenta con la youtuber Ter en el Instagram Live de la Casa del Libro. “Es una obra muy emotiva y melancólica”, dice ella, “no tengo claro si me gusta más el texto o tu interpretación; tienes una naturalidad brutal, encima de un escenario”. Al enterarse de que su madre ha intentado suicidarse, un niño hace una lista de novecientos noventa y nueve motivos por los que vale la pena vivir. “Las cosas tristes y las alegres pasan a la vez”, dice Efe, “sin el olor de los libros viejos, el mundo sería peor”.
Como al protagonista de la obra, a Efe y a Ter también les gusta hacer listas. Compartían una de emojis, en el que uno era la luna y el otro, un telescopio; uno era un disquette, y el otro, un CD; uno era un abeto y el otro, un árbol de Navidad. Ella dice: “¿No hay un licor que es 108? ¿O es 103?”. En la representación teatral, Efe interactuaba con el público, que formaba parte de la obra. ¿Cuándo volverán los estrenos? ¿Cómo serán? ¿Y los festivales? ¿Y las inauguraciones? Tal vez sean como la de Bea Sarrias, Arquitectures icòniques, en la galería Jordi Barnadas. Fue el martes, a través de una charla con Òscar Tusquets en el Instagram de la revista Arquitectura y Diseño. “Me ha dejado de piedra que no tengas entrada en Wikipedia”, empezaba él. Y hablan del curso que hicieron con Antonio López. Como ella es alérgica a la esencia de trementina y al aguarrás, ya entonces iba con mascarilla. Dejó de pintar al óleo, “el material supremo”, y se pasó al acrílico.
Sarrias retrata espacios, lo que no significa que sean lugares vacíos, al contrario: ahí hay un arquitecto que lo ha creado, una persona que lo habita, una silla en la que va a sentarse, un libro que está leyendo. Cada vez le interesa más el entorno, dice, lo que hay alrededor, no sólo el edificio: ese mar de fondo o esos pinos que, aun siendo una pintura, era capaz de oler durante el confinamiento. Un reflejo de este mundo en el que hasta lo más anecdótico se ha vuelto extraordinario.