El escritor reconstruye en Ser rojo la historia de amor de sus padres, militantes comunistas, en el Chile de Allende.
Investigar, como un detective, la historia de amor de sus padres. Ese fue el objetivo del argentino Javier Argüello (Santiago de Chile, 1972) –residente en Barcelona desde el 2001– al empezar a escribir Ser rojo (Random House). Lo que pasa es que sus padres fueron militantes comunistas y su historia de amor corrió pareja a la desbocada utopía de la izquierda en los años 60 y 70 (por eso Argüello nació en el Chile de Salvador Allende).
El autor reconstruye toda aquella atmósfera, con cameos del Che o Fidel Castro y varias anécdotas, y también sus propios viajes a la Europa del este recién caído el muro de Berlín. Contra lo que el título pudiera hacer pensar, la obra no tiene nada de panfletaria.
-Se ha vaciado mucho más que en otros libros.
-No fue fácil. Entrevisté durante varios días a mis padres, grabándoles. Me removía mucho la panza. Ellos se conocieron en un barco yendo a un encuentro de las juventudes comunistas en Viena en 1959. Yo viajé por Rusia y los países del este justo cuando cayó el muro. Creía que las dictaduras latinoamericanas no tenían nada que ver conmigo, pero al escribir vi que sí.
-Es un libro sobre la relación paterno-filial, la herencia, el amor en ambas direcciones.
-Es sobre la vida personal de alguien en un contexto histórico. Mis padres pertenecieron a una generación de gente que creía que hacer lo correcto era más importante que la seguridad personal.
-Vemos la arbitrariedad del horror, que siega vidas al azar.
-Los problemas del mundo no son por un señor malo que está en el poder sino por envidias y mezquindades personales que se quedan ahí, dentro de alguien que luego te delata.
-Tener libros era peligroso...
-Algunos. Tener este mismo mío en la mano podría ser causa de muerte en otro contexto. En Argentina o Chile, la gente se tenía que deshacer de sus libros como quien se deshace de las pruebas de un crimen. Mi padre iba dejándolos en la calle para que no le detuvieran. A uno le parece que todo eso ya pasó, pero anda a saber el día de mañana.
-Hay cameos del premio Nobel Miguel Ángel Asturias.
-Se casó con una de mis tías. La viuda de Asturias era una mujer espectacular, con amantes por todas partes. Y con gente como Rafael Alberti y todo tipo de intelectuales por la casa.
-Establece un paralelismo entre los festivales políticos comunistas y la vida de la bohemia cultural.
-En ese momento estaban mucho más mezcladas, eran una misma búsqueda. Los exiliados de la guerra civil española, de las hambrunas europeas, se integraban en la escena intelectual.
-También aparecen el Che y Fidel Castro...
-Fue un momento impresionante para mi madre, que no se lavó las manos en mucho tiempo tras estrechar las suyas. Cuando mis padres viajaron por Alemania, trataron a Tamara Bunke, amante del Che, que murió fusil en mano en una emboscada en la selva boliviana. Y el juez Garzón basó su instrucción contra Pinochet en el caso de un amigo de mis padres, que nos llevó a su cabaña en el mar.
-Hay escenas muy literarias.
-Un ensayo puro es aburrido, esto se lee como una novela. Mi madre miraba despectivamente a las mujeres que hacían mermeladas, las identificaba como tontas, y, con el paso de los años, se da cuenta de que ella era muy prejuiciosa y esquemática y aprende a hacer unas maravillosas mermeladas.
-¿Qué supuso su viaje a San Petersburgo?
-Entendí al homo sovieticus del que habla Svetlana Aléksievich. Vivían como en los años 80, optimistas y pasados de moda. Al aterrizar en Rusia, me emocioné muchísimo sin saber por qué, algo profundo se me removió.
-¿De qué se da cuenta?
-Por ejemplo, mi amiga Anna me dice: ‘Menos mal que ganó Eltsin, teníamos mucho miedo de que volviera el comunismo’. Hice un clic: esa misma frase en Chile significaba otra cosa, servía como excusa para matar gente. Las ideas no matan, son los locos que usan las ideas como patraña para justificarse. Cualquier régimen o idea la convertimos en algo tiránico.
-El debate político español está algo crispado.
-Tiene mucho que ver con mi libro. No es la conversación que sería lindo que tuviéramos, pensando en el bien común, y no en cada uno. Estamos llegando al final de algo en Occidente, y se polarizan las posiciones. Nos es más sencillo definirnos por oposición que mirarnos a ver qué somos, buscamos un enemigo. Mi mejor regalo son lectores de derechas que me escriben: ‘Qué lindo mensaje’. Ojalá pudiéramos reflexionar juntos los de ambos bandos.
-Usted llegó a tener un revólver, cuenta.
-El campo en Argentina es muy far west, hay armas en las casas, por los animales y por lo salvaje. En algún momento hasta cacé... pero hoy soy vegetariano.
-¿Qué pasa cuando cae Allende?
-Es una decepción que se arrastra todavía hoy. Mis padres lo digirieron de un modo muy práctico, ellos veían probable que el experimento no funcionara, podría haber caído por su propio peso. Era bastante probable que Allende hubiera perdido las siguientes elecciones, pero se le aplastó igualmente y eso creó un mito.
-Si no hubiera dimitido el antecesor de Pinochet al frente del ejército...
-El general Prats no era comunista pero defendía al presidente porque a las instituciones hay que respetarlas.
-Habla de todas las cosas de herencia que no están en el adn...
-No hay límites entre la historia de mis padres y la mía, es que es la misma. Las cosas importantes se transiten por el ejemplo.
-Sus padres tienen vínculos con su ciudad actual, Barcelona...
-Mi padre pasó fugazmente, durante su viaje por Europa, a recoger un dinero en la oficina central de correos, pero su familia venía de Mallorca. Mi abuela materna sí era catalana, emigrada por la dictadura de Primo de Rivera.
-Reflexiona sobre el relato que hacemos de la política.
-Y de todo. Nuestra tradición literaria es la del héroe, hace 2.000 años, que lucha contra enemigos externos, nazis, alienígenas o extranjeros, hay alguien ajeno que es el malo. En Oriente hay otro tipo de héroe, el que conquista su propio corazón. El comunismo es Oriente, en esa desindividuación que llega al extremo negativo en China, por ejemplo.
-Mire que hay gente que ha escrito sobre este tema, pero lo suyo es diferente....
-Pocas veces se cuenta desde la izquierda una historia que no culpe a la derecha. Hablo desde la izquierda porque es lo que me tocó vivir, no porque yo sea el bueno y los otros los malos. Me es más simpática la idea de un mundo justo y sin explotación, pero básicamente soy rojo porque uno no puede renegar de su sangre, como otro será otra cosa.