Hace ya algún tiempo, en la terraza de un bar cualquiera, alguien explicó una historia a Ignacio Martínez de Pisón. Iba sobre dos jóvenes extremeños, un chico de dieciocho años y una chica de diecisiete, que, allá por los ocasos de la década de los 70, cogieron un coche y viajaron a Portugal para abortar. A mitad de trayecto, tal vez mientras ambos miraban al horizonte pensando en lo que se disponían a hacer, otro vehículo se cruzó en su camino y sufrieron un accidente.
Él murió, ella sobrevivió. Y fue después del funeral, mientras el dolor por la pérdida la sumía en la mayor de las tristezas, cuando la muchacha comprendió que no quería perder el fruto de aquel amor. Decidió seguir adelante con el embarazo… y no sabemos qué fue de su vida porque el hombre que contaba la historia no tenía más información.
Martínez de Pisón continúa con esta obra su su exploración de la España de la Transición
Una historia con final… inventado
Pero Ignacio Martínez de Pisón tiene mente de escritor y, durante las siguientes semanas, puede que incluso durante los siguientes meses, estuvo dándole vueltas al asunto: ¿qué fue de aquella chica?, ¿y de su hijo?, ¿qué edad tendrían ahora?, ¿seguirían en contacto con la familia del padre?, ¿continuarían viviendo el Extremadura?…
Las preguntas se apelotonaban en la cabeza de un hombre que vive inmerso en la ficción y, como no tenía forma de encontrar las respuestas, hizo aquello que mejor se le da: inventarlas.
Así nació Fin de temporada (Seix Barral), la novela con la que arranca la rentrée de este curso editorial. La obra llegará a las librerías el 25 de agosto y podemos anticipar que hará las delicias de los amantes tanto de la literatura realista contemporánea como de la memoria reciente de nuestro país.
Fin de temporada empieza, precisamente, con una pareja joven que viaja a Portugal para abortar y que sufre un accidente en el que muere el chico. Hasta aquí, los hechos reales. Y, a partir de ahora, la ficción: la madre, ya con unos cuarenta años, ha abierto un camping en la Costa Dorada (Tarragona) junto a otra mujer a quien la vida también ha golpeado con dureza.
Y el hijo, de unos veinte, decide emprender un viaje a sus orígenes plasentinos para conocer a la familia de aquel padre a quien nunca conoció. El descubrimiento de la realidad en la que vive su otra parentela le llevará a plantearse algo que todos nos hemos preguntado en alguna ocasión: ¿cómo sería mi vida si aquello no hubiera sucedido?
Martínez de Pisón continúa de este modo con su exploración de la España de la Transición, un tema que, junto al de la familia, define totalmente su trabajo. El escritor zaragozano residente en Barcelona tiene una bibliografía que es todo un recorrido por la historia reciente del país y que le ha valido premios tan importantes como el Ciudad de Barcelona, el Nacional de Narrativa, el Rodolfo Walsh o el Dulce Chacón, por citar algunos.
De playas y centrales nucleares
En esta nueva ficción, el autor visita la última década del siglo XX, haciendo especial hincapié en nuestro pasado –que todavía es presente- nuclear. No en vano ha ambientado la novela en la Costa Dorada, un lugar marcado por la presencia de tres centrales nucleares: Vandellòs I, Vandellòs II y Ascó, lugares a los que los jóvenes que no encontraban trabajo en la construcción enviaban su currículum. Las madres, por supuesto, hubieran preferido que no lo hicieran.
Y es que no se puede olvidar, como lógicamente tampoco hace el autor, que el 19 de octubre de 1989 se declaró un incendio en la zona de turbinas de Vandellòs I. Las autoridades aseguraron que no había habido ninguna fuga de radioactividad al exterior, pero las protestas alcanzaron tales niveles que se declaró el cierre definitivo de la planta.
A día de hoy, casi treinta años después, todavía no se ha desmantelado completamente el lugar. En cuanto a Vandellòs II, en 2006 se sancionó a la central con una multa de 1,6 millones de euros por sus graves déficits de seguridad. En la actualidad, sigue en funcionamiento.
Un homenaje al camping
Pero si algo destaca por encima de todo lo demás es el homenaje que Martínez de Pisón hace a aquella forma de viajar tan ochentera que eran los campings. La protagonista de la novela regenta uno en el corazón de la Costa Brava y, a medida que avanza la trama, el lector asiste a la transformación –y eliminación- del recinto, algo que concuerda cronológicamente con el boom que los campings experimentaron en la época y que, aunque todavía siguen abiertos algunos de enorme calidad, fue decreciendo a medida que los españoles descubrían otras formas de viajar.
Por último Pisón nos muestra una hermosa historia de amistad entre dos mujeres que abandonan su pasado y empiezan una nueva vida en una época en la que esto no era nada sencillo.
Y es que, como ha dicho el autor con motivo de la publicación de Fin de temporada, “una de las cosas que hacen que alguien se convierta en lector y, eventualmente, en escritor de novelas es el interés por el alma humana: pocos géneros como la novela están tan capacitados para indagar en su complejidad. Allá donde no llegan la reflexión ni la ciencia llegan la subjetividad y la imaginación”.
Álvaro Colomer