Domingo, 24 de noviembre de  2024



Català  


Jordi Llovet y sus cinco maestros
acec7/9/2020



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En Japón utilizan el término sensei para dirigirse con respeto a un maestro en cualquier área de la actividad humana. Significa “el que nació antes”.


En España, la devoción al maestro aparentemente siempre ha estado por debajo de la japonesa, aunque hay testimonios literarios que parecen apuntar lo contrario. Como la memorable despedida de Antonio Machado a don Francisco Giner de los Ríos: “Como se fue el maestro/la luz de esta mañana/me dijo: Van tres días/que mi hermano Francisco no trabaja./¿Murió? Sólo sabemos/que se nos fue por una senda clara” (...) “Vivid, la vida sigue/los muertos mueren y las sombras pasan/lleva quien deja y vive el que ha vivido./¡Yunques sonad; enmudeced campanas!”.


Jordi Llovet entra con honores en esta tradición de justo agradecimiento con su libro Els mestres. Un homenatge (Galaxia Gutenberg). Llovet ha sido (y es) una de las figuras más activas de la cultura catalana, compaginando sus enseñanzas en la Universitat de Barcelona con el Institut d´Humanitats, donde ha impulsado cursos sobre literatura universal que la han irradiado a un público amplísimo. Ensayista premiado, traductor al catalán de grandes nombres, fue crítico musical y escribió sobre lecturas clásicas en La Vanguardia antes de pasar a otros medios.


En Els mestres Llovet evoca, con profundidad y también anécdotas, a cinco personalidades que le marcaron y a las que profesó especial afecto.


Miquel Batllori, historiador con “memoria absoluta”, cuando no llevaba sotana era una mezcla de indiano y diplomático francés, con su gran curiosidad y sus comentarios sobre Fellini. De José Manuel Blecua destaca su capacidad de “fer present i viva la literatura, ella mateixa”, detectando endecasílabos en titulares de diario y evitando discusiones enojosas.


De Martí de Riquer, trabajador inagotable, recuerda que abrazó temas tan diversos como el humanismo catalán, la heráldica, los castillos, los cantares de gesta o el arnés de los caballeros medievales, además de sus grandes ediciones de los trobadores, el Quijote y Tirant lo Blanc. Y que llevó a su máximo prestigio la Facultad de Letras de la UB al frente de un sanedrín de notables: “convertia els nostres grans professors en una mena de senat a la romana”.


José María Valverde estaba fascinado por la centralidad del lenguaje. “Si alguien cree que existe conocimiento fuera del lenguaje, que lo diga”, solía argumentar. Lo describe como gran conversador, moralista, siempre dispuesto a abrazar utopías por radicales que fueran. Antoni Comas, catedrático pionero de Lengua y Literatura Catalanas, aparece como un hombre bueno, liberal y con un sentido del humor “molt més refinat del que és comú entre la població catalana”.


Llovet concluye su muy bello y emotivo homenaje manifestando nostálgicamente que “una generació de mestres humanistes (como los que él describe) no es produirà mai més”.


Tengo mis dudas. El humanismo ha presentado a lo largo de los siglos subidas y bajadas, y la tendencia de escritores y filósofos a considerarse “enanos a hombros de gigantes” resulta permanente. La universidad a la que yo entré en 1974 era bastante desastrosa, y sin embargo allí pude encontrar a mis maestros, posteriores a la generación retratada en este libro. Al igual que muchos discípulos encontraron en Jordi Llovet el suyo. Tal como hoy día, en este año imprevisible, miles de estudiantes están a punto de empezar a escuchar, en cursos virtuales o presenciales, a quienes van a modificar su vida y su visión del mundo.



Sergio Vila Sanjuán
La Vanguardia


   
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