Con más de un millón de ejemplares vendidos, la celebración de la fiesta del libro y la rosa fue todo un rotundo éxito en Cataluña
Más de un millón de ejemplares vendidos. Ni los más optimistas podían imaginar unas cifras así, pero las ventas de libros durante el día de Sant Jordi han superado todas las expectativas para un sector que se siente en buena forma en tiempos de pandemia. Después de que el pasado año no pudiera celebrarse el tradicional día del libro y la rosa, los catalanes salieron ayer en masa para celebrar el 23 de abril, aunque con sus debidas restricciones y medidas de seguridad.
Los datos con los que trabaja la Cambra del Llibre al cierre de esta edición, todavía no definitivos, son el resultado de las ventas del día de hoy, pero también los previos a la festividad. Eso no evitó que desde primera hora, una vez que las librerías habían levantado la persiana, hubieran colas para acceder a ellas. No se puede olvidar que en su interior no podía haber más de un 30 por ciento de ocupación, algo que fue respetado escrupulosamente, en algunos casos con guardias de seguridad en las entradas para controlar los accesos.
Ya a primera hora, Jesús Badenes, director del Área de Librerías del Grupo Planeta, aseguraba que se esperan alcanzar ventas parecidas a las de 2019, uno de los mejores Sant Jordi de los últimos años y el año anterior a la pandemia. En este sentido añadió que si había esperanza es porque «los primeros días de la semana permiten pensar que estaremos en esa dirección, y eso sucede en un año en el que la lectura está aumentando mucho, algo impensable inicialmente, porque creció mucho en los meses del confinamiento, pero se pensaba que luego decaería, algo que no sucedió».
No se ha equivocado. Las cifras hechas públicas por el Gremi d’Editors de Catalunya han sido mucho mejor de lo esperado, con unas ventas que suponen casi un 75 por ciento de lo alcanzado en 2019, el último año en el que Sant Jordi se celebró como siempre.
Desde las nueve de la mañana las librerías ya permanecían abiertas. Para muchos autores era la oportunidad de volver a contactar con los autores. En este sentido, Eva García Sáenz de Urturi explicaba a este diario que «me hace ilusión tremenda este día porque es la primera vez que firmo el libro con el que gané el pasado año el Premio Planeta. Hasta ahora había sido imposible el contacto con los lectores. Tenía muchas ganas de volver a verlos, como ha pasado antes. Por eso, este día será único».
Por su parte, Najat El Hachmi, la galardonada con el último Premio Nadal, reconocía que «esto es algo que echábamos de menos. Las presentaciones que hemos hecho, con las entradas agotadas, me hace pensar que somos como “rock stars”». Otra escritora perseguida por sus numerosos lectores, Dolores Redondo, situaba este Sant Jordi «en la casilla de inicio. Es como volver a un tiempo en el que podremos darnos abrazos».
Abrazos todavía no hubo, ni tampoco «selfies», un cartel que se fue repitiendo en muchas de las mesas de firmas de libros. La tradición de fotografiarse con el escritor favorito todavía tendrá que esperar tiempos mejores, aunque eso no evitó el encuentro entre los lectores y sus autores de cabecera. En algunos casos se crearon situaciones curiosas, como la de ver a Pau Riba paseando sin mascarilla, algo que siguió haciendo en la mesa donde debía firmar.
Por el centro de Barcelona, una de las grandes instituciones de la ciudad, el Café Zúrich se convirtió en punto de encuentro de escritores y de autógrafos en ejemplares, como demostraron Óscar Tusquets y Víctor M. Amela.
En Girona, el escritor y periodista Carles Porta rompía la centralidad de Sant Jordi en Barcelona y se encontraba con los lectores, además de con los seguidores de su programa «Crims». Eso hizo que incluso fueran a verlo fanáticos de su causa, incluso procedentes de Andorra.
Seguramente el más veterano de los autores que firmó en este Sant Jordi fue el editor Jorge Herralde que confesaba su felicidad al contemplar las librerías repletas. Él, que acaba de publicar su imprescindible «Los papeles de Herralde», tampoco podía faltar a una cita como esta, como la de Sant Jordi.
Los lectores anónimos se mezclaban ayer con los más conocidos. Ese fue el caso del ex ministro de Sanidad, Salvador Illa, a quien se pudo ver comprar libros, muchos libros, algunos tan curiosos como «Diez césares», un ensayo de Barry Strauss, sobre los emperadores romanos desde Augusto a Constantino, además de varios títulos de una nueva colección de narrativa alemana de ediciones Vegueta.
Pero Sant Jordi no es lo mismo sin la lista de los más vendidos, una tradición casi tan vieja como las quinielas que muchos periodistas hacen a primera hora de la mañana, momento en el que se especulaba sobre quién formará parte de esta suerte de «40 principales». Vayamos al tema.
María Dueñas y Javier Cercas, autores de «Sira» (Planeta) e «Independencia» (Tusquets), respectivamente, fueron los indiscutibles reyes de Sant Jordi tanto en cuanto a ventas, como en el reclamo de un ejemplar firmado. Les siguen «El juego del alma» (Suma de Letras), de Javier Castillo; «Transbordo en Moscú» (Seix Barral), de Eduardo Mendoza; y «El arte de engañar al Karma» (Suma de Letras), de Elísabet Benabent.
En catalán, Xavier Bosch con «La dona de la seva vida» (Columna) fue el autor más vendido, seguido muy de cerca por Jaume Cabré con «Consumits pel foc» (Proa). Tras ellos están «Tàndem» (Edicions Destino), de Maria Barbal; ‘«L’home que va viure dues vegades» (Columna Edicions), de Gerard Quintana; y «Canto jo i la muntanya balla» (Anagrama), de Irene Solà.
En el apartado de no ficción en catalán, el epidemiólogo Oriol Mitjà con «A cor obert» (Columna) fue otro de los nombres de una jornada larga y literaria. En este apartado también encontramos «Paraules d’Arcadi» (Angle Editorial), de Arcadi Oliveres; «El dia que vaig marxar» (Univers Llibres), de Albert Om; «Les hores greus» (Símbol Editors), de Quim Torra; y «L’armadura del rei» (Ara Llibres), de Albert Calatrava, Eider Hurtado y Ana Pardo.
En cuato a no ficción en castellano, encabeza la lista «El humor de mi vida» (Harper Collins), de Paz Padilla; seguido «El infinito en un junco» (Siruela), de Irene Vallejo; «En tierra de Dioniso» (Acantilado), de María Belmonte; «Niadela» (Errata Naturae Editores), de Beatriz Montañez; y «La armadura del rey» (Roca Editorial), Albert Calatrava, Eider Hurtado y Ana Pardo.
El día en el que se conmemoraban los cuarenta años de la muerte de Josep Pla, Sant Jordi plantó cara al virus y demostró que ya estaba vacunado. Como decía el periodista Santi Giménez, que se estrena como novelista con «Hombres de papel», «hoy tenía miedo porque para los autores, aunque estemos en Segunda B, un día como el de Sant Jordi es como jugar en la Super Liga».