El MareNostrum 4 es el supercomputador más potente de España, se encuentra en las instalaciones del BSC-CNS (Barcelona Supercomputing Center / Centro Nacional de Supercomputación), justo detrás del Palacio de Pedralbes. Se instaló en 2004 en la capilla de Torre Girona, una finca construida en 1860 y que era la finca de veraneo del banquero y político Manuel Girona. El recinto, además de la capilla, se compone de un estanque con mirador, unos jardines románticos y una casa de estilo neoclásico. No es de extrañar, por tanto, que, al estar instalado en un entorno tan bucólico, en 2017, el MareNostrum 4 ganase el Premio al Centro de Datos más bonito del mundo, organizado por la empresa Datacenter Dynamics (DCD) y que se resolvió por votación popular.
El MareNostrum 4 está situado en el centro de la capilla, construida en la década de 1940 y adosada al edificio principal. Fue desacralizada en 1985 y ha tenido diversos usos. Hasta los años setenta del siglo pasado, el espacio perteneció a las monjas de la Asunción, que tenían allí un colegio. No obstante, en 1975 fue expropiado por el Gobierno, gracias a los auspicios del rector de la UPC, Gabriel Ferraté, pasando a formar parte de lo que hoy es el Campus Nord de la universidad catalana. El altar y los bancos para el culto han sido sustituidos por decenas de racks negros (48 en total), que contienen 3456 nodos y más de 162 mil CPUS. Más de 100 kms de cableado garantizan que esas lucecitas verdes que parpadean a una velocidad de vértigo sigan haciendo su trabajo.
Los datos son abrumadores: el supercomputador costó más de 30 millones de euros (financiados por el Ministerio de Ciencia e Innovación, la Generalitat de Catalunya y la Universidad Politécnica de Barcelona), con un rendimiento pico de 13,9 Petaflops y una capacidad de almacenamiento en disco de 14 Petabytes. Sin embargo, su fin está próximo. A finales de este año, o como mucho el próximo, nos cuenta el físico Fernando Cuchietti, será sustituido por el MareNostrum 5. Su coste: más de 200 millones de euros. Los superordenadores se suelen reemplazar cada tres años, ya que es en este periodo en el que su velocidad se multiplica por 10. La gran diferencia entre la saga de los MareNostrum y cualquier Data Center al uso (y lo que vuelve únicos a este tipo de superordenadores), comenta Cuchietti, es que trabajan en conjunto, tienen una red que les permite dialogar entre ellos y atarearse de manera conjunta.
Nos cuenta el escritor y periodista Jordi Carrión, desde la plataforma situada sobre el MareNostrum 4, y donde nos hemos detenido en nuestra visita, que Todos los museos son novelas de ciencia ficción es un libro emparentado con Membrana, su anterior obra (una novela con forma de catálogo de museo del s. XXI). La diferencia es que aquí lo que ha hecho ha sido convertir el museo en una novela (de hecho, el libro tiene su traslación en la expo de idéntico título que puede verse en el Centro José Guerrero de la Ciudad de Málaga, entendida allí como novela inmersiva). O por mejor decir: Todos los museos… expande Membrana y pone en diálogo el arte contemporáneo, el ensayo, la física cuántica y el cómic. Así las cosas, puede entenderse como un proyecto en dos dimensiones.
En ese sentido, recuerda a Contarlo todo sin saber cómo, del comisario Marti Manen, proyecto también de libro y exposición producido (y expuesto) por la CA2M de Móstoles en 2012 y que, a su vez, se podía entender como una ampliación o spinoff de su anterior libro Salir de la exposición (si es que alguna vez habíamos entrado) (Consonni, 2012), en el sentido del continuum, de pensar a la carrera y que el propio Carrión había utilizado ya en su libro Lo viral.Ambos proyectos comparten la ambición por desestabilizar los códigos narrativos, con la diferencia que donde Manen reescribía la realidad (esto es, su marco interpretativo era el realismo), Carrión ironiza con una autoficción crítica que se basa en la especulación narrativa (el autor y periodista lleva mucho tiempo repitiendo en sus artículos en prensa que «la ciencia ficción es el nuevo realismo»), ya que el personaje principal (y narrador) de Todos los museos… comparte nombre y circunstancias vitales con el autor del libro.
«Se trata de un libro fuera de lo común», admite el editor de Galaxia Gutenberg, Joan Tarrida, también presente en la presentación. Por su parte, Fátima Gómez, Vicepresidenta de la Diputación de Granada, destaca del proyecto «la reivindicación de utopías para alimentar imaginarios responsables que inspiren sociedades más justas».
Una de las bases de Todos los museos… la expresa en el prólogo del libro Francisco Baena, director del Centro José Guerrero desde 2015, al decir que en la actualidad se está operando un cambio de paradigma a la hora de representarnos el mundo, «el cambio de escala: el individuo está dejando de ser la unidad de referencia para serlo la red». Un cambio que tiene implicaciones muy profundas. Según Baena, «el imperio de la red o las redes ayudaría a explicar la prevalencia cada vez mayor de ciertos fenómenos como esos de naturaleza telepática».
Y es que es justo lo que sucede (o parece suceder) en Todos los museos son novelas de ciencia ficción, pero también en Membrana. De ésta, nos cuenta Carrión que «me imaginé un superconjunto de computadoras biocuánticas que existían en el s. XXI cuyas abuelas serían las Supercomputadoras». En este sentido, Membrana sería la precuela de Todos los museos…, o por decirlo de otro modo, Todos los museos… se convertiría en su formulación hipotética. No en vano, escribe en ella Jorge Carrión que «un escritor se parece a un matemático o a un programador: proyecta y a veces incluso crea modelos». El paradigma que conjetura aquí el escritor catalán sería el de que no se pueden enviar mensajes al futuro, pero que sí que es posible «reconstruir su huella en nuestro pasado».
El físico Fernando Cuchietti lo expresa en términos de fenómenos antintuitivos, esto es, que existen partículas entrelazadas que se suelen usar separándolas, «entonces su relación con la distancia permanece y nos deja hacer cosas como la teleportación o la criptografía cuántica». Así, cuenta Cuchietti en el libro, en un mail que le dirige a Jorge Carrión (el narrador de la novela), que se ha descubierto que pueden existir dos partículas entrelazadas, pero no separadas en el espacio, sino en el tiempo. Y que si algo hubiera de viajar (para atrás) en el tiempo, sólo podría ser información (no la materia). En Todos los museos… este diálogo en el tiempo se produce entre una computadora del futuro a la que el escritor llama Mare (en un claro guiño al MareNostrum, pero también «porque es una palabra que remite a la maternidad»), y Jordi Carrión (el protagonista de la novela, que se sabe creador de una novela de realismo de anticipación, Membrana; novela que, al momento de la escritura de Todos los museos… solo se hallaba en el portátil de Carrión).
«Todos somos ahora nodos minúsculos de unas estructuras de tamaño y complejidad inabarcables, que se superponen hasta el infinito», escribe Carrión, en un claro guiño a la MareNostrum 4 y sus cientos de miles de luces verdes intermitentes. Y sobre la relación entre la Supercomputadora y el proyecto expositivo y de libro que es Todos los museos…, nos cuenta Cuchietti, cuyo grupo de trabajo en el Barcelona Supercomputing Center de Barcelona está especializado en visualización de datos, que una de las contribuciones a este proyecto, además de los mails que se integran en el texto, fue la de dar rostro a Mare, la inteligencia del futuro que se comunica con Carrión en este libro y que casi le hace enloquecer.
La paradoja es que lo que hizo Cuchietti y su equipo no fue dar rostro a Mare (como le había pedido Carrión), sino que, tras acceder al teléfono del escritor, convirtieron todos los datos de sus movimientos en Internet en una obra gráfica con 16 paneles. «Un autorretrato en forma de Big Data», observa Cuchietti. «Una conclusión narrativa en forma de metáfora», remata Carrión.