La poeta y traductora Rosa Lentini (Barcelona, 1957) acaba de publicar Fuera del día (Bartleby), con inteligente y explicativo prólogo de Edgardo Dobry. Este excelente poemario es el que cierra la trilogía que, bajo el título de un poema suyo, Hablando de objetos rotos (voces y ecos familiares diríase), recoge los títulos Tuvimos (2013) y Hermosa nada (2019), ambos también editados en Bartleby. Acabado de leer Fuera del día, me ha llamado la atención que hay un poema con el título El hombre rana III, que no tiene ni I ni II, y entonces recuerdas que El hombre-rana aparece en Tuvimos y El hombre-rana II en Hermosa nada. Todo bien hilvanado, pero no deja de ser curioso. Y es que esta poeta se resiste a que la encasillen. Ella va a la suya; ya lo demostró en su Poesía reunida, al fecharla de forma inusual (2014-1994) y hacer con todos sus libros publicados hasta ese momento un nuevo libro, donde la verdad y la belleza de su poesía acertaba en la imbricación vida obra y así Lentini continúa (re)escribiéndola. Sin ir más lejos en la trilogía y en este Fuera del día. Una quincena de años de trabajo poético de una grande de la poesía española. ¡Ahí es nada!: “…la luna laquea en el margen donde asoma mi rostro,/ incendio blanco,/ en danza sobre el agua”.
Ese reescribir, esa imbricación en Rosa está hecho de memoria, mirada y lenguaje, también de esas otras voces (familia) y sus ecos de referencia (poesía norteamericana). Y la suerte para las personas lectoras es que Lentini recupera su pasado para hacerlo presente y nos da la esencia de ese ser siendo y para esto utiliza la ausencia de la mayoría de los signos ortográficos por espacios en blanco, dejando el poema abierto buscando la complicidad total de las personas lectoras. Nos gusta esta forma de escribir pues nos llevan al fondo de esta su poesía de bella claridad. De esto dan cuenta también las cinco secciones en las que está dividido el libro que nos ocupa Fuera del día: Donde debería haber una perla (La madre); De un lugar equivocado a otro (El hijo); Soñar era una misión; Al final… esa hermosa esquina y La fuga. “…y es un invento de la palabra/ su reino de nadie”.
Creo que este libro y esta trilogía marcará un antes y un después en la poesía española, es una hazaña a la que no estamos acostumbrados, esa tensión dramática familiar, pasada y actual, que la vive y la revive, reescribe, reinterpreta en estos poemas, por ejemplo: Noche de hospital. Cirugía. El sueño de la orquídea fantasma y en De nuevo, camino del hospital y que nos hace preguntarnos lo que ella misma se pregunta en el poema De lo que cae al fuego: “¿Recuerdas cómo el dios de Miguel Ángel/ le insufla vida a su criatura,/ tocándola con el dedo?// Pregúntate si es el mismo que hoy/ nos cercena los pechos/ y luego da media vuelta/ desapareciendo para siempre”.
Este poemario tiene una cita gozne de Rilke; una poética que abre el libro, que sirve de delantal, y citas de sus admirados poetas: Ullán, Czeslaw Milosz, Celan, Lousie May Alcott, Tsvietáieva, Mary Norbert Korte, Adrianne Rich, Ricardo Ezequiel Gandolfo, Martine Broda, Mary Jo Bang, Chava Rosenfab, Jack Gilbert, Ocean Vuong, Dan Pagis, Tess Gallagher y Katerina Rudcenková. Es como hemos citado una gran traductora de poesía europea y gran conocedora de la poesía norteamericana actual, Sharon Olds, Linda Pastan, que se mueven en esa visión lúcida de las cosas de estas poetas feministas y transgresoras: de ese devenir telúrico de su poesía: siendo y escribiendo con naturalidad y de lo común. Como hace Lentini, en estos poemas extensos, sin alejarse de la realidad e imbricándose con ella: ahí están, por ejemplo, los versos a las trágicas guerras, citando lugares, ciudades, que quedan para siempre en la memoria del drama vivido por su gentes, o como la invasión de Ucrania por Rusia, en el poema Desde una habitación de hotel (Hablando con el fantasma de mi abuela centenaria): “Srebrenica, Alepo, Mariúpol/ cien rostros, ocho mil, veinte, una cara/ que ya es la tuya, allí también estás tú/ ¿y lo que tú viste también lo veré yo?”
Y, quiero terminar esta reseña con la última frase del prólogo de Droby, con la que estoy plenamente de acuerdo: “Porque la poesía, cuando alcanza su verdadera cristalización, su fuera del día, no se entrega dócilmente: exige un compromiso y, eso sí, ofrece la recompensa de llegar allí donde solo puede guiarlo la espiral de palabras en que consiste”. ¡No dejen de leer este Fuera del día, lo agradecerán, personas lectoras! Creo que es uno de los libros más interesantes de la poesía española actual: “y en esta órbita aletargada del mundo/ supuestamente intacto e insondable/ llega al fin a esta rapsodia”.