El atentado contra Salman Rushdie, veintitrés años después de la fatwa de Jomeini, puso el foco de atención en todos aquellos escritores y periodistas que aún hoy son perseguidos, vigilados y encarcelados únicamente por servir a la verdad y a la libertad de expresión. Lamentablemente el caso de Rushdie no es el único y, en este artículo, recordamos otros escritores y escritoras que viven también bajo la amenaza de muerte o de cárcel.
Según avisa el PEN Internacional, en todo el mundo hay al menos unos doscientos creadores entre escritores, periodistas, editores e ilustradores que en el momento de escribir estas líneas están siendo vigilados, perseguidos y, en el peor de los casos, encarcelados por ejercer su trabajo, por defender la verdad y dar voz a quienes no la tienen frente a los poderes fácticos y los gobiernos totalitarios de turno. No hablamos solo de su sistema más sutil (la censura), sino de la represión más absoluta. Escribir, en concreto, siempre fue visto por los que ostentan el poder como un ejercicio peligroso, cuando no reaccionario. Y, aunque cada cual asumió la cota de compromiso que su situación personal le permitía, los escritores han sido un constante altavoz de injusticias e ignominias. La cosa viene de lejos, desde el principio mismo de los tiempos, que nos remonta a la persecución de los textos budistas en la China del S 18 TEMA siglo I o a la infame maquinaria de la Inquisición. Los mismísimos Erasmo, Galileo o Descartes fueron víctimas de ello.
Ciñéndonos a nuestra convulsa época, retratamos a continuación a siete autores que se las vieron o aún se las están viendo con las fauces criminales del poder más abyecto.
Svetlana Aleksiévich
Cuando, en el año 2000, la periodista bielorrusa Svetlana Aleksiévich se vio obligada a marchar al exilio tras la detención y encarcelamiento de todos aquellos que se oponían como ella al régimen de Lukashenko, se dejó sobre la mesa de su casa un manuscrito que versaba sobre el amor, como si allí dejara realmente una sagrada excusa para regresar algún día a cerrar el círculo. De momento eso no ha sido aún posible. Nacida en la Ucrania socialista pero criada en Bielorrusia, la autora de Los muchachos de zinc y premio Nobel en 2015 fue desde muy pronto una voz combativa e incómoda en su abnegado nadar a contracorriente del discurso postsoviético oficial. Abiertamente enfrentada al gobierno censurador de Lukashenko, tuvo que salir de su país, recalando en París o Berlín. En 2011 regresó a la capital bielorrusa, y apoyó en las elecciones presidenciales de 2020 a la opositora Svetlana Tijanóvskaya (la cual también tuvo que huir del país tras el amaño de los comicios). La misma Aleksiévich partió al exilio en septiembre del mismo año tras denunciar que estaba siendo vigilada por las fuerzas de seguridad del gobierno. Desde entonces vive en Berlín. Su libro más conocido, Voces de Chernóbil, traducido a más de veinte lenguas, sigue prohibido en su país.
Sergio Ramírez
Ramírez, premio Alfaguara en 1998 y ganador del Cervantes en 2017, es suficientemente conocido en nuestro país, donde reside en la actualidad. Desde muy joven militó contra el dictador Somoza y apoyó al Frente Sandinista. Tras el triunfo de la Revolución Nicaragüense formó parte activa en la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional. Ostentó el cargo de vicepresidente de Nicaragua de 1984 a 1990. Su tendencia renovadora y su propuesta de reformar 65 artículos de la Constitución de 1987 provocaron una paulatina ruptura con el partido Sandinista y le distanciaron del presidente Daniel Ortega. En 1995, Ramírez fundó su propio partido, una clara escisión del FSLN, pero perdió la elecciones del año siguiente y decidió retirarse de la primera línea política, aunque continuó siendo muy crítico con Ortega, que ostenta el cargo presidencial desde 2007. A partir de ese momento, la presión y la censura se cernieron sobre el autor de Sombras nada más o Adiós muchachos, libro este último en el que plasmó su desencanto con el sandinismo. En 2008 fue vetado por el Instituto Nicaragüense de Cultura como prologuista de una antología de los grandes poetas en lengua castellana que iba a publicar El País, en lo que se entendió como una clara censura oficial y que originó un texto de solidaridad y protesta suscrito por autores como García Márquez o Carlos Fuentes. En 2021, el autor fue acusado de incitación al odio, entre otros cargos, y se firmó una orden de detención contra él. Exiliado en España desde entonces, Ramírez denunció la situación política que atravesaba su país, comparándola con la Cuba de los 60. Desencaminado no va: en 2022 había más de doscientos opositores del gobierno encarcelados, y tanto partidos opositores y oenegés como universidades, donde se gestaron protestas y manifestaciones, habían sido ilegalizadas.
Lydia Cacho
Calificada por Time Magazine y The Guardian como “la periodista más valiente de América Latina”, la reportera y activista mexicana por los derechos humanos Lydia Cacho se ha destacado sobre todo por denunciar situaciones de esclavitud y trata de personas en todo el mundo. Entre sus logros está el haber conseguido la primera sentencia por tráfico sexual y pornografía infantil en América Latina. En 2004, su libro Los demonios del Edén levantó una enorme polvareda al denunciar a la mafia pederasta de su país con el consentimiento de la clase política. A raíz de ello fue denunciada por difamación por el empresario libanés Kamel Nacif Borge y el escándalo implicó al entonces gobernador del estado de Puebla. Cacho denunció haber sido secuestrada en su propia casa de Cancún y trasladada ilegalmente por la policía hasta Puebla. También manifestó haber recibido en ese trayecto amenazas de muerte, haber sido privada de su teléfono móvil y de poder contactar con su abogado. El caso llegó hasta la ONU y evidenció no solo una sistemática violación de los derechos humanos, sino también la dudosa credibilidad del sistema de justicia mexicano, amén de destapar toda una corrupta red de influencias y abusos de poder que salpicaba a gobernadores, empresarios, militares, religiosos y políticos. Tras recibir una amenaza directa de muerte y sobrevivir a seis atentados, Cacho se autoexilió. Hoy vive en España, donde obtuvo la nacionalidad en 2021, y donde sigue denunciando los crímenes que se cometen contra mujeres y niños en todos los contextos y lugares del mundo
Asli Erdogan
De fulgurante pelo rojo, física de formación y ganadora entre otros del Premio Simone de Beauvoir para la Libertad de las Mujeres en 2018 y el Vaclav Havel de 2019, la turca Asli Erdogan es una de las más destacadas activistas por los derechos humanos del mundo árabe. Licenciada también en informática, trabajó un tiempo en Suiza como física de partículas pero, al regresar a Turquía, decidió dedicarse únicamente a la literatura. En agosto de 2016 fue detenida y acusada de terrorismo por pertenecer al consejo asesor del periódico pro-kurdo Özgür Gündem. Pasó cuatro meses y medio en prisión preventiva, acusada de tres supuestos delitos que podían penarse con cadena perpetua. Ello desató una oleada de firmas en su país a favor de la libertad de expresión y un movimiento internacional de protesta. Aunque la autora fue absuelta en 2017, su caso volvió a reabrirse al considerársela una traidora únicamente por escribir sobre los kurdos y el genocidio armenio.
La autora de El edificio de piedra, en una denuncia del sistema político turco, vive actualmente exiliada en Berlín, donde dice sentirse amenazada por la comunidad turca del país, mayoritariamente partidaria del presidente Erdogan. Aún así declara sin tapujos que, tras el fallido golpe de estado de 2016, Turquía inició un cambio acelerado hacia un régimen totalitario.
Ahmed Naji
Aunque aún poco conocido en nuestro país, el caso de Naji, periodista y novelista egipcio de 36 años, saltó a la prensa internacional en 2016 cuando por su novela El uso de la vida fue condenado a dos años de prisión acusado únicamente por el contenido erótico y la mención a las drogas que el libro contiene. Según la justicia de su país, atentaba contra el pudor público y fomentaba “la lujuria y los placeres efímeros (sic)”. Naji tuvo el dudoso honor de convertirse en el primer escritor moderno condenado en Egipto por una obra estrictamente literaria, puesto que sus libros cuestionan costumbres y usos sociales pero no opinan casi nunca sobre política.
El autor, que ya había tenido problemas un año antes por publicar un avance de esa misma novela en un periódico, pasó casi trescientos días en prisión (y durante cuatro meses no salió al exterior ni vio el sol, pues no le dejaban abandonar su celda). Tras ello, y debido a la presión internacional de intelectuales y artistas, la pena fue reemplazada por el pago de una multa y la prohibición de abandonar el país, que se mantuvo hasta 2018. El autor se vio obligado a estar separado de su esposa y su hija pequeña durante un año, reuniéndose al fin con ellas en Estados Unidos en 2019, donde en la actualidad disfruta de una beca del Black Mountain Institute en Las Vegas tras obtener el reconocimiento de la crítica con el PEN/Barbey Freedom to Write en América.
Roberto Saviano
La máxima ambición de Saviano, el escritor perseguido más famoso de Europa, es la de poder ir al supermercado tranquilamente, algo aún hoy imposible. El autor italiano vive desde 2006 amenazado de muerte, en la clandestinidad y con escolta desde la publicación de su famoso libro Gomorra. Aunque esta obra le hizo rico y famoso, su vida se convirtió (según sus propias palabras) “en una mierda”. Alto precio para un escritor que entonces tenía 26 años y un brillante porvenir. La deuda contraída con la peligrosa mafia camorrista de Nápoles, su ciudad natal, no era baladí: con su escritura, y basándose en hechos reales, se enfrentaba a siglos de violencia y delincuencia, de ancestrales códigos criminales y muertes. La respuesta de la Camorra no se hizo esperar: en 2008 se supo que el clan de los Casalesi tenía previsto eliminarle.
El periodista y escritor, que cuenta actualmente 43 años, lleva más de quince escondido. Debido a ello no ha podido formar una familia ni tener un grupo normal de amigos, no puede dormir sin somníferos, sufre ataques de pánico y ha de ir con su escolta hasta al baño. La Mafia, en efecto, aún no ha podido matarle, pero lo ha condenado a algo quizá peor. El desgaste psicológico que ha de pagar sigue siendo muy caro y solo ahora se pregunta si realmente valió la pena.
Taslima Nasrin
El caso de Nasrin, escritora y médico bengalí, es muy conocido desde los 90, cuando publicó su obra más célebre, Vergüenza (1993). En ella, la autora contaba las desgracias de una familia hindú tras la destrucción de la mezquita de Batri d’Adoyha en 1992. La novela era una clara crítica al extremismo religioso. Por esa razón se la acusó de ofender los sentimientos religiosos de los musulmanes. El asunto desembocó en un gran escándalo que, con el espoleamiento de los líderes religiosos, llevó al país a una huelga general. Cientos de miles de personas pidieron públicamente que Nasrin fuera ahorcada. Afortunadamente, la autora pudo exiliarse en Suecia, y posteriormente en Berlín y Nueva York. Regresó a la India en 2004 pero las amenazas continuaron. En 2007, un grupo radical puso precio a su cabeza. Aunque en un principio se negó a salir de su país, se vio obligada a ello en 2008, tras ser acusada de blasfemia y nuevamente amenazada. Ese mismo año fue nombrada Ciudadana de Honor en París.
Contra viento y marea, Nasrin ha pedido que los preceptos del Corán sean revisados en beneficio de los derechos de la mujer y se ha convertido en un icono de la lucha feminista musulmana, motivo por el cual sigue perseguida por los fundamentalistas islámicos.
Diago Prado - Librújula