La Nava de la Asunción, en la provincia de Segovia, fue un lugar muy especial para el poeta Jaime Gil de Biedma y su familia. Nos lo cuenta su sobrina Inés García-Albi. “Ese paisaje, de pinares y tierra de campos, fue fundamental en su vida desde su infancia (allí pasó los tres años de la Guerra Civil) hasta el final de sus días. La Nava y el paisaje, el pinar de los Alisos aparece en varios de sus poemas”.
Inés García-Albi es periodista y escritora y gran conocedora de la obra de su tío. Realizó el documental biográfico «Gil de Biedma. Retrato del artista», que emitió TVE en el espacio “Imprescindibles”, en el que repasa su vida a partir de testimonios familiares y de amigos. Desde hace varios años es también el alma mater de la Factoría Cultural Martínez donde se dedica a llevar la cultura desde su casa a cualquier lugar. Y ese peregrinaje cultural la ha conducido a Fuente Olmedo, pueblo de la provincia de Valladolid, muy cercano a la Nava, donde se reencontró con parte de su pasado pero también de su futuro. Desde hace tres años, organiza en Fuente Olmedo, en ese pueblecito donde la Wikipedia dice que en 2018 vivían 38 habitantes, el encuentro “Ancha es Castilla” en el que el viaje, el aprendizaje con especialistas referentes de la literatura y las artes y la naturaleza se reúnen en un mismo evento.
El lema de esta quinta edición es “La transformación de la naturaleza en la poesía y en el arte”, que tendrá lugar del 21 al 24 de septiembre, e irá conducida por Andreu Jaume, editor, crítico literario y de arte, poeta y profesor. En las tres conferencias del encuentro se hará un recorrido de cómo se plasma la naturaleza en el arte y la poesía a lo largo de la historia. Se ilustrará el tránsito del mundo antiguo al moderno a través de la transformación que sufre el concepto de naturaleza a finales del siglo XVIII, la aparición del paisaje en la pintura, la irrupción de la subjetividad en poesía y la lenta abstracción de la figura humana en el arte. Y, sobre todo, en una tierra tan amada por el poeta, se hablará de Gil de Biedma. El encuentro terminará con la lectura de la «Ribera de los Alisos”, uno de los mejores poemas de poeta y una de las grandes meditaciones sobre la naturaleza que ha dado la poesía española del siglo XX.
Explica Inés García Albi que en la «Ribera de los Alisos” Jaime recoge la tradición de Manrique y de los románticos ingleses. Además Los Alisos es un poema largo dedicado a un pinar que se llama así y que pertenece a la familia, un lugar mágico y mítico en Jaime. Es un reino compartido por todos”.
Ribera de los alisos
Los pinos son más viejos.
Sendero abajo,
sucias de arena y rozaduras
igual que mis rodillas cuando niño,
asoman las raíces.
Y allá en el fondo el río entre los álamos
completa como siempre este paisaje
que yo quiero en el mundo,
mientras que me devuelve su recuerdo
entre los más primeros de mi vida.
Un pequeño rincón en el mapa de España
que me sé de memoria, porque fue mi reino.
Podría imaginar
que no ha pasado el tiempo,
lo mismo que a seis años, a esa edad
en que el dormir descansa verdaderamente,
con los ojos cerrados
y despierto en la cama, las mañanas de invierno,
imaginaba un día del verano anterior.
Con el olor
profundo de los pinos.
Pero están estos cambios apenas perceptibles,
en las raíces, o en el sendero mismo,
que me fuerzan a veces a deshacer lo andado.
Están estos recuerdos, que sirven nada más
para morir conmigo.
Por lo menos la vida en el colegio
era un indicio de lo que es la vida.
Y sin embargo, son estas imágenes
– una noche a caballo, el nacimiento
terriblemente impuro de la luna,
o la visión del río apareciéndose
hace ya muchos años, en un mes de septiembre,
la exaltación y el miedo de estar solo
cuando va a atardecer -,
antes que otras ningunas,
las que vuelven y tienen un sentido
que no sé bien cuál es.
La intensidad
de un fogonazo, puede que solamente,
y también una antigua inclinación humana
por confundir belleza y significación.
Imágenes hermosas de una historia
que no es toda la historia.
Demasiado me acuerdo de los meses de octubre,
de las vueltas a casa ya de noche, cantando,
con el viento de otoño cortándonos los labios,
y la excitación en el salón de arriba
junto al fuego encendido, cuando eran familiares
el ritmo de la casa y el de las estaciones,
la dulzura de un orden artificioso y rústico,
como los personajes
en el papel de la pared.
Sueño de los mayores, todo aquello.
Sueño de su nostalgia de otra vida más noble,
de otra edad exaltándoles
hacia una eternidad de grandes fincas,
más allá de su miedo a morir ellos solos.
Así fui, desde niño, acostumbrado
al ejercicio de la irrealidad,
y todavía, en la melancolía
que de entonces me queda,
hay rencor de conciencia engañada,
resentimiento demasiado vivo
que ni el silencio y la soledad lo calman,
aunque acaso también algo más hondo
traigan al corazón.
Como el latido
de los pinares, al pararse el viento,
que se preparan para oscurecer.
Algo que ya no es casi sentimiento,
una disposición de afinidad profunda
con la naturaleza y con los hombres,
que hasta la idea de morir parece
bella y tranquila. Igual que este lugar.
Jaime Gil de Biedma - De: Moralidades, 1959
Recogido en: Las personas del verbo (Poesía completa de Jaime Gil de Biedma)