El escritor Enrique Rubio sostiene en su nuevo libro que el movimiento ‘woke’ es, en realidad, la «religión perfecta»
Decía Chesterton que «cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier otra cosa», y no hay mejor ejemplo de esto que el izquierdista moderno. Para este, resulta digno de mofa el relato de la creación de la mujer a partir de la costilla de Adán, cuando hasta un zagal que no ha hecho la comunión comprende que se trata de una alegoría, pero cree a pies juntillas que el sexo es mutable, que el género es fluido, que el patriarcado oprime, y que los impuestos se destinan a Sanidad y Educación, entre otros dogmas de fe.
Algo así nos viene a decir el escritor Enrique Rubio en Religión woke: el despertar del supremacismo identitario, un reflexivo y a la vez mordaz ensayo en el que trae una mala nueva al izquierdista moderno: «No eres mejor que los demás». «Probablemente tu ideología/religión sufra un nivel de podredumbre, fanatismo, propagación, sectarismo y dinero invertido muy por encima de la media, y quién sabe si dos palmos sobre la segunda en el ranking», asevera en la contraportada.
El autor arguye que el debilitamiento del poder, estatus y credibilidad de las religiones clásicas en los siglos XIX, XX y XXI ha propiciado la aparición de religiones laicas, que satisfacen «las mismas necesidades, intentan tapar los mismos vacíos y generan los mismos trastornos, los mismos conflictos interpersonales, sociales y políticos». Cuando una religión laica desarrolla todo su potencial destructivo nacen monstruos como el nazismo, el comunismo o el wokismo.
Este es, grosso modo, como si «el nazismo y el comunismo hubieran tenido un hijo en una parroquia protestante y lo hubieran llevado a un colegio posmodernista». El libro es un tomajazo al pensamiento débil, el dominante, en el que tilda al femiwokismo de «religión perfecta», ya que cuenta con más fieles que ninguna otra.
¿Acaso no tiene el wokismo todos los ingredientes para ser considerado como una religión laica? Piénsenlo: sagradas escrituras, mitos y creencias falsas, guías morales, púlpitos y sacerdotes evangelizadores, lugares de reunión y adoración, arte, iconografía, símbolos, sufrimientos, sacrificios, indefinición, ambigüedad, ubicuidad, consuelo e ilusión de seguridad y simplismo/reduccionismo.
Características religiosas del ‘wokismo’
Sagradas escrituras: todas las religiones cuentas con escrituras que articulan un sistema de creencias acientíficas y un código ético fanático, a menudo contrario a lo recomendado por la psicología clínica básica. Y el izquierdismo no es menos. Ahí están las biblias particulares de Michel Foucault, Jacques Derrida, Antonio Gramsci o Judith Butler. Pero también hay lecturas más accesibles en El País o Eldiario.es. «Cada cual según sus posibilidades», que dice el catecismo marxista.
Mitos y creencias: todas las religiones adolecen, aunque quizá no en igual medida, de mitos y creencias. En el caso del izquierdismo, y sobre todo en la subdoctrina del feminismo, que «frases contienen cualquiera de sus manifiestos, biblias y panfletos», según Enrique Rubio, como, por ejemplo, la cantinela de que «el fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando».
Púlpitos, lugares de reunión y adoración: dese la inmensa mayoría de los medios de comunicación -públicos y privados-, telediarios y otros programas informativos, hasta cualquier acto cultural, presentaciones de películas, libros, discos, conciertos, clubs de lectura, etc. Quizá tengan como máximo exponente las homilías de Juan José Millás los domingos en la Cadena SER.
Arte, iconografía y símbolos: la palestina, chapitas, lacitos de colores, el Che, el triangulito rojo, el puñado cerrado en alto, el Imagine de John Lennon, etc.
Insatisfacción crónica, sufrimiento y sacrificios: dice el escritor que «el izquierdista contemporáneo finge que sufre, en forma de indignación, todos los males que padecen los colectivos oprimidos», pero que «no sacrifica nada y lo quiere todo». Nada que añadir. Si acaso que apagar las luces un rato durante La hora del planeta, separar la basura y subir por las escaleras no computa como penitencia.
Indefinición, ambigüedad y ubicuidad: una de las claves para que una religión tenga predicamento es que pueda abarcarlo todo y que sea indefinida y ambigua. Piensen en todas las políticas o ideólogas woke -desde Yolanda Díaz hasta Judith Butler- que hablan o escriben mucho sin decir nada concreto. Pero es que si escribieran con claridad, despertarían más irás y más burlas.
Consuelo e ilusión de seguridad: la izquierda es un bálsamo analgésico que legitima el sistema corrupto, el robo y la explotación constantes. La Santa Izquierda, tras algún escándalo mediático que la religión derecha no ha sabido contener, siempre llega al poder para calmar las aguas con su anestesia propagandística y su control de medios. La izquierda genera la ilusión de que todas las penurias y atropellos se combaten y desaparecen y cuando llega al gobierno hace desaparecer por arte de magia todas las lacras sociales y económicas que usaban como reclamo y prometían atajar. Se trata del consuelo más placentero y paralizante, y la ilusión de control y seguridad generan euforia o un efecto temporal parecido al provocado por las drogas. Subidón narcótico para hoy y resaca psicológica (cuando no destrucción cerebral total) para mañana.
Simplismo y reduccionismo: trifachito, Franco, sí se puede, saca tus rosarios de mis ovarios… A diferencias de las religiones clásicas, el izquierdismo es más simple que cualquier doctrina teísta. Los progreligiosos se desenvuelven bien en Twitter -ahora X- y Facebook porque para ellos 140 caracteres son El Quijote. Les bastaría con 50. Sin embargo, Youtube se ha convertido en un ecosistema tildado de «facha». Los «fachatubers», que dicen algunos. Acaso porque un vídeo encaja mucho más con una postura racional profunda que además aporte evidencias, y eso es el demonio para el izquierdista. Pensar es facha, en definitiva.
Portada de 'Religión woke'. | Ilustración: Alejandra Svriz