Jueves, 21 de noviembre de  2024



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Tras las huellas de David Copperfield
1/12/2023



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Barbara Kingsolver seduce el lector en su recorrido por la América pobre, la de las caravanas, los programas sociales y la falta de oportunidades


Saludado por las principales revistas y suplementos literarios de los Estados Unidos como el libro del año, y premio Pulitzer del 2023, Demon Copperhead se nos presenta en una edición de casi 700 páginas con un cuerpo de letra solo apto para adolescentes de vista poderosa. La novela de Barbara Kingsolver es un texto robusto, homenaje al David Copperfield de Charles Dickens, que también fue definido como “obra maestra suprema”.


Kingsolver (Annapolis, Maryland, 1955) mimetiza alguna de sus características, tanto las estilísticas como las de fondo. Aquí nos encontramos a Demon, hijo de madre soltera con gran sentido del humor que permite al lector sortear todas las inclemencias y vicisitudes de su existencia, de la que el crítico del Washington Post dijo que “te hará reír y te romperá el corazón a partes iguales.”


Quizá sean exageraciones, pero lo que consigue Kingsolver es seducir el lector a través de su recorrido por la América pobre, la de las caravanas –donde nace– a los posibles refugios deportivos, los programas sociales –incluso para los implantes dentales– y la falta de oportunidades para los que están bajo la alfombra del sistema, los millones de pobres que sobreviven al sueño americano.


Esta novela de iniciación ha sido comparada a Salinger y a otros, pero seguramente el tiempo hará que los supere, ni que sea por justicia poética.


Algunos conocimos a Barbara Kingsolver gracias al buen hacer de las feministas de Edicions de l’Eixample, que en 1988 publicaron su primera novela, Arbres de mongetes , en versión del poeta valenciano Jaume Pérez Montaner. En aquel libro, casi remoto, la escritora, nacida en una pequeña comunidad agrícola, ya vertía su ironía en coches de quinta mano, donde a la protagonista incluso le aparecía una niña india abandonada en el asiento trasero. Esos escenarios y la fuerza de su prosa ya la acercaban a Dickens, a pesar de que entonces los referentes dirty, e incluso beatniks , eran otros. En definitiva, todo viene a ser lo mismo y lo que pretendo es establecer un nexo entre estos 35 años transcurridos entre su primera novela y el premio Pulitzer.


Demon, el protagonista narrador de la nueva novela, guarda muchas similitudes con la Taylor del primer libro, incluso una cierta aura de picaresca. Kingsolver resuelve con destreza y verticalidad el que hubiera supuesto imitar un Dickens a pelo. Tiene momentos de epifanía absoluta cuando se mueve con desidia por los entrenamientos en los campos de futbol americano y no se interroga sobre si debe acogerse al programa rural para revisar sus muelas cariadas.


Demon Copperhead emociona y te acompaña de la mano mientras te inculca la piedad en una sociedad despiadada. Es también un objetivo ante el triunfo a cualquier precio. Aquí están Charles Dickens, Thoreau, Leon Tolstoi y Bakunin para decirnos que no, que no hace falta avanzar rápido, que debemos aprender a mirar el cielo y a nuestro alrededor. La panorámica siempre es buena, no solamente para los sentidos. Kingsolver consigue introducir en esta su última novela la noción de peligro, de fragilidad, que contrasta con la mentalidad de superhéroes imperante. “¿Dónde comienza el camino hacia la ruina?”, se pregunta el narrador. De hecho la novela se inicia con una cita reveladora de Dickens, “resulta vano recordar el pasado, a menos que ejerza alguna influencia sobre el presente.”


Y efectivamente la ejerce porque esta road movie no tiene final previsible. Nos invita a conducir sin destino hacia la propia vida, la de los sin nombre que aguardan en las salas de los hospitales, los que solo reciben noticias sin esperanzas, los miles de veteranos del ejército que no tienen donde caerse muertos. Sin descuidar la ingenuidad del protagonista joven, Kingsolver nos ofrece su obra maestra: “Pasé la noche hecho un ovillo en el suelo de arena, la espalda contra una roca fría, sediento, hambriento y resultó que no del todo drogado. Cada grillo que avanzaba pasito a pasito por la cara de la cueva era una cabeza de cobre, cada ardilla removiendo la hojarasca, un oso. Si sobrevivía, por la mañana bajaría de la montaña, encontraría a June y le diría que estaba listo para volar”.


Ese es el objetivo: volar.


Una autora que quiere mejorar la sociedad

Kingsolver es una militante cultural. La repercusión y el éxito de sus novelas la han llevado a impulsar iniciativas para mejorar la sociedad, también la literaria. Su atracción por la narrativa decimonónica no es nueva. Su primer libro no era contemplativo, de observación del paisaje. En el 2000 creó el premio Bellwether, dotado con 25.000 dólares y enfocado a una “ficción comprometida en aspectos de la justicia social y el impacto de la cultura i la política en las relaciones humanas.”
No resulta baladí su reivindicación de Dickens: Dostoievski lo leyó durante su reclusión en Siberia, Tolstoi consideraba David Copperfield una de las cimas y Kafka lo utilizó en América. William Somerset Maugham lo incluyó en su canon de diez grandes novelas. Observaba que el método de Dickens para crear un personaje “consistía en exagerar las flaquezas de sus modelos y poner en su boca una frase, o una sucesión de frases, lo que imprime su quintaesencia en el lector”.




   
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