Jueves, 21 de noviembre de  2024



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Este libro te cambiará la vida y otras exageraciones de la autoayuda editorial
6/12/2023



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Hay una escena iniciática que se repite en la gran mayoría de lectores, sin importar las épocas o las geografías. Consiste en la primera vez que el futuro lector se encuentra con una gran biblioteca, por lo general a una edad temprana: puede ser la de sus padres, la de algún abuelo, de la escuela o de la casa de un amigo. Sospecha que esas filas de libros, organizadas de alguna manera que aún desconoce, alojan algo importante, tal vez aquellas preguntas que los adultos no saben responder. Es allí, rodeado de esos lomos enigmáticos, cuando empieza un periplo que con algo de suerte lo acompañará el resto de sus días. Mucho tiempo después podremos saber cuánto influyeron esas primeras lecturas: al igual que la vida, es algo que solo se comprende mirando hacia atrás.


Así como hay restaurantes especializados en alguna variante étnica y otros que atienden las demandas gastronómicas más populares, toda biblioteca tiene su orientación cultural (hoy quizás lo llamaríamos «sesgo ideológico»). No es lo mismo haberse topado de niño con una biblioteca llena de clásicos de la literatura universal que una repleta de manuales técnicos o libros de autoayuda. Y es probable que esas marcas lectoras permanezcan en nosotros incluso cuando hayamos virado a otros géneros más adelante.


Para decirlo con otras palabras, un lector de ficción y uno de libros de desarrollo personal pueden compartir la misma afición, sí, pero tienden a mirarse con recelo. Para el primero, hay algo moralmente superior en recitar de memoria poemas del Siglo de Oro español, mientras que el segundo no oculta su orgullo por saber de finanzas personales o aplicar las ideas de Marco Aurelio a las relaciones de pareja.


El sutil arte de elegir libros de aeropuerto

Entonces vayamos al punto: las publicaciones culturales (las hispanoamericanas, al menos) tienden a reseñar libros de literatura o alguna de sus variantes ensayísticas, lo cual establece un canon más o menos serio con el correr del tiempo. Pero cuando hablamos de títulos de smart thinking o «libros de aeropuerto», como los llaman los gringos, las referencias para no iniciados son variopintas, los puentes son más movedizos. Es difícil distinguir la señal del ruido, que es una forma elegante de plantear que en este universo editorial hay libros valiosos y otros que son pura espuma, ideas estiradas hasta el sopor e infladas con buena publicidad.


Las referencias para guiarse en ese escenario inestable, decíamos, son variadas. Una que suele usarse seguido es incluir en la portada la frase «New York Times bestseller», para señalar que el libro en cuestión vendió mucho de acuerdo a ese periódico, famoso por su prestigio. Pero el uso de esa sentencia se ha ampliado tanto (a veces incluso con tácticas poco transparentes) que ya no parece tan confiable como lo era hasta hace algunos años.

Otra táctica muy común es el elogio de algún escritor reconocido, una oración rimbombante que terminará plasmada en la tapa de la segunda edición. Sin embargo, muchas veces el piropo obedece a una amistad solapada o a una devolución de gentilezas entre autores (algo que también ocurre en la literatura, vamos).

Las reseñas de esta clase de libros existen, desde ya, pero no suelen aparecer en los suplementos de cultura. Es difícil hallar un crítico que quiera escribir sobre una nueva versión de Tus zonas erróneas cuando las novedades de Impedimenta o Anagrama se apilan en su mesa de luz. A los comentarios para esta clase de libros hay que buscarlos en YouTube, en posteos de LinkedIn o en podcasts motivacionales, y aun así no podemos estar seguros de que elegiremos bien. Presos del engagement, estos contenidos suelen abusar de las sentencias categóricas («Este libro te cambiará la vida», «Lo mejor que se ha escrito sobre el ayuno intermitente») o caer en la tentación del formato listículo, familiar directo del clickbait, que consiste en una serie de enumeraciones hasta armar un título con gancho («10 motivos por los que este libro modificará tu rutina»).


Curiosamente, en los últimos años estos mismos espacios también se han vuelto zona de resistencia contra los vendedores de humo. En julio pasado circuló un tuit que mostraba una fotografía cenital con más de cuarenta libros de este estilo —un degradé intelectual que iba del historiador Yuval Noah Harari hasta el psicólogo Spencer Johnson— rematado con el epígrafe «Cómo sentir que estás avanzando pero en realidad estás procrastinando». Gran frase, sí, pero también generalista y que nos devuelve al punto de inicio, el misterio de por qué es tan difícil separar la paja del trigo en este campo.


Otro aspecto interesante que revela el tuit es lo parecidas que son las portadas de estos libros, aun cuando se trata de editoriales diferentes, como si existiera un manual de marketing (quizás exista, ojo) que indica que un fondo color crema, un título que destaque una palabra en color rojo y un subtítulo más informativo es la fórmula del éxito.


Cómo piensan los ricos (y algunos editores)

Los lectores hispanoparlantes también debemos enfrentar algo que a falta de mejor nombre llamaremos coverbait, traducciones de títulos no del todo fieles planeadas para vender más copias, un truco publicitario que tal vez sea deudor del cine. Un libro como The Psychology of Money, el interesante tratado de Morgan Housel acerca de cómo nuestras emociones influyen más que las matemáticas al momento de tomar decisiones financieras, fue traducido al español con una frase mucho más directa y engañosa: Cómo piensan los ricos. Y hay traducciones más desafiantes: Hit Makers, el muy buen libro de Derek Thompson sobre cómo se crean éxitos en la cultura popular, cuenta con una traducción literal, Creadores de hits, que dicho de esa forma soo parece abordar las canciones pegadizas. Pero no es un libro de música, no únicamente al menos, porque también habla de series, películas e incluso apps.


Para volver a cómo guiarse en este mundo, Michael Hobbes y Peter Shamshiri llevan adelante el podcast If Books Could Kill, en el que desmenuzan algunos best sellers con el objetivo de que menos personas caigan en la trampa de creer que sus problemas se solucionarán con los consejos de un gurú millonario. Con ánimo humorístico y destructivo, ya llevan casi un año comentando clásicos como Padre Rico, Padre Pobre de Robert Kiyosaki (el tío abuelo de los criptobros) o El Método, una polémica guía de seducción que Neil Strauss publicó en 2005 y que hoy no pasaría el filtro de ningún sello editorial serio.
 

Y luego tenemos personajes ubicados al medio de este dilema. Incluso cuando no aborda directamente libros, Patrick Tobin es un influencer de finanzas que intenta desenmascarar a usuarios de TikTok o Instagram que aseguran que se pueden ganar miles de dólares a través de diversos side hustles (actividades laborales secundarias). La intención es buena, pero convengamos que no hay que ser un iluminado para advertir que no aumentarán nuestros ingresos si repetimos todos los días frente al espejo que algún día seremos millonarios.


También es justo marcar diferencias en este terreno, el de los especialistas en economía y finanzas. ¿Existen estafadores? Desde ya. No hace falta escarbar demasiado para encontrarlos. Si en su imagen de perfil o en la foto de solapa luce pantalones pinzados y una camisa ajustadísima, permítanse desconfiar. Y si aparece sentado en una Ferrari o una limusina, directamente palpen sus bolsillos para ver si sus billeteras siguen ahí. Otro tip para encender las alarmas con esta clase de personajes: por básico que parezca, no viene mal revisar si los títulos que dice poseer son de carreras universitarias que efectivamente existan.


Por el contrario, si el libro aborda un aspecto interesante de la economía y no promete nada estruendoso en la portada, sumado a que el autor cuenta con una biografía creíble, son señales de que tal vez estemos ante una obra estimable. Tal vez no sirvan para aumentar nuestros ingresos de la noche a la mañana, pero al menos nos ayudarán a entender mejor nuestros problemas.


Además, no hace falta tener un doctorado en Princeton para escribir grandes libros sobre el mundo de las finanzas y la tecnología. Suficiente con ser bueno contando historias, como Walter Isaacson, responsable de las biografías de Steve Jobs o Elon Musk. También es el caso de Michael Lewis, autor de grandes novelas de no ficción del mundo corporativo (Póker del mentiroso, The Big Short), o Ben Mezrich, quien escribió Multimillonarios por accidente, que cuenta el origen de Facebook, novela llevada al cine por David Fincher (The Social Network), uno de los grandes dramas de este siglo. Dato curioso: Lewis sí es graduado de Princeton, pero en Historia del Arte.


Individualismo colectivo

Algunos dirán que es un síntoma de época. Mientras los libros sobre desarrollo de hábitos, pensamiento lateral en los negocios, perfeccionamiento de oratoria, mejora del sueño o las biografías de empresarios suben puestos en los rankings de las librerías, el algoritmo de YouTube nos recomienda videos sobre cómo ser más productivos o mejores vendedores. 


Esta clase de libros no son algo particularmente nuevo (Piense y hágase rico fue publicado en 1937), pero su actual popularidad tal vez responda a las necesidades de la sociedad occidental postcovid, un mundo más individualista y enfocado en un presente que no puede visualizar demasiado hacia adelante, como si la frase «nadie se salva solo» se hubiera transformado en un «sálvese quien pueda».


En definitiva, en la era de las visualizaciones y los likes, no queda otra que leer sin prejuicios y determinar cuáles de estos libros valen la pena, algo que desde luego también aplica a la literatura y cualquier otra forma de lectura. Como en aquella biblioteca iniciática de nuestra infancia, nuestra intuición puede llevarnos lejos, es parte de la aventura. Después de todo, los libros tal vez no funcionen para encontrar respuestas, sino para mejorar nuestras preguntas.




   
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Presentación del libro 'Atreverse a saber'

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