Sócrates recelaba de la escritura y prefería la transmisión oral del conocimiento. Paradójicamente, si sus opiniones han llegado hasta nosotros es porque Platón dejó constancia de ellas en un libro: el Fedro . Pese a las reticencias socráticas, es obvio que la palabra escrita ha sido imprescindible para el desarrollo cultural. Describió muy bellamente su utilidad nuestro primer gramático, Antonio de Nebrija: “La causa de la invención de las letras primeramente fue para nuestra memoria y después para que por ellas pudiéramos hablar con los ausentes y los que están por venir.” Chúpate esa, Sócrates.
José Antonio Millán (Madrid, 1954) lleva toda la vida dedicado a la palabra escrita, como lingüista y como editor, y sabe transmitir los conocimientos acumulados de forma muy amena en Los trazos que hablan . El volumen plantea un vasto recorrido desde la Antigüedad hasta nuestros días e incorpora bien seleccionadas ilustraciones. El hecho de que lleve una notita introductoria de Roger Chartier, que es algo así como el sumo sacerdote de la historia del libro y la edición, nos da ya una pista de que lo que tenemos en las manos merece ser leído.
Millán recorre la evolución de la escritura y la lectura atendiendo a sus aspectos intelectuales, pero sobre todo tangibles. De los jeroglíficos egipcios al alfabeto; del papiro al papel; del punzón de las tablillas a la pluma; de los rollos y códices al libro impreso; de los copistas al linotipista; de los escribas que trabajaban acuclillados a la invención del escritorio; de la máquina de escribir al procesador de textos. Toda forma elevada de conocimiento y expresión artística es indisociable de los materiales a su disposición y de las evoluciones técnicas. Esto se ve de forma muy evidente en la pintura, la fotografía o el cine, pero también es aplicable a la escritura.
El autor también repasa la relevancia de los scriptoria medievales y del posterior humanismo renacentista, hasta llegar a nuestro presente digital. ¿Qué porcentaje de la población tenía acceso a la escritura y la lectura en el mundo medieval? ¿Cuánta gente hoy en Occidente no sabe leer y escribir? La
escritura es conocimiento y su difusión implicó introducir su aprendizaje en el sistema educativo (el capítulo dedicado a los manuales escolares de caligrafía tal vez ejerza en algunos lectores el efecto de la magdalena proustiana). La popularización de la lectura también hizo imprescindible la sistematización mediante ortografías y academias de la lengua.
Lejos de ser un adusto libro erudito, Los trazos que hablan abunda en anecdotario, como la historia de los hermanos húngaros László y Gyorgy Bíró, que emigraron a Argentina huyendo de la guerra en Europa y en 1943 patentaron allí su invento: el biromé, conocido entre nosotros como bolígrafo. Unos años después, dos franceses, Marcel Bich y Edouard Buffard, lo convirtieron en desechable: había nacido el Bic Cristal.
¿Corremos el peligro de dejar de utilizar el boli o la pluma en favor del teclado o el asistente de escritura con voz? Hace poco llamó la atención la noticia, luego matizada y desmentida, de que Finlandia iba a dejar de enseñar caligrafía en los colegios. Millán pone especial ahínco en la defensa de la escritura a mano (la letra ligada y la cursiva frente a la letra de palo y de imprenta).
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