Jueves, 21 de noviembre de  2024



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Carmen de Burgos y María Lejárraga, dos escritoras abanderadas de los derechos de la mujer
2/10/2024



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Las escritoras Carmen de Burgos y María Lejárraga fueron coetáneas y abanderadas de los derechos de la mujer en una época en la que destacaban por su vasta cultura y por el deseo de que España avanzara en derechos sociales. Rescatar su memoria es el objetivo de la exposición de la Biblioteca Nacional.


Carmen de Burgos, Colombine: La modernización de España (1867-1932) y María Lejárraga: Una voz en la sombra (1874-1974) son las dos exposiciones que, en la misma sala pero en espacios diferentes, exhiben a través de imágenes de gran formato, libros, cartas y documentos originales la vida de las dos escritoras y activistas por los derechos de la mujer.


La muestra se abre con la imagen de Carmen de Burgos, reconocida como la primera periodista española, en 1903 en el Diario Universal, donde firmaba con el seudónimo de Colombine que la hizo popular. Años más tarde, volvió a ser pionera en 1909 como corresponsal de guerra en Melilla. A partir de ahí, la exposición comisariada por Concepción Núñez Rey detalla la vida de una mujer que utilizó su pluma para imbuir con sus artículos un pensamiento modernizador, de progreso e igualdad. «Un mundo pasional con ansias de libertad», ha reseñado la comisaria. Fue corresponsal en Francia e Italia y visitó los países escandinavos, viajes poco habituales para una mujer de la época, en los que traslucía su voluntad regeneradora en artículos en los que reflejaba los progresos científicos más avanzados que se producían en otros países.


Recorrió México, Panamá, Argentina, Cuba y Bolivia, impartiendo conferencias como presidenta de la Liga Internacional de mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas. Eran frecuentes sus artículos y encuestas para promover el divorcio y el feminismo, hasta el punto de abanderar una concentración de mujeres sufragistas ante el Congreso para entregar un pliego de demandas de los derechos de la mujer. Cuando el Congreso aprobó el voto de la mujer en 1931, muchos reconocieron su trabajo y reclamaron un escaño para ella que, sin embargo, De Burgos, nunca solicitó. Como escritora evolucionó en contacto con todas las corrientes que se sucedieron a lo largo del primer tercio del siglo. Es autora de un centenar de novelas cortas, una docena de largas y decenas de cuentos.



Una máquina de escribir y un retrato al oleo presiden la entrada de la exposición de la escritora, dramaturga, política y articulista María Lejárraga, una mujer adelantada a su tiempo que «sabe que no van a poner en valor su trabajo», una razón por la decide firmar con el nombre de su marido sus textos, explica a Efe la comisaria Carmen Domingo. «Ambos utilizan el nombre de Gregorio Martínez Sierra como marca de autor», puntualiza Domingo, quien afirma que, a pesar de ello, toda la intelectualidad de la época sabía esta circunstancia. Domingo la define como una mujer capaz de reinventarse «constantemente» a lo largo de toda su vida, como maestra, autora, mujer, «cuando entra en política y cuando tiene que salir con sus hijos de España y vivir en el exilio» y más a los 70 años, cuando tras el fallecimiento de su marido, comienza a publicar con su nombre.


Maestra, dramaturga, novelista, política, articulista, autora de libretos para óperas y comedias musicales, fue, en 1918, una de las fundadoras de la Unión de las Mujeres de España, organización pionera que luchó por la igualdad de derechos y oportunidades para las mujeres y resultó elegida diputada en 1934 por el Partido Socialista, por la provincia de Granada. «Fue una pionera. Los textos que escribe sobre feminismo y sus conferencias de finales de los años 20 y 30 siguen vigentes, podrían servirnos de discurso a las feministas de hoy», añade Domingo. Su obra Canción de cuna, por ejemplo, se extiende fuera de nuestras fronteras en un momento en que la literatura española quedaba en terreno patrio.


De su trabajo, poco se conoce que María Lejárraga fue la libretista de la célebre obra de Manuel de Falla El amor brujo, con quien coincidió en París, y que se estrenó en el Teatro Lara en 1915 interpretado por Pastora Imperio. «Se cuenta que la cultura tiene que ser algo exponencial y la educación tiene que ser pública», advierte la comisaria, quien detalla que son las frases y vivencias de Lejárraga las que guían este recorrido por su vida. De hecho, es clarificadora una de sus frases: «Nuestra República, ¿cómo negarlo?, tuvo grandes y funestos errores, pero hizo algo humano y feliz: enseñar a leer a los niños».





   
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