El fundador de la revista 'Ajoblanco' publica 'Ángeles bailando en la cabeza del alfiler', memoria personal y social del movimiento libertario de la segunda mitad de los setenta
Pepe Ribas (Barcelona, 1951) acaba de celebrar medio siglo de la fundación de la mítica revista contracultural Ajoblanco y publica Ángeles bailando en la cabeza de un alfiler (Libros del K.O.), un recorrido por la efervescencia libertaria de la segunda mitad de la década de los setenta que acaba con la llegada de la democracia. Un recorrido personal –Ribas narra su propio proceso de liberación sexual–, grupal –la peripecia de los que hicieron posible Ajoblanco – y social –con buena parte de los nombres clave de la cultura de las últimas décadas– narrado con memoria y pulso inagotables.
¿Qué significa aquel periodo medio siglo después?
Un momento fundamental, el nacimiento de nuestro tiempo. Todo lo que pasó entonces o está pendiente o ha sido traicionado, con lo cual ha causado la crisis de la democracia que tenemos. Es saber cómo empezó la modernidad en este país en forma de movimientos sociales, preocupación por las cuestiones ecológicas, la antipsiquiatría, la homosexualidad, el feminismo. Había necesidad de huir de las casas paternas, el policía era el padre, la madre. Teníamos sensaciones diferentes a los jóvenes anteriores, no es lo mismo escuchar a Brassens y Juliette Greco y ser existencialista que haberte metido en el rock and roll, con todas las letras, con los poetas beats.
Y todo eso llegó a través de emisoras de radio muy prematuras. También vinieron el turismo y los hippies. Y surgió una generación que quería un mundo que no estaba en ninguna parte. Había que crear un espacio. Yo quería recuperar esta memoria porque algunos, como el Museo Reina Sofía, la dogmatizan y la convierten en una ideología. Y no tuvimos ideología, tuvimos necesidades. Nuestra utopía era la libertad, poder ser lo que queríamos ser. En la última etapa del franquismo en Barcelona se vivió una libertad mental inconcebible y que supimos tomar.
¿La historia de la transición se ha contado mal?
Muy mal. Primero, jamás se ha hablado de la gente joven. Se ha hablado de la que pactó el poder. La juventud tuvo un papel fundamental porque acabó con la dictadura religiosa y el franquismo era más una dictadura del catolicismo integrista que de los militares. Tampoco se ha dicho que en Catalunya en los últimos años del franquismo hubo una libertad que hizo posible la resurrección del catalán, la nova cançó. No se habla de la gauche divine, que triunfó, son los que han mandado durante 30, 40 años, y han hecho los planes de reconversión, la Olimpiada, el Foro de las Culturas, con una inversión que no se sabe dónde fue. La historia de la transición no está escrita.
Tuvo dos momentos. El primero, el pacto Suárez-Carrillo para evitar una confrontación con la extrema derecha, que hubiera ganado. Luego cuando vinieron los otros se introdujo el capitalismo internacional que obligó a la reconversión industrial y a suprimir los astilleros porque a los ingleses no les interesaban y la de muchos temas agrícolas porque a los franceses no les interesaban.
El PSOE traicionó muchísimas cosas y por eso apoyó tanto la Movida. Tras la corrupción moral de todo lo que vivió Barcelona en los setenta, la caricatura de la Movida fue como un chotis. Muy interesante y divertida, pero ya no había problema político, la política la llevaba el PSOE. Y empezó la cultura de la subvención. Lo que sucedió juega hoy un papel demoledor, empezando por la crisis climática, que planteamos en el 77.
Es que eran moralina, estaban impregnadas de moral conservadora con las mujeres, los gays. No confiaban en nosotros. Y nosotros no confiamos en ellos porque Franco murió en la cama tras toda la murga que nos dieron. Fracasaron y lo único que querían era poder y dinero. Han administrado este país 40 años. Y sin permitir relevos.
La democracia tiene medios para defenderse. Servicios de inteligencia y dinero público al servicio de crear unas instituciones. El movimiento libertario no tenía la madurez para seguir adelante, lo creamos veinteañeros. Además desde entonces el poder va a intervenir en la cultura, que ya no será la de Carlos Barral o los pequeños mánagers de Edigsa, sino que estará en manos del Estado o la Generalitat. Si le añades la heroína, fue demoledor. Luego el sida. Y la crisis económica. Llegó el fin de la era del nosotros y el advenimiento del nihilismo, yo, mi casa, yo, mi... Pero muchas de las cosas que se generaron han sido fundamentales, alumbró las libertades que tenemos, el feminismo, el matrimonio gay, el no a los manicomios, otro régimen en la cárcel.
Por supuesto. Porque el nacionalismo cierra puertas, te mete en una habitación cerrada cuando estábamos en una a la intemperie. Y pasamos de una tolerancia total, a una intolerancia bastante acusada. El pujolismo es parte de este franquismo religioso.
¿Le sorprende que hoy la juventud vote incluso por partidos ultraconservadores?
La juventud ya no tiene terreno. Ahora no se puede crear un espacio libre, te lo cierran. No hay espacios de libertad. ¿Qué es la juventud? Un misterio. Pero en Catalunya se está produciendo un renacimiento, la juventud se ha dado cuenta que como no tiene espacio se lo ha de crear y solo lo puede crear en colectivo. Ojalá puedan crear sus espacios.