Jueves, 21 de noviembre de  2024



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Recordando a Wislawa Szymborska: Actualidad de su poesía, por Mario Lucarda
8/3/2012



Wislawa Szymborska (Foto:)
 
La noticia de la muerte de Wislawa Szymborska el 1 de febrero pasado, no ha hecho sino recordarnos lo muy viva que está su poesía: lo muy viva y actual que es su lucidez y su protesta ante el hundimiento de la confianza y la falta de solidaridad en que vivimos. Este derrumbe de la cultura europea hasta ahora dominante e indiscutible.

Porque Wislawa Szymborska es polaca, y Polonia ha sido un lugar donde se han acumulado tantas diferentes situaciones en el pasado siglo XX y tan extremas, que han forzado a sus poetas a plantear, ante el límite soportado de lo inhumano e inconcebible, el cómo expresarse de un modo convincente. Czeslaw Milosz hace un brillante estudio de este esfuerzo, en el que cita el trabajo de Wislawa Szymborska.

Pero también, es Czeslaw Milosz quien nos recuerda, al adentrarse en el campo del trabajo poético de sus contemporáneos, que nuestra civilización cartesiana, con la preferencia dada al pensamiento y la razón sobre las percepciones y las intuiciones, se ha vuelto inhumana, cruel y peligrosa. Y es, ni más ni menos, lo que hoy vivimos entre los ruinosos razonamientos de las paranoicas ingenuidades de Rousseau y los no menos ruinosos razonamientos de las monstruosas idealizaciones de Hegel.

En medio de todos estos escombros, vividos en lo más sensible y vertebral de los cuerpos humanos, del entorno físico, y de las sociedades, no queda otro remedio que atenerse a lo que son los hechos, en el más estricto sentido: atenerse a la observación y a la percepción. Y éste es el ejemplo que nos entrega Wislawa Szymborska con su poesía. No, desde luego, para rechazar los logros más brillantes y excelentes de la civilización occidental, que tuvieron su punto culminante en el barroco: el descubrimiento de la complejidad de la naturaleza humana, el inicio de los descubrimientos de la ciencia, las bases que fijaron los principios de los derechos del hombre. Sino para alcanzar valientemente la conciencia de que vivimos dominados por la idea de identidades enfrentadas, insolidarias y enemigas; dominados por los principios del endiosamiento de un yo egoísta, cínico y rapaz.

En este panorama desolador del fin de una civilización, aparece la figura verdadera e insobornable de Wislawa Szymborska que pone en juicio todas las verdades oficiales y todas las afirmaciones defendidas obsesiva y machaconamente por el poder de los medios de comunicación normativos. Y ve claro qué es lo que somos - como en éste y otros poemas que citamos del libro Paisaje con grano de arena, en la traducción de Ana María Moix y Jerzy Slawomirski (Ed. Lumen) -:

AsÍ es mi gran sueño del examen de reválida: / dos monos atados con cadenas, sentados en la ventana, / el cielo revolotea tras los cristales / y el mar se baña // Me examino de historia de la gente. / Tartamudeo y me atasco. // Un mono clava en mí su mirada y aguza irónico el oído, / el otro finge dormitar, / y, en el silencio que sigue a la pregunta, / me sopla la respuesta / con un débil tintineo de cadenas ( “Los dos monos de Brueghel”).

Y, valiente, se atreve a dibujar la imagen de nuestro precario estado, en medio de esta civilización que todavía sueña con ser la dominadora y la rectora del mundo. Así lo traza en una poesía donde los hombres, desde las alturas celestes, tienen que elegir su tipo de vida en la tierra. Desde las esferas, todos dudan y ven el panorama aterrador, arremolinados e indecisos ante los papeles y actividades que han de elegir:

Contemplamos la tierra. / Algunos temerarios ya la habitaban. // Una planta canija / se agarra a la roca / con ingenua confianza / en que el viento no la arrancaría. // Un animal diminuto / se desenterraba de su madriguera / con un esfuerzo y esperanza / para nosotros sorprendente (de “Una versión de los acontecimientos”).

El futuro humano del mundo occidental, hasta ahora guía, señor y dominador, para Wislawa Szymborska, no es muy diferente del que para Troya contemplaba Casandra en sus visiones, un futuro hacia el silencio y la desolación. Así, en un soliloquio imaginado por la poeta, lo afirma Casandra mientras nadie hace caso de sus palabras, y los hechos se precipitan sobre los estupefactos ciudadanos:

Les amaba. / Pero les amaba desde las alturas. / Desde más allá de la vida. / Desde el porvenir. Desde donde reina el vacío, / donde contemplar la muerte es lo más fácil. / Les hablé con dureza y lo lamento. / Contemplaos desde las estrellas, les gritaba. / Contemplaos desde las estrellas. / Y escuchaban y bajaban la vista al suelo (de “Un soliloquio para Casandra”).

Porque el mundo que ha construido occidente es el mundo del odio. Ya no es el de la generosidad, ya no es el de la excelencia de fines y medios, ya no es el del hombre como modelo de humanidad, espejo social y guía de un futuro cada vez mejor en rectitud y compasión. Sino el de la corrupción, el de la mentira y el del engaño para alentar la codicia y estimular el despojo, actos que quedarán impunes y serán el orgullo del gran vencedor. La poesía “El odio” requiere de un estudio lento y no libre del cotejo con otras traducciones, sobre todo con la norteamericana de Stanislaw Baranczak y Clare Cavanagh, la cual fue galardonada con el premio del PEN a la traducción y es una guía más en la que el lector puede confiar.

Ved cuán activo está / y qué bien se conserva / el odio en nuestro siglo. / Con qué ligereza salta obstáculos, / y qué fácil le resulta saltar sobre su presa. // No es como los otros sentimientos. / Más viejo, y, a la vez, más joven. / Por sí mismo genera la causa / de su despertar a la vida. / Duerme a veces, pero jamás con un sueño eterno. / Y el insomnio no le resta fuerzas, se las da. // Buenas son las religiones, / con tal de estar en la línea de salida. / Buenas son las patrias, / con tal de lanzarse a la carrera. / Al principio, incluso la justicia funciona. / Después correrá solo. / El odio. El odio. (de “El odio”).

Esa poesía hecha de observación, meticulosidad, detalle y distancia, tiene para Wislawa Szyomborska un secreto de inspiración en el “no lo sé”. Ante cualquier situación, barre todo conocimiento previo, para extasiarse en la concentración del detalle. Y, dejándose llevar por el placer de la palabra, único recurso ante la muerte inevitable, ensarta verso tras verso logrando la filigrana del conocimiento, y la aparición en su descripción de una realidad increíble, pero cierta. En su discurso del premio Nobel habla de la inspiración, del “no lo sé” y del “saber”:

Yo misma he evadido el asunto cuando me lo han preguntado. Y contesto lo siguiente: la inspiración no es privilegio exclusivo de los poetas ni de los artistas en general. Hay, hubo, habrá siempre un número de personas en quienes de vez en cuando se despierta la inspiración. A este grupo pertenecen los que escogen su trabajo y lo cumplen con amor e imaginación. Hay médicos así, hay maestros, hay también jardineros y centenares de oficios más. Su trabajo puede ser una aventura sin fin, a condición de que sepan encontrar en él nuevos desafíos cada vez. Sin importar los esfuerzos y fracasos, su inquietud no desfallece. De cada problema resuelto surge un enjambre de nuevas preguntas. La inspiración, cualquier cosa que sea, nace de un perpetuo “no lo sé”.

Dircurso del Nobel. Traducción: Krystyna Libura y Arturo Viveros.

Wislawa Szymborska, ante lo insondable del dolor y los autodestructivos caminos que emprende una civilización agónica y contagiosamente maligna recurre a la serenidad, al humor, a la simultaneidad de la conciencia de la tragedia y la conciencia de la comedia. Evita la exasperación destructiva del movimiento Dada, la tosca solución del Surrealismo ante los enigmas que fueron planteados por la advertida presencia del subconsciente en su relación con la verdad, soslaya las exaltaciones a la mecánica, a la fuerza y a la agresividad de Futuristas. Y se acoge a la observación desnuda de los hechos, sin apoyarse en creencia alguna, para dibujar el hundimiento de un modo de pensar y de un modo de vida que lleva al desastre, a la deshumanización y a la crueldad. Tomando su fundamento en el hecho de existir, su mira está más allá de ella misma, está en el entregar su quehacer poético, sus palabras, sus versos por un acto de amor, como lo expresa en la entrevista que concedió a Félix Romero:

Todos mis poemas nacen del amor. Diría incluso que todos los poemas nacen del amor; incluso aquéllos que transmiten el mal tienen en el fondo una forma de amor hacia el mundo. Estoy totalmente convencida...

Mario Lucarda

   
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