El pasado 14 de marzo, ofrecieron una lectura en el Aula dels Escriptors de la ACEC dos grandes figuras de la poesía uruguaya contemporánea: Ida Vitale y Enrique Fierro. Ambos fueron presentados por los poetas y ensayistas Alfonso Alegre y Edgardo Dobry.
Alfonso Alegre comenzó la presentación explicando que el acto se había concebido como una “lectura poética y coloquio”, a fin de “conocer más a fondo la poesía de ambos poetas y bucear con ellos en los temas a los que el azar nos lleve, en el coloquio, a través de su honda experiencia vital y poética”. Por otra parte, destacó la peculiaridad literaria, la “rareza”, de Uruguay dentro del panorama literario de Latinoamérica, un pequeño país que “tiene en lo literario una originalidad y una fuerza insólitas”, y cuenta con una gran cantidad de escritores de talla excepcional, entre los que destacan Felisberto Hernández, Julio Herrera y Reissig, Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini, Juan Carlos Onetti y la propia Ida Vitale, entre otros muchos, así como los llamados escritores franco-uruguayos, Lautréamont, Jules Laforgue y Jules Supervielle. Comentó que la poesía de Ida Vitale y Enrique Fierro, aún siendo ambas de estilo muy distinto, “tienen en común la concisión y el despojamiento frente a otras poéticas frecuentes en la poesía sudamericana contemporánea, de verbo barroco y desbordado”.
Edgardo Dobry, por su parte, señaló que Ida Vitale pertenece al mismo grupo de origen que Benedetti y Emir Rodríguez Monegal, grupo al que el ensayista y crítico Ángel Rama, primer marido de Ida Vitale, denominó “generación crítica” (escritor fallecido, se recordó, en accidente aéreo en el 1983 cerca de Madrid, junto con los escritores Manuel Scorza, Marta Traba, Jorge Ibargüengoitia, entre otros pasajeros). En Montevideo, Ida Vitale fue alumna de José Bergamín, quien, como explicó ella misma, “le influyó más como profesor que como escritor”, así como también conoció a Juan Ramón Jiménez, conocimiento éste fundamental para la poeta y su poesía. Juan Ramón Jiménez, en 1948, ya la incluiría en una selección de joven poesía hispanoamericana, y más tarde elogió en carta a Ida Vitale su poemario Palabra dada publicado en 1953, como indicó Alfonso Alegre.
En 1973, Ida Vitale tuvo que abandonar su país debido a la represión del gobierno militar, viviendo primero en Méjico, donde fue miembro del consejo editorial de Vuelta, la revista fundada por Octavio Paz, y después en Austin donde todavía reside con su esposo Enrique Fierro. Desde su primer libro, La luz de esta memoria (1949), ha publicado más de diez libros de poesía además de traducciones y artículos diversos. En España publicó Reducción del infinito, una antología de sus versos. EdgardoDobry también señaló que la poesía de Vitale tiene ese aire de vaga alquimia que deriva del simbolismo francés, unida a la inventiva verbal de Julio Herrera y Reissig, y que “no le es del todo extraño, por otra parte, y con los riesgos que ello conlleva, el gusto tan americano por inventariar el mundo, como hicieron Leopoldo Lugones en Odas seculares, o Pablo Neruda en el Canto general. Por fortuna, Vitale tiene mejor sentido de la economía”.
Sobre el poeta Enrique Fierro (esposo de Ida Vitale, a la que acompañó primero a Méjico, donde ejerció como profesor en la Universidad Autónoma de Méjico, y después a Austin, donde ejerce como profesor en la Universidad de Tejas), prolífico autor que ha publicado ya una veintena de poemarios, se comentó que su poesía destaca por una profunda depuración formal, la preferencia por el verso corto y el uso del humor y la ironía en sus poemas, destacando una gran originalidad formal y crítica, y a veces también parodia satírica de la propia poesía, una modalidad de “antipoemas” que los asistentes a la lectura pudieron comprobar cuando Enrique Fierro leyó La vaca colorada y otros poemas de su libro, Quiero ver una vaca.
Ida Vitale y Enrique Fierro hicieron una lectura magnífica de sus poemas y, acto seguido, se inició el coloquio con el público asistente, profundizando en la experiencia poética y vital de ambos poetas, tal como ya había anunciado Alfonso Alegre. Y como anécdota curiosa añadiremos que al leer Ida Vitale unos poemas del libro Serie del sinsonte, dedicados al pájaro “sinsonte” que la poeta dijo oír cada día desde la ventana de su casa, uno de los asistentes al acto conectó su teléfono móvil para que todos pudiéramos escuchar el canto grabado de un sinsonte.
Indudablemente, ha sido un privilegio contar con la presencia de estos dos grandes poetas en la ACEC.