Dentro del programa del Teatre Grec de esta temporada 2013, en el Mercat de les Flors se ha estrenado Flames a la fosca, magnífico montaje teatral y espectáculo poético sobre la relación de amistad y literaria entre Salvador Espriu y Bartomeu Rosselló-Pòrcel, dirigido por Teresa Vilardell, con una dramaturgia muy original y bien trabada de Rosa Delor, Teresa Vilardell, Miquel de Palol y la colaboración de Fina Rius.
Unas interpretaciones extraordinarias de Manel Barceló en el papel de Salvador Espriu, y de Fina Rius en el de Amàlia Tineo (Melània, en el mundo espriuano), cuya amistad actuará en esta obra como enlace dramático entre los dos poetas. Además, los dos actores se desdoblan e interpretan magistralmente algunos de los personajes grotescos, esperpénticos, de Espriu, como los de la Teoria de Crisant. Y magnífica la interpretación que Salvador Miralles hace de Bartomeu Rosselló-Pòrcel, desde la vitalidad de los poemas de Fira encesa, hasta el desgarramiento último de Ronda amb fantasmes y A Mallorca, durant la guerra civil (poema del que procede el título Flames a la fosca).
La obra cuenta además con la colaboración especial del novelista y poeta Miquel de Palol como elemento narrativo, “distaciador” de la acción dramática (como recomendaba Bertolt Brecht), aunque también representándose a sí mismo, personificando al Miquel de Palol hijo de Mercè Montañola, compañera de Universidad y amiga de los dos poetas, y a quien Rosselló Pòrcel dedicó el poema Compliment a Mercedes, que será recitado en el último acto de la obra.
Al principio, aparecen los personajes en un escenario delimitado por columnas de libros, entre los cuales se desarrollará la acción: será el inicio de las voces poéticas de Salvador Espriu y de Bartomeu Rosselló-Pòrcel, cuyos textos (cartas leídas, poemas recitados, prosas representadas) se convertirán en un diálogo entre los personajes, como una forma dialéctica que entrelaza sus vidas y su obra, con la música y la iluminación señalando el ritmo sobre el escenario, el transcurrir del tiempo.
En el comienzo, pues, hay una relación de juventud, fresca, con ansias de futuro y complicidades literarias entre los personajes: la novela de Espriu, El doctor Rip, y sus prosas satíricas y grotescas frente a los primeros poemas luminosos y líricos de Rosselló-Pòrcel. La universidad, viajes de estudios, el crucero universitario por el Mediterráneo en 1933, lecturas... Pero, de pronto, oímos un estallido musical que nos sobrecoge y señala el final de una época y el inicio de otra, una época de destrucción.
Las garras de la guerra penetran en el escenario y derriban las columnas de libros que se habían levantado tiempo atrás, con la ilusión del comienzo. Ahora todo el escenario se oscurece y queda cubierto por una gran superficie de plástico, una inmensa capa de ceniza y oscuridad que cubre los libros derribados, y sobre la cual los personajes andarán a tientas, perdidos. En seguida llegará el distanciamiento, el enfrentamiento de las posturas políticas. Muy pronto el fuego quemará los libros e intentará destruir los ideales. Quedará la derrota, la enfermedad, la pérdida, y las voces poéticas se volverán trágicas, como “flames a la fosca”.
En la última escena, un fuego real quemará unos papales dentro de un archivador metálico de oficina: hemos pasado de la juventud y la iniciación poética –de la “imitació del foc” poética inicial–, al fuego real de la destrucción. Sin embargo, pese a todo, aún persevera y resiste la memoria del canto, un resto de esperanza y palabra poética, y la obra, Flames a la fosca, finaliza con la lectura del poema de Bartomeu Rosselló-Pòrcel, Compliment a Mercedes, escrito en Barcelona en 1937, dedicado a Mercè Montañola y leído en escena por su hijo Miquel de Palol, poema que concluye con estos dos versos sublimes: Per brodar-te la gràcia / no trobo diamant.
A. T.