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El patriarca de la novela negra
Matías Néspolo7/10/2015



(Foto:am)
 

En los comienzos del género criminal sólo había una escuela: el 'hard boiled' americano. En la segunda mitad del siglo XX comenzó a asomar las orejas el 'polar' francés, y si hasta hace poco en el mapa europeo dominaba la llamada novela negra mediterránea con nombres como Manuel Vázquez Montalbán, Andrea Camilleri o Petros Márkaris, nadie duda de que las últimas dos décadas fueron las de la eclosión de la novela criminal escandinava. No sólo por fenómenos globales como el éxito póstumo del sueco Stieg Larsson y su trilogía Millennium, sino por una larga ristra de plumas solventes como Jo Nesbo -el amigo y rival noruego de James Ellroy- Camilla Läckberg, Asa Larsson, Arnaldur Indridason y tantos otros. Es cierto que hubo una pareja de reconocidos pioneros, Maj Sjöwall y Per Wahlöö, que en los tempranos 70 poco menos que inventaron el género entre los fiordos helados reorientando las técnicas de la crónica de sucesos a la ficción. Pero es de justicia reconocer que la saludable colonización internacional de la novela negra escandinava en la actualidad es en gran medida mérito de un hombre. Un hombre que falleció la madrugada de ayer en la ciudad Gotemburgo, al sur de Suecia, a los 67 años de edad, tras casi tres años de lucha contra un cáncer voraz de pulmón que le había incluso provocado metástasis en las vértebras cervicales. Henning Mankell. Lucha contra la muerte, que hizo pública en enero de 2014 en el periódico Göteborgs-Posten e intentó exorcizar con la escritura, primero a través de una serie de artículos y luego con una obra de no ficción, Arenas movedizas (2014), en la que reflexionaba sobre sus miedos, sus recuerdos y sus creencias con un tono tan esperanzador como vitalista. En todo caso, la extraordinaria proyección internacional del policial nórdico no se explica sin la figura de Mankell como su patriarca. El padre de inspector Kurt Wallander conquistó, mucho antes del fenómeno Stieg Larsson y sus adaptaciones al cine, 40 millones de lectores en todo el mundo y fue traducido a más de 40 idiomas. Lo curioso del caso es que Mankell llegó al género casi por casualidad. "Siempre quise ser escritor, pero nunca pensé que escribiría novelas policíacas. Me encontré haciéndolo, eso es todo", confesó. Y aquí la cosa se complica un tanto porque la popularidad del autor sueco no puede explicarse a su vez sólo por sus dotes como novelista de género o por la empatía que despertaba y despertará siempre su sabueso -que ya ha ingresado sin duda en la pasarela inmortal de los polis de ficción, desde Dupin y Holmes hasta el inspector Maigret, el comisario Salvo Montalbano y Pepe Carvalho, entre otros, pasando por supuesto por los inolvidables investigadores privados como Sam Spade, Philip Marlowe y los de su calaña-.

De las cuatro decenas de títulos publicados por Mankell en vida, sólo 11 pertenecen a la saga protagonizada por el comisario Kurt Wallander, inaugurada por Asesinos sin rostro en 1991 y que cierra la 'nouvelle' o novela corta Huesos en el jardín, de 2013. A la que tal vez podría añadirse un doceavo título, pero escrito con anterioridad en 2002, Antes de que hiele, protagonizado por Linda Wallander, la hija del sabueso que coge el testigo en un caso puntual. Es verdad que las adaptaciones a la pantalla grande y pequeña -para la primera, el actor sueco Rolf Lassard encarna al policía y a su vez Kenneth Branagh se pondría en los zapatos de Wallander en una exitosa serie televisiva de 13 capítulos- le echaría un buen capote a Mankell a la hora de conquistar lectores. En España en concreto el descubrimiento del autor sueco y su depresivo sabueso de ficción llegaría casi una década después del nacimiento de la serie, con la publicación en 2000 de La quinta mujer, y a partir de allí la traducción y recuperación de sus novelas anteriores, todas en la editorial de Beatriz de Moura, Tusquets. Pero Mankell se supo ganar uno a uno a sus lectores en todo el mundo no por los atractivos de su poli: amante de la ópera y de la naturaleza, al igual que el autor, de talante melancólico, de muy mal comer y con tendencia al sobrepeso -características todas ellas que lo dejan muy mal situado en una comparativa con, pongamos por caso, Pepe Carvalho- sino más bien a través de las temáticas de sus libros, de su sentido de la justicia y su compromiso social. El autor sueco compartía con su alter ego de ficción, además de la misma edad y las pasiones citadas arriba, una visión del mundo un tanto atormentada, bajo cuya óptica las crueldades y las injusticias resultaban intolerables, y por eso actuaba en consecuencia. Quizá fuera éste un saludable legado paterno del juez Ivar Mankell. Y sin duda en su faceta de intelectual comprometido se cifraría buena parte de su popularidad como autor de género. Nacido en 1948 el seno de una familia de clase media de Estocolmo, pero criado en la pequeña localidad rural de Sveg (un poco a la manera de la saga de Wallander ambientada sin excepción en el pequeño poblado de Ystad), Mankell abandonaría sus estudios y se enrolaría como marino mercante. Hijo de su época y, sobre todo, de los ideales de Mayo del 68, se inició como dramaturgo y autor teatral. Para cuando debutó tardíamente en la novela, a los 43 años con Asesinos sin rostro, Mankell ya había recorrido mucho mundo entre Europa, América Latina, África y Oriente Medio. No es de extrañar entonces que vaciara en su literatura -con muy buen tino, sobriedad y sin caer jamás en el tono panfletario- sus alforjas sobrecargadas en tantos viajes con postales y escenas nada agradecidas de injusticias, crueldades y sufrimientos. De allí que la inmigración, la trata de blancas, el narcotráfico y el tráfico de armas o las diferencias entre norte y sur y las inequidades sociales sean algunos temas de sus novelas. Sin contar con su capacidad autocrítica y desmitificadora a la hora de señalar también con valentía los vicios de una supuesta democracia perfecta como la de su país. Por cierto, muy lejos del ideal, como ilustra con creces cualquiera de sus novelas. Pero lejos también de la figura del intelectual de salón cuyo compromiso nunca trasciende el papel y la tinta, el autor sueco que acabaría casado con Eva Bergman, la hija del célebre cineasta Igmar Bergman, trascendió pronto el cerco de lo literario y llevó sus ideales de cambio por un mundo mejor al terreno de las acciones concretas. Dirigió durante años en Mozambique el Teatro Nacional Avenida de Maputo. Se ocupó activamente del problema del Sida en África, no sólo le dedicó un ensayo: Moriré, pero mi memoria me sobrevivirá (2008). Incluso llevó su compromiso por la causa palestina también a los hechos, porque fue uno de los intelectuales detenidos por las autoridades israelíes en 2010 con la flotilla de activistas que intentó romper el bloqueo de la franja de Gaza. "Tarde o temprano, a Israel le ocurrirá lo mismo que al sistema de Apartheid en Sudáfrica". Esa clase de hombre era el gran patriarca de la novela negra escandinava y eso lo honra. Henning Mankell, escritor, nació en Estocolmo el 3 de febrero de 1948 y murió en Gotemburgo (Suecia) el 5 de octubre de 2015.

Matías Néspolo
Articulo publicado en el diario El Mundo (6-10-2015)

 



   
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