Acaba de ser publicado en la editorial Proa, a la Osa Menor, la colección de lujo de la poesía catalana, el poemario de Miquel de Palol, Dos Cors poer una Bèstia, con el cual en la primavera pasada el autor obtuvo la Flor Natural de los Jocs Florals de Barcelona. Este cronista ya ha tratado y ha elogiado en estas mismas páginas algunos de los libros que configuran el universo del escritor, entre ellos el sensacional ensayo Meditacions desde Cataluñnya (L'Arquer, Barcelona, 2011) pero la inmensidad de la nueva aportación hace que haya que volver a remarcar la importancia capital de la figura de Palol dentro de nuestras letras.
Algunos críticos, como pareció que insinuaba Jaume C. Pons Alorda en la presentación de Dos Cors per una Bèstia acontecida a la librería Calders el pasado mes de noviembre, sostienen que los nuevos versos de Palol representan lo mejor de toda su producción: lo mejor de la narrativa, lo mejor de la poesía, lo mejor del ensayo, lo mejor de todo, en definitiva. Yo todavía defendería al menos cuatro novelas que evocan cuatro pilares fundamentales de la prosa del pasado de siglo, no sólo en catalán sino en el conjunto de la tradición europea (El Jardí dels Set Crepúscles [1989], Igur Neblí [1994], El Troiacord [2001] y El Testament de Alcestis[2009]) antes de colocar los Dos Cors... en lo alto. Pero es cierto que en la última apuesta la sofisticada elaboración que caracteriza la factura de los trabajos de Palol toma en la forma de poema lírico un cariz de absoluta naturalidad que era aquello que permitía a Kant reconocer la aparición del genio. Según la célebre descripción de Kant de la obra maestra contenida en La Crítica del Juicio ésta se caracteriza por aparentar que forma parte de la natura, como si «siempre hubiera sido allá» y cómo si fuera un acto más imputable a la divinidad que al gesto humano. No sé si Palol compartiría esta apreciación sobre los parámetros para valorar una obra artística si bien el criterio de universalidad kantiano tiene una influencia fundamental en toda la estética romántica y nuestro autor comparte plenamente la afinidad de esta escuela primordial en el desarrollo del arte contemporáneo. Sí, los versos de Dos Cors per una Bèstia parece que en su sonoridad y en su profundidad «siempre hayan estado allá», al lado nuestro como un relevo del horizonte o como el reflejo de una estrella lejana, al menos esta es una sensación que abarca a todos aquellos que hayan vivido relación amorosa que los haya atravesado de medio a medio y que encuentran en los poemas citados la expresión exacta de sus emociones que tal vez ellos no han sido capaces de conjurar.
Algunos lectores fieles al poeta hablan de la «sinceridad» que exuda el nuevo libro, quizás para remarcar la diferencia de otros textos, sobre todo de los poéticos, en los cuales la mediación del artefacto, dicen, se hace demasiado evidente. No comparto la observación en relación a algunos poemas anteriores de la vasta obra de Palol (y pienso en momentos culminantes de la lírica catalana contemporánea como el poema ''L'eclipsi'' incluido en ''El sol i la mort o el poema'' Una pequeña música nocturna que aparece en el libro Nocturns) pero en cualquier caso es cierto que en las composiciones de Dos Cors per una Bèstia la percepción del esqueleto del poema (que en aquello que tiene de construcción metódica también participa de un cierto carácter lúdico) se encuentra menos presente que nunca. Ignoro si a esta habilidad la podemos denominar «sinceridad», pero sí que la lectura de poemas como ''Rendició'', ''Septiembre Anticipat'' o ''Domini de Coses mig Fácils'' lindan con aquello más cercano de lo que podríamos denominar «verdad» si es que, con permiso de Platón, puede haber algún tipo de «verdad» en la poesía o en el amor, no el amor que lleva a la idea, sino el amor que lleva a la carne, a su fugacidad y quizás por eso también, a su eternidad.