No crean que los relatos que conforman esta antología, entre macabra y humorística, satírica y criminal, no nos involucran de alguna manera. Nada de eso. Están sacados de la misma cotidianidad que todos conocemos. La mayoría de ellos podría protagonizar el telediario esperpéntico de las noticias brutales y espantosas a las que estamos acostumbrados, del que trata de un francotirador que es capturado y torturado por un perturbado justiciero al del grito reivindicativo de una nueva especie de seres humanos que es sojuzgada exclusivamente para la alimentación por otra; el del policía resquemado que se niega a cumplir con su trabajo y salvar a su vecina, y el del bravucón follonero de taberna que es ingresado en una clínica para psicóticos después de creerse la víctima tras protagonizar la pelea más sangrienta en la historia del país. Los relatos de Fernando Gracia nos involucran, brillando por su ausencia, caminando por senderos irracionales, opuestos al sentido común, llenos de contradicción y locura, tan absurdos como el sentido mismo en que fueron creados. Si la mitad de ellos pertenece al realismo sucio o al absurdo del sinsentido, la otra mitad le pertence por méritos a la sátira y el humor más retorcido.