Domingo, 22 de diciembre de  2024



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''TRAStiendas'', la Barcelona que inspira cuentos. Sobre unos autores que leyendo ‘La Vanguardia’ decidieron escribir un libro de tiendas antiguas
acec25/4/2019



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Trece personas que acuden a un taller de creación literaria leyeron un buen día una información publicada en el diario La Vanguardia, una noticia sobre las medidas que en marzo del 2015 estaba pergeñando el Ayuntamiento a fin de proteger de algún modo los comercios con mayor solera de Barcelona.

A veces muchos ciudadanos corrientes y molientes no encuentran la paz existencial y vital ni en las excursiones a los grandes centros comerciales ni en las cañas acompañadas de tapas de autor de los domingos ni en ninguna otra de las propuestas que esta ciudad pone sobre la mesa para invertir el tiempo que nos queda.


Y entonces estos autores aficionados que se reúnen todos los miércoles por la tarde para escucharse decidieron hacer entre todos un libro de cuentos, una compilación de relatos en torno a las tiendas más antiguas de la capital de Catalunya, aquellas que tantas veces visitaron cogidos de la mano de su abuelo –o, años después, de una persona a la que pretendían seducir–, embelesados entre cabezudos mastodónticos de rasgados ojos oscuros, rollos de tela estampada gigantescos, abanicos misteriosos... De este modo se gestó TRAStiendas. Entre la ficción y la memoria, editado hace unas pocas semanas por Stonberg Editorial, reimpreso hace unos pocos días.


“En el fondo este libro contiene una crítica social –explica Bruno Civettini, arquitecto en sus ratos muy ocupados–. Una de las principales razones por las que muchos de estos comercios tienen problemas para salir adelante es que la mayoría de los ciudadanos preferimos hacer nuestras compras en los grandes centros comerciales. El prólogo de nuestro libro lo firma el arquitecto y paisajista de la Universitat Politècnica de Catalunya Enric Batlle para explicar que cuando alguno de estos comercios cierra normalmente le echamos la culpa a la globalización, a la masificación turística, al encarecimiento de los precios del alquiler... pero que en realidad estas tiendas desparecen porque ya no compramos en ellas, porque ya no practicamos la compra de proximidad, porque ya no educamos a nuestros hijos para que valoren lo que tienen cerca y además es único. No se trata de que el Ayuntamiento convierta estos comercios en una especie de museo, sino de que todos nosotros continuemos comprando en ellos”.

 

Últimamente, a medida que avanza la globalización, se habla mucho del alma de las ciudades. Y algunos creen que ese espíritu se rebela ante su turbio futuro, y se reivindica, y lucha por sobrevivir. Y que una de sus armas es la literatura. No lo olviden en tal día como hoy. Comprar es también un acto de militancia. Otra posibilidad, tampoco la descarten (o mejor sí) es que los espíritus no existen, la gente corriente y moliente se aburre mucho, los diarios salen todos los días con artículos que al día envolverán bocadillos, todo esto que están leyendo está sucediendo simplemente por pura casualidad. También cabe la posibilidad de que todo esto que están leyendo no sea más que una desesperada búsqueda de sentido (o no). Los recuerdos son siempre tan juguetones y caprichosos...



“Vimos aquel artículo publicado en La Vanguardia y pensamos que todos tenemos algún recuerdo relacionado con alguna de estas tiendas –tercia Gemma Solsona, entre otras cosas coordinadora del taller de creación literaria Lletraferits y también autora de uno de los cuentos de TRAStiendas...–. Vimos que en realidad estos comercios en vías de desaparición forman parte de nuestras vidas, que inventarnos un montón de cuentos sobre ellos también es una manera de reivindicarlos, un modo de tomar partido por la ciudad que queremos, que queremos que no se pierda”.

Bruno, el arquitecto en sus ratos ocupados, escribió un cuento sobre la guantería Alonso, donde además aprendió el lenguaje oculto de los abanicos. Y Anna Casamitjana i Costa, sobre la cerería Subirà, la tienda en funcionamiento en estos momentos más antigua de Barcelona. Al parecer data del 1711.

 

“El libro es un homenaje a las tiendas que han desaparecido y a las que luchan para mantener su personalidad –dice Anna–. Al escribir este cuento he viajado por la memoria de la ciudad donde nací y he visto lo frágil que es su legado que grita desesperadamente que lo ayudemos a sobrevivir”.



“Hay que reivindicar la contribución del comercio de proximidad a la cohesión social –cuenta Isabel–. En las tiendas de toda la vida la gente comparte, se conoce, se explica sus alegrías y preocupaciones... Y es la farmacéutica del barrio la que está pendiente de las personas mayores, la que da la voz de alarma si falta alguien. Esta red ciudadana no los vamos a encontrar en ciudades llenas de franquicias de tiendas multinacionales impersonales y frías”.

 

Son rincones, dicen todos estos escritores, coinciden María Blanco, Begoña Buil, José Luis Costas, Eva Denia, Benjamín Morgan, Núria Olmo, Montse Pérez, Montse Polidura y Jordi Romeu, que no puedes encontrar en ninguna otra ciudad, únicamente aquí... los que de algún modo conforman el dichoso espíritu de esta urbe.


Porque el ego siempre hace mucho ruido, y no se cansa de abrise camino a codazos. Pero no siempre lo entierra todo. ¿Acaso se piensan que lo realmente importante a la hora de escribir un libro es entrar en la lista de best sellers? El reconocimiento no lo es todo, no siempre. No todos los que tengan algo que decir acabarán hoy con los dedos entumecidos de tanto firmar. Se lo puedo asegurar.

Y al otro lado los mostradores de estos comercios muchos continúan pidiendo a las administraciones que les echen una mano. La globalización es un enemigo demasiado poderoso como para hacerle frente desde una cerería. Aquellas medidas anunciadas por el Ayuntamiento en marzo del 2015 aún se antojan insuficientes. Tras el cierre del almacén El Indio, el restaurante Pitarra se convirtió en un pub irlandés, las hermanas de la cestería Germanes García se jubilaron, unos coreanos compraron la finca de la tienda de confecciones Coses de Casa, El Rei de la Màgia colgó el cartel de “se traspasa”...

Pero también es verdad que esté dónde esté Eli Bertrán, la histórica propietaria del London Bar, puede ver que se está cumpliendo su última voluntad: el circense Carlos Raluy reabrió su garito de la calle Nou de la Rambla, y nadie se había llevado el trapecio de su techo. Y El Ingenio continúa atesorando segundas oportunidades, y el comercio on line regaló una segunda juventud a la cuchillería Roca... ¡incluso La Paloma prepara su reapertura!

El destino no está escrito. Como dicen los escritores del taller literario de Lletraferits, todo está en nuestras manos. Sólo tenemos que elegir dónde hacemos la compra.

 

Luis Benvenuty
La Vanguardia



   
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