Domingo, 22 de diciembre de  2024



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Manuel Rico, autor del único ensayo sobre el conjunto de la poesía de Manuel Vázquez Montalbán, expresa en este artículo su opinión sobre la última edición de Memoria y deseo.
acec13/6/2019



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Editar la poesía completa de un autor fallecido exige una especial sensibilidad para situarla en la historia y en el espacio de lectura y reflexión de nuevas generaciones de lectores, aportando todos los elementos posibles que ayuden a situar al poeta y a su obra en el contexto en que nació y se desarrolló. El caso de Manuel Vázquez Montalbán (MVM) es, a este respecto, especialmente significativo. Fue un poeta semioculto pese a contar con una decena de libros de poesía publicados y fue un poeta poco (y deficientemente) tratado por la crítica, ya fuera periodística o académica. Esos factores obligan a abordar con especial cuidado toda reedición de su poesía.

 


A nadie se le debe ocultar que escribo estas líneas a propósito de la reciente (y última) edición de Memoria y deseo (Visor, 2018), su poesía completa, ni que lo hago como partícipe activo de la edición más completa y rigurosa, llevada a cabo por iniciativa del infortunado Manuel Fernández Cuesta en Editorial Península en 2008. Fue Josep María Castellet, en su ya histórico prólogo de 1986 a Memoria y deseo, quien situó el paradigma poético montalbaniano en una geografía literaria y poética imprescindible para rastrear su trayectoria y para fijar, en lo esencial, su papel en la poesía española del siglo XX. Desde entonces hasta 2008, en que aparece la edición de Península, la atención hacia su poesía había sido escasa y casi todo lo escrito sobre ella forma parte de mi ensayo (con un acerado prólogo del infortunado Santos Alonso) Memoria, deseo y compasión (Mondadori, 2001).

 

Aunque no hay reglas para reeditar poesías reunidas y toda editorial tiene plena capacidad (y pleno derecho) para hacerlo de la manera que juzgue oportuno, sí parece razonable que en un caso como el que nos ocupa se tengan en cuenta los antecedentes, el contexto y lo que el poeta pensaba: por el papel que ha desempeñado en la literatura española y por su extrema singularidad en su leva generacional. La nueva edición de Memoria y deseo en Visor, sin embargo, lejos de avanzar en ese terreno, supone un paso atrás, difícilmente explicable, en relación con la inmediatamente anterior.

 

Las ediciones con que ha contado Memoria y deseo, además de la “matriz”, publicada en Seix Barral en 1986, siempre reprodujeron el prólogo inicial de Castellet: la que publicó Grijalbo en 1996, la que Mondadori incluyó en su colección Literatura en 2000 (y en Debolsillo en 2005). Sin embargo, la imediatamente anterior a la que nos ocupa contó con varias novedades de largo alcance: el prólogo “matriz” fue actualizado expresamente para esa edición por el propio Castellet, y el volumen contaba con un estudio preliminar firmado por quien suscribe en el que se abordaban aspectos poco tratados en el anterior y se aludía a la obra que MVM había dejado inédita a su muerte, además de recoger, por vez primera, una amplia y sistematizada bibliografía sobre la condición de poeta del escritor barcelonés y sobre el tratamiento crítico que habían recibido todos sus libros. Era la poesía completa que Manuel había soñado publicar, de cuya necesidad me había hablado en multitud de ocasiones, mientras yo trabajaba en el ensayo Memoria, deseo y compasión.

 

En la edición última de Visor todos esos “complementos” desaparecen. Es legítimo, faltaría más, obviar los antecedentes y prescindir de lo ocurrido con respecto a su poesía en las últimas dos décadas, pero no parece lo más procedente en su caso y es, hasta cierto punto, inexplicable. No hace mucho, Benjamín Prado, a propósito de la publicación de Carvalho: Problemas de identidad, una novela basada en el conocido investigador, escrita al modo de Vázquez Montalbán por Carlos Zanón, titulaba su artículo/crítica con una frase demoledora: “Si Vázquez Montalbán levantara la cabeza”. Creo que esa frase puede aplicarse sin ningún tipo de cautela a la edición de Visor. El acarreo de estudios y críticas que se sistematizan, el esfuerzo desarrollado en relación con sus inéditos y el amplio abanico de textos del propio poeta sobre su concepción de la poesía que se referencian en la edición de 2008 suponen un aporte de gran valor para los lectores de hoy.

 

En el ámbito académico, ese vacío serviría para desposeer de todo mérito la labor editorial sobre un autor, pero como es obvio, no estamos en el ámbito académico, nos encontramos en aquel en el que es posible borrar la memoria escrita y crítica de un libro y de un autor. Y, lo creo muy sinceramente, contravenir su voluntad. ¿Por qué lo digo? Me tocó trabajar a fondo su poesía en los últimos años de la vida de Manuel. Hablé mucho con él, intercambiamos mucha correspondencia y nos reunimos en distintas ocasiones en Madrid y en Barcelona con sus libros de poemas sobre la mesa. Manuel vivió, con una ilusión y un entusiasmo difícilmente explicables, el proceso que nos llevaría en 1998 a la edición crítica de Una educación sentimental y Praga, en Letras Hispánicas de la editorial Cátedra, a la aparición de una larga conversación en Ínsula en la que hablaría casi exclusivamente de poesía, a la edición, en Bartleby, de su poesía amorosa completa, con un prólogo memorable, uno de los pocos textos en los que se refirió, en toda su trayectoria, a la poesía erótico-amorosa, Ars Amandi, y la introducción a Por vivir aquí, la antología, casi canónica, de poetas catalanes que escriben en castellano, aparecido el mismo año de su muerte y para cuya presentación estaba anunciado varios días después de su imposible vuelta de Bangkok.

 

Es obligado referirse a la edición de Memoria y deseo de 2008 para evaluar los efectos que sobre la visión de MVM y su obra lírica tiene la no recuperación en su integridad de sus contenidos en la que acaba de aparecer bajo el sello Visor. El primero es la supresión de un texto que cubre algunos de los vacíos del prólogo de Castellet y que escribí con la intención de sistematizar su poética, añadiendo nuevos aspectos a la interpretación de su obra. El segundo, la desaparición de una “documentación” básica para rastrear su evolución como poeta: en la edición de Penínsua aparecía una exhaustiva bibliografía sobe la obra poética del barcelonés (la única realmente existente), en la que ampliaba la que se recogía en mi ensayo de 2001. Esa bibliografía permitía conocer la trazabilidad de la atención que le han prestado los críticos, su presencia en antologías —generacionales, temáticas, estéticas—, sus opiniones sobre la poesía en distintos momentos de su trayectoria, sus vínculos entre su narrativa y su obra poética, el proceso que llevó a la recuperación de algunos inéditos y un largo etcétera.

 


También desaparece la nota editorial que se publicó entre mi estudio preliminar y el prólogo castelletiano, una nota esencial para la edición de una poesía reunida (no de cualquiera, sino de un poeta poco tratado críticamente, insisto): en ella, se contaba la evolución de las distintas ediciones desde la inicial de 1986 hasta la de 2008, pero no sólo: se explicitaba el proceso que había llevado a la publicación en un apéndice del volumen, de los poemas que sobrevivieron a la pérdida del libro, Historia de amor de la dama de ámbar, del que formaban parte, en un viaje a Grecia destacándose que se incorporaban “tal como fueron recogidos por Manuel Rico en la antología Ars amandi”. La edición era de Bartleby. La misma nota editorial de 2008 concluye con un párrafo del siguiente tenor: “Y finalmente, para esta edición J. M. Castellet ha actualizado la introducción que escribió en 1986 y que ha acompañado desde entonces las sucesivas apariciones de Memoria y deseo”.

 

Es decir, Castellet actualiza el texto para la edición de Península de 2008, algo de lo que hablamos largamente el propio Castellet, Manuel Fernández Cuesta y yo en un almuerzo, horas antes de su presentación en Madrid. A ese respecto, es llamativo el tratamiento que los editores de 2018 hacen del prólogo “histórico” de Josep María Castellet en la nueva edición, silenciando desde el mismo título la existencia de un apéndice y un epílogo “nuevos” y el hecho de que ambos fueron escritos expresamente para la edición de Península. Es decir, la de Visor incorpora los apéndices pero nada dice de ellos ni a pie de página ni en el título que Castellet le dio en 2008: “Introducción a la primera edición de Memoria y deseo, seguida de un apéndice y un prólogo para esta edición”. No es fácil calificar esos cambios, que borran rastros básicos, aplicados precisamente a quien quizá fuera el más importante de nuestros poetas de la memoria. La generosidad podría situarlos en el terreno del descuido, pero el rigor nos llevaría bastante lejos. Lamentablemente, ni Manolo ni Josep María pueden hoy hablar, tampoco puede hacerlo Manuel Fernández Cuesta, que tanta profesionalidad y amor por los libros puso de relieve en el proceso de edición de hace una década.

 

Manuel Rico
Zenda



   
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