Domingo, 22 de diciembre de  2024



Català  


La literatura que pide respirar
acec20/6/2020



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Imponentes cascadas que caen sobre el lector, coreografías de rebaños de ovejas, estremecimiento ante glaciares que se resquebrajan, excursiones por túneles subterráneos naturales, acoso de depredadores, exploradores que persiguen animales imaginarios por medio mundo, luchas de insectos, inmersiones en las profundidades marinas, el proceso del árbol que cae en un bosque noruego hasta llegar a nuestra estantería de Ikea...


De un tiempo a esta parte, ir a la librería puede convertirse en algo parecido a un documental del National Geographic. La naturaleza se ha hecho un hueco sólido en el mundo del libro –los comerciales lo llaman nicho de mercado– y lo que antes era una iniciativa minoritaria ahora se ha convertido en un género que cultivan todos los sellos, desde los grandes grupos a los independientes que fueron pioneros.


Collserola acogió en el 2018 un festival dedicado al tema, LiterNatura, patrocinado por Movistar, que prepara su segunda edición; hay un premio literario, el Tundra, que falló su segunda convocatoria el pasado día 6 (lo ha ganado Carmen Conde con ‘Vuelos con las grullas’); y la semana pasada, la asociación de escritores ACEC celebró unos debates sobre la cuestión con autores y editores.



Claudia Casanova, editora de Ático de los Libros . Hace diez años, teníamos que explicar lo que era el ‘nature writing’, nos colocaban en la sección de biología. Tras picar piedra, hoy vivimos el momento dulce de la eclosión”


Allí, Claudia Casanova, responsable de Ático de los Libros, dejó claro que “estamos en un momento exuberante en España. Hace diez años, teníamos que explicar a libreros, periodistas y críticos lo que era el ‘nature writing’, nosotros desde nuestro primer libro en esta línea, ‘Leviatán o la ballena’, de Phiip Hoare, ensayo sobre Melville y el mundo de las ballenas. Nos las veíamos y deseábamos para que no nos lo colocaran en la sección de biología. Tras diez años picando piedra, vivimos el momento dulce de la eclosión”.


Diego Moreno, el editor de Nórdica, cuenta a este diario que “la relación entre literatura y naturaleza no es un fenómeno reciente, aunque ahora los editores lo estemos haciendo más visible. Grandes escritores de los siglos XVIII y XIX (Goethe, Thoreau, Whitman, etc.) hicieron de esa naturaleza un tema habitual de sus obras. El desarrollo de las grandes ciudades posiblemente hizo que la literatura también se urbanizase y es en los últimos años cuando somos más conscientes del ritmo insostenible de nuestro modelo económico, lo que da lugar a un interés especial. La emergencia climática permite que muchos lectores de ficción y no ficción se estén acercando con interés y placer a este género”.


Para Gabi Martínez, director de LiterNatura –que en septiembre celebrará unas jornadas en Murcia–, y autor de ‘Un cambio de verdad’ (Seix Barral), “todos los ciclos se repiten. Ya sucedió hace un siglo: Unamuno es alguien que viaja y escribe sobre ello, como Antonio Machado, el regeneracionismo, Valle-Inclán... Hay un espíritu crítico y de aproximación a la naturaleza en todos ellos. Ahora hay un renovado interés. La naturaleza es el género que se está poniendo de moda. Desde que entré en el mundo literario, sucedió sucesivamente con la novela histórica, la metaliteratura y ahora todavía la novela negra”.


Dentro del género, hay subgéneros, como el de los libros sobre el subsuelo. O los glaciales, como ‘La biblioteca de hielo’ (Ático) de la británica Nancy Campbell, que explora los paisajes del frio; ‘La alta ruta’ (Periférica) del suizo Maurice Chappaz (1916-2009), una travesía por los glaciares; o ‘Germà de gel’ (L’Altra/Alpha Decay) de Alícia Kopf, quien cuenta que “es una novela que escribí obsesionada por la congelación y los procesos relacionados con el hielo. Estudié todos los imaginarios vinculados a él, yéndome a las exploraciones de los polos a principios del siglo XX, que me intrigaban porque eran peligrosas, y en ellas no se prometía ninguna ganancia económica ni estratégica. Lo vinculé al romanticismo y al caso de una mujer joven en un momento de congelación económica por la falta de oportunidades, viajando a su hielo interior”.


El navarro Hasier Larretxea (Arraioz, 1982) es poeta, como Nancy Campbell o Robert McFarlane, otros referentes del ensayo de naturaleza. Su ‘El lenguaje de los bosques’ (Espasa) trata el mundo del bosque y los deportes tradicionales vascos. “Mi padre es leñador y practica en el deporte vasco, corte de troncos, levantamiento de piedras. Esperaba que yo continuara, pero... El libro es un homenaje a esas personas”.



Julià Guillamon publica hoy ‘Les cuques’ (Anagrama). “Mi madre tenia una fonda en el Montseny –explica–, yo vivía en el Poblenou, y cada año me iba cuatro meses al pueblo. Me fijaba en todo porque no era de allí. Para mí, este boom no es nada nuevo, la tradición catalana está íntimamente vinculada a la naturaleza, desde Verdaguer, un señor de pueblo que sabe los nombres de las plantas y las rocas, a Maragall y el panteísmo, o los modernistas y su visión nórdica del paisaje, hasta llegar hoy a Perejaume o Irene Solà”. “Este boom no es nada nuevo, la tradición catalana está íntimamente vinculada a la naturaleza, desde Verdaguer,que sabe los nombres de plantas y rocas, a Maragall o los modernistas llegando hoy a Perejaume o Irene Solà”



La lista de títulos llenaría todas las páginas de este diario. Entre ellos, ‘Caminar’ (Taurus), del explorador noruego Erlin Kagge, que explora el hecho del paseo; ‘El motín de la naturaleza’ (Anagrama), ensayo de Philipp Blom sobre la pequeña edad de hielo entre los años 1570 y 1700; ‘La inesperada verdad sobre los animales’ (Anagrama) de la zoóloga Lucy Cooke; ‘El fuego del fin del mundo’ (Errata Naturae) del estadounidense Wendell Berry, que aboga por la autosuficiencia y un ritmo de vida más lento; el alegato forestal ‘Ser bosques’ (Errata Naturae) de Jean Baptiste Vidalou; ‘Enseñarle a hablar a una piedra’ (Errata Naturae), de la premio Pulitzer Annie Dillard, que viaja a algunos de los lugares más remotos del planeta; ‘Perdiendo la tierra’ (Capitán Swing) de Nathaniel Rich, que explica cómo pudimos detener el cambio climático en la década de os 80; ‘Las torres del olvido’ (Navona), novela de George Turner de 1987 que anticipó el ecocidio de hoy; ‘Memorias de un árbol’ (Roca) de Guido Mina di Sospiro; ‘La terapia del mar’ (Roca) de Deborah Cracknell; o ‘El reino vacío’ (Destino), debut literario de Kira Jane Buxton, una fábula protagonizada por un cuervo parlanchín y un perro que intentan salvar a la humanidad de la extinción, pues los humanos se han convertido en zombis.



Xavi Ayén
La Vanguardia


   
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