Domingo, 22 de diciembre de  2024



Català  


El centro hay que empezar a buscarlo en sus esquinas. La ACEC llevó a Toni Hill y Albert Lladó a su II Jornada "Literatura y Periferia".
acec18/9/2020



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“Creyó por un momento que estaba en la caricatura de una ciudad hecha de cartón podrido. Aquello no era aldea ni tampoco una ciudad: era una piltrafa de capital, cortada y arrojada por vía de limpieza para que no corrompiera el centro".


De esta forma tan poco glamurosa describía Benito Pérez Galdós en La desheredada el campamento del barrio de Las Peñuelas, ubicado a las afueras de Madrid. Se trata de una de las primeras referencias acerca de la periferia que podemos encontrar en nuestra literatura. Esos espacios alejados del centro urbano, marginales y desolados, una verdadera tierra de nadie convertida en hogar para muchas familias que buscan entre los solares vacíos y los bloques de pisos una nueva identidad.


La literatura nunca pasó por alto un escenario tan adverso. Si bien no podemos hablar de un género literario propiamente dicho, sí que es verdad que son muchas las obras de autores españoles (especialmente en los 1950 y 60) que han sido ambientadas dentro de este marco geográfico, creando de manera inconsciente una tradición literaria un tanto heterodoxa que parece disfrutar de un renacer en los últimos años gracias a nuevas generaciones de escritores. Precisamente ese fue el tema central de debate de la segunda edición de "Periferia", un coloquio programado por la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña (ACEC) en el Ateneu Barcelonès que pretendió reivindicar la literatura del extrarradio bajo el lema de "Las novelas sobre Barcelona también se escriben desde la periferia". En esta ocasión, contaron con la participación de los escritores Albert Lladó y Toni Hill, cuyas últimas novelas transcurren en ese mismo escenario. El objetivo del debate fue el de fomentar un diálogo en el que se combinaran las propias experiencias personales de los autores en barrios del extrarradio al mismo tiempo que se establecía una mirada al pasado, y al presente, de la literatura periférica barcelonesa.


Para encontrar los orígenes de esta tradición literaria probablemente hayamos de remontarnos a las novelas del escritor Francisco Candel, especialmente Donde la ciudad cambia su nombre (1957), novela ubicada en el entorno fabril de las denominadas Casas Baratas de la Zona Franca. Sin embargo, el pistoletazo de salida coincide con la publicación de Las afueras en 1958. La ópera prima de Luis Goytisolo (el menor de los tres hermanos Goytisolo, todos ellos escritores consagrados) ganó la primera edición del Premio Biblioteca Breve y recientemente se ha vuelto a publicar bajo el sello de Anagrama. Se trata de una novela formada por una serie de historias fragmentadas sin demasiado en común pero que comparten un mismo telón de fondo: unas afueras desoladoras e indefinidas, más cercanas al campo que a la ciudad. Enmarcada dentro del llamado realismo social, una etiqueta que el propio Goytisolo rechazaba, el libro pone de manifiesto las distintas capas sociales de una época, la de la posguerra, marcada por la miseria y el desencanto.


Para el escritor y periodista Albert Lladó (Barcelona, 1980), que releyó el libro con motivo de la preparación de su nueva novela, en Las afueras ya se encuentra uno de los símbolos propios que posteriormente compartirán la mayoría de las novelas del extrarradio y que a él le llamó poderosamente la atención: los geranios. "Se trata de una planta típica del cemento que en la novela de Goytisolo ya tiene un significado especial". Lladó se refiere al hecho de que esta era la planta elegida por los habitantes para dar vida a los muros desconchados de las casas del extrarradio. "Los otros dos elementos que en mi opinión definen lo que es la periferia serían la metonimia, ya que en el barrio todos teníamos un apodo, y por supuesto el tema de las drogas".


Lladó sabe bien de lo que habla, nació en Ciutat Meridiana, el barrio más septentrional de Barcelona. Está ubicado en las primeras rampas de la sierra de Collserola, justo allí donde se encuentran las icónicas letras de "Benvinguts a Barcelona" que desde hace años dan la bienvenida a la ciudad a los conductores que llegan por la autopista. Es un lugar apartado, de una orografía imposible que exige de una verdadera preparación física para transitar por sus calles empinadas. La historia del lugar tampoco es mucho más reconfortante: Ciutat Meridiana iba a ser originalmente un cementerio, pero la extrema humedad del suelo lo impidió.


Fue allá por los años 1960, en plena vorágine tardofranquista de construcción de viviendas rápidas y baratas, cuando el entonces promotor inmobiliario Juan Antonio Samaranch tiró adelante el proyecto de construir una ciudad satélite allí donde originalmente debería haber estado un campo santo. En la actualidad, es un barrio azotado por la pobreza y uno de los lugares de España donde se producen más desahucios. Es en este escenario tan desolador donde transcurre su novela: La travesía de las anguilas (Galaxia Gutenberg, 2020). Ambientado en los años que preceden a la celebración de los Juegos Olímpicos del 92, el libro cuenta la historia de un grupo de chavales del barrio que crece a espaldas de Barcelona, totalmente ajenos a la gloria deportiva y urbanística de un acontecimiento que cambiará para siempre la ciudad, pero no tanto su periferia. Se trata de una reinterpretación de los márgenes urbanos vista a través de los ojos de estos adolescentes que deciden dar sentido a la marginalidad y precariedad que los rodea a base de crear un universo único y personal, regido por sus propias leyes.


También en la periferia ha sido donde el escritor Toni Hill (Barcelona, 1966) ha ambientado su novela, Tigres de cristal (Grijalbo, 2018). Lo ha hecho en lo que coloquialmente se llamó Ciudad Satélite, hoy el barrio de San Ildefonso, en el municipio de Cornellà de Llobregat, limítrofe a la ciudad. Se trata de una historia de amistad entre unos niños de barrio que se verá truncada precipitadamente por un horrible crimen del que tendrán que rendir cuentas años después, una vez instalados en la madurez. En la novela se combinan elementos del noir (un género ya cultivado por Hill en su trilogía del detective Héctor Salgado) y una cierta visión costumbrista que esconde más de una crítica social. El autor, que creció en el centro de Cornellà ("en el barrio de toda la vida") fue testigo de cómo durante los años 1970, y a consecuencia nuevamente de la especulación inmobiliaria, Cornellà se multiplicaba. Alrededor del casco antiguo empezaron a florecer bloques de cemento de color verde que se convirtieron en el hogar para muchas familias emigrantes recién llegadas a la ciudad. "Para los vecinos de siempre, eso era otro mundo, aquellos nuevos habitantes eran conocidos entre todos como los otros", afirma Hill. En esos nuevos bloques, que tanto asustaban a los vecinos de toda la vida y que a partir de entonces se conocerían como Ciudad Satélite, el propio Hill cursará felizmente sus estudios. De ese barrio también eran La Banda Trapera del Río, el grupo de punk cuyas canciones (Venid a las cloacas, Ciutat podrida) ilustraron un estado mental y geográfico, y que formarían parte de una excelente banda sonora sobre la periferia.


Si bien tanto Lladó como Hill niegan que exista una etiqueta alrededor de la literatura periférica, ambos creen que a raíz del libro de Goytisolo, y posteriormente con las novelas de Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa, 1966) y Manuel Vázquez Montalbán (Los mares del sur, 1979) se inició una tradición literaria en Barcelona centrada en describir ese paisaje, que parece que en la actualidad vuelve a estar de moda, como ejemplo la reciente novela de Hernán Migoya, Baricentro. ¿Pero por qué ahora?


Es difícil pasar por alto el hecho de que la situación política en Cataluña durante los últimos años ha influido en la aparición de nuevas voces decididas a reivindicar una visión de la ciudad alejada de la imagen generalizada de lo que se considera la Cataluña hegemónica. Y para ello nada mejor que el extrarradio, lugar donde vivían "los otros catalanes", en palabras de Candel, también llamados xarnegos, una denominación totalmente en desuso en la actualidad pero que entonces servía para distinguir socialmente a aquellos nuevos habitantes provenientes de otros lugares de España. Sin embargo, los dos autores niegan que la literatura periférica solo pueda ser escrita exclusivamente en castellano. "Sin ir más lejos, la obra de Mercé Rodoreda es vital a la hora de describir el barrio del Guinardó", puntualiza Hill. Y no es el único ejemplo, ahí está la novela de Jordi Nopca, La teva ombra (Proa, 2019), ambientada en el barrio de L‘Hospitalet.


Aunque esta no es la razón principal que ha llevado a Lladó y Hill a escribir sobre la periferia. Ambos autores afirman que el origen de sus novelas es fruto de un ejercicio de memoria. El resultado de horas buceando en los recuerdos de la infancia. Han tenido que pasar muchos años para que se dieran cuenta de la importancia de sus orígenes y de esta manera poder reivindicarlos mediante sus historias. Para Albert Lladó también existe un elemento de perdurabilidad muy importante. "Alrededor de la periferia sobrevuela una idea de provisionalidad constante, por eso considero que hay una voluntad de fijación de un paisaje mediante la literatura". Y tiene razón, ambas novelas parecen estar construidas con el objetivo de hacer perdurar un tiempo y un espacio determinados.


Hill, por su parte, habla de una vuelta a los orígenes. "Cuando empecé a escribir, la periferia no era un espacio tan atractivo como Barcelona. Nosotros éramos jóvenes que huíamos del extrarradio, no queríamos escribir sobre él". Sin embargo, ahora pasa exactamente lo contrario, Barcelona vive abocada hacia un veloz proceso de descentralización, el centro de la ciudad se ha convertido en un verdadero parque de atracciones destinado al turismo de masas y la mayoría de sus habitantes sienten que la ciudad ya no les pertenece. Los ciudadanos de toda la vida huyen del centro acosados por los precios de los alquileres y la inseguridad. Parece ser que, por vez primera, la esencia de Barcelona empieza a estar en la periferia.




Víctor Royo
Librújula


   
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