Domingo, 22 de diciembre de  2024



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Ecoedición, el cambio necesario
acec17/11/2020



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El mundo del libro, voraz consumidor de papel, se enfrenta al reto de la sostenibilidad en su proceso de publicación (Commons Wikipedia)


El cambio climático y la devastación de ecosistemas son un reto crucial y el mundo del libro, voraz consumidor de papel, no puede eludir su responsabilidad. Cada vez suena con más fuerza el término ecoedición, que propone gestionar las publicaciones con criterios de sostenibilidad. Para que me cuente en qué consiste, me pongo al habla con uno de los expertos en la cuestión, Jordi Panyella, editor de Pol·len Edicions.


Al conectar su webcam, veo que en su despacho hay libros impresos y le pregunto si el libro de papel puede ser ecológico… “Hay que empezar a discutir el impacto medioambiental de la digitalización. No existe el libro ecológico: el único libro absolutamente ecológico es el que no se hace”. Panyella me explica que “el 49% del impacto ambiental de un libro está en la producción del papel. Para reducir ese impacto es importante que el papel sea de producción local.


También son importantes las certificaciones que garantizan que proviene de bosques gestionados de manera sostenible. En contra de cierta opinión que cree que el papel reciclado no vale la pena porque en su procesamiento se consume mucha energía, nuestros estudios nos han mostrado que el papel reciclado tiene un impacto menor que cualquier papel de fibras 100% vírgenes”. También hace hincapié en la importancia de los excedentes de libros: “Uno de los puntos importantes de la ecoedición son las tiradas ponderadas, ajustar mucho lo que imprimimos”.


Insiste en que “la ecoedición es un consenso de toda la cadena del libro. Hay que crear una carpa, un espacio para discutir todo”. Le pregunto si la unión de los editores para esta batalla es posible y pone los ojos en blanco: “En un encuentro de editores, una oyente preguntó por qué las editoriales no trabajaban unidas y el editor de El Viejo Topo le respondió que ‘detrás de cada editor hay una persona con un ego de la altura de un campanario’. Si trabajamos unidos, el punto de la satisfacción egoísta se pierde, por eso hemos de encontrar puntos de unión y promover ese punto de encuentro donde cada proyecto pueda tener su diferencia y vayamos en la línea del fomento de la bibliodiversidad”.


Los editores deben promover puntos de encuentro donde cada proyecto pueda tener su diferencia y vayamos en la línea del fomento de la bibliodiversidad


Echo un vistazo a algunos de los libros que tengo sobre la mesa y encuentro en las páginas de créditos bastantes certificaciones de papeles sostenibles. En las páginas de la nueva novela de Don DeLillo, publicada por Seix Barral (Planeta), se escribe, sin ningún logotipo: “El papel utilizado para la impresión de este libro está calificado como papel ecológico y procede de bosques gestionados de manera sostenible”. ¿Calificado o certificado? Porque, si nadie lo certifica, yo puedo calificarme de lumbrera y ser más tonto que Pichote. Pero hay brotes verdes.


Me cuenta el editor de Alfabeto, Miguel Salazar, que acaba de publicar Petrocalipsis: “Hemos apostado por no plastificar las cubiertas. Entraña riesgos económicos, porque no plastificar los libros para no dañar al medioambiente, aun siendo maravilloso para el tacto, los deja más desprotegidos y por tanto más propensos al deterioro en su distribución y en las librerías. Pero es una tendencia que ha llegado para quedarse si queremos un mundo sostenible”.


Una de las editoriales más concienciadas de España es Errata Naturae, no solo por tener la colección de Literatura de Naturaleza de referencia, sino por su modus operandi. La cofundadora y editora de Errata Naturae, Irene Antón, me cuenta que se han dedicado a pensar cómo sería el mundo de los libros post-petróleo: “Hemos implementado todas las medidas que son ya técnicamente posibles y están a nuestro alcance. Hemos empezado a trabajar con una papelera que solo usa biocombustibles locales y envía el papel en trenes de larga distancia y no en camiones diésel.


Hemos empezado a usar los papeles con menores emisiones de CO2 certificadas y menor consumo de agua en Europa, uno de fibra virgen y otro, reciclado. Hemos eliminado el plástico de nuestros libros y de nuestro trabajo. Trabajamos con una mensajería ecológica con un altísimo número de entregas en bici y el plan de reducción de emisiones más ambicioso para el 2025. Utilizamos solo energía verde certificada, que además producimos nosotros mismos. Todos nuestros recursos económicos están en banca ética sin inversiones en la economía fósil”. Como me quedo un poco pasmado ante esta avalancha concienciada, me dice: “Es lo más bello que podemos hacer por el futuro”.



Antonio Iturbe


   
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